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Erradicar el plumero, un proceso caro con mucho por hacer

Acabar con la planta cuesta al menos 8.400 euros por hectárea, según un estudio, y los expertos lo ven posible "si hay dinero"

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Plumeros de la Pampa, especie invasora

Incluso los cálculos más conservadores, hechos con cifras antiguas pendientes de actualización, hacen que la factura se desboque. Erradicar el plumero de la Pampa, acaso el emblema más visible de las plantas invasoras que han colonizado Asturias, ya costaba 8.400 euros por hectárea hace diecisiete años. Los primeros estudios de control de la especie llegaron a la conclusión de que el tratamiento subía en el año 2000 a unos 4.200 euros por hectárea y que para garantizar el éxito harían falta dos intervenciones, dos aplicaciones de herbicida en dos años sucesivos. Total, 8.400 euros. En Asturias, donde la Cortaderia Selloana invade taludes de autopistas, espacios supuestamente destinados a polígonos industriales y ya hasta prados y fincas privadas, el Gobierno del Principado asume la tarea de exterminio con varias asignaturas pendientes. La primera y fundamental es la acotación del terreno que ha llegado a ocupar la planta en la región. Otra no menos esencial es la financiación, para la que en una estimación prudente los especialistas aceptarían la estimación actualizada de 2000.

"Lo primero que hay que tratar de saber es cuánta superficie tenemos ocupada", avanza el catedrático de Botánica de la Universidad de Oviedo Tomás Emilio Díaz, que abunda en la necesidad de analizar "la afección por áreas, de conocer cómo afecta a las áreas protegidas y cómo por ejemplo a áreas industriales abandonadas vecinas de de esos espacios, y estoy pensando en Avilés". La intención del Principado, esbozada la pasada semana en la Junta junto al reconocimiento del consejero de Infraestructuras del "escaso éxito" que han tenido las acciones emprendidas hasta ahora, deja el "protocolo" pendiente de un convenio con la Fundación La Caixa para la confección de un estudio científico y de la capacidad para implicar a otras administraciones en la financiación. "La idea de la Consejería es afrontar la intervención en todas las áreas de golpe, no por partes", afirma Tomás Emilio Díaz. Nada que objetar, subraya, siempre que haya "dinero para ello".

Porque el dinero es el problema una vez que "hemos dejado pasar la época en la que podríamos haberla eliminado dentro de unos límites". La contundencia de la factura ya fue lo que hizo retraerse hace unos años a la Diputación de Vizcaya, que en 2006 hizo suyo el cálculo de coste por hectárea efectuado por los expertos asturianos en 2000, estimó en 134 hectáreas su superficie de plumero y acabó poniendo el montante total por encima del millón de euros. Teniendo en cuenta que la superficie de Asturias multiplica la vizcaína por cinco, que sólo el no nato polígono de Bobes, en Siero, ya son cien hectáreas de "vivero" de plumeros y que a simple vista se percibe la proliferación que ha adquirido la plaga en la región, es de suponer que aquí el coste podría incluso desbordar con creces esa cifra "enorme" que ya adjetivaba así el estudio vasco incluso hablando sólo de la provincia de Vizcaya y de euros y plumeros de 2006.

El pasado jueves, en la Junta, al responder una pregunta de Foro al respecto, el consejero de Infraestructuras del Principado, Fernando Lastra, hizo señas al Ministerio de Medio Ambiente en busca de una "línea de ayudas" y más allá a todas las administraciones del Estado cuyas instalaciones tienen los aledaños infestados de plumeros: la Confederación Hidrográfica del Cantábrico, el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias, la Demarcación de Carreteras? Hay quien demanda también acciones coordinadas, en la línea de las que plantea la "Guía práctica para el control" del carrizo de la Pampa elaborada en 2006 por la Diputación de Vizcaya. Coordinadas también entre territorios, toda vez que de nada sirve actuar en Asturias si el control no se reproduce en los territorios limítrofes de otras comunidades autónomas, desde donde el plumero podría seguir activando su rapidísimo proceso de multiplicación. El asunto, objeto de variadas iniciativas en la Junta, volverá hoy en forma de pregunta en la Comisión de Infraestructuras, donde el diputado de IU Ovidio Zapico requerirá del consejero Lastra detalles sobre las actuaciones previstas con hincapié en la necesaria coordinación territorial y las acciones más allá de los espacios protegidos.

"Si hay financiación, en un plan progresivo de eliminación se podría ir erradicándose casi todo", afirma Tomás Díaz, que identifica "cierta ventaja" en la observación de que la planta tiene un "límite climático" que impide su supervivencia por encima de los 600 metros" y ve un problema en el retraso acumulado. "Cuanto más tardemos en reaccionar, peor", advierte. "Cada plantona produce un millón de semillas al año. Pensando que pueda germinar únicamente un cinco por ciento, se puede imaginar la densidad de nuevos individuos que se pueden producir. Y como su capacidad de dispersión es muy grande, y sólo necesita viento, y no está ligada a ningún insecto o ave", la capacidad multiplicadora es extensísima.

El estudio vasco de 2006 ya proponía enfrentarse al problema con la elaboración de una legislación que catalogara el plumero como "especie dañina" y prohibiera su uso, con "campañas de educación y divulgación" sobre el coste ambiental, económico y social de la proliferación descontrolada de la planta invasora -su competencia desleal con las plantas nativas, su potencial multiplicador del riesgo de incendios o su efecto en las alergias- y, sí, también con un plan de control y erradicación. Opta por la corta de los ejemplares -preferentemente justo antes de que las flores estén totalmente formadas, a principios de septiembre-, por la aplicación posterior de un herbicida una vez que la planta haya reanudado su crecimiento tras la corta y la retirada completa de los ejemplares muertos. Tomás Emilio Díaz asiente, una vez descartado el "método térmico", el de la quema, contraproducente por cuanto "el fuego genera pequeñas explosiones que lanzarían aun más lejos las semillas". La estrategia química prefiere como herbicida el glifosato, que tiene a su favor su eficacia probada y su bajo coste, pero que está pendiente de que la UE dictamine -previsiblemente antes de diciembre de este año- sobre su potencial cancerígeno.

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