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GEMA FERNÁNDEZ | Vocalista y letrista del grupo "Delagua", publica su primer poemario

"La cultura en la calle resulta molesta porque no favorece el adoctrinamiento social"

"La vida me ha enseñado que lo que se queda dentro se pudre; escribir es más barato que acudir a un psicoanalista"

Gema Fernández, ayer, con su poemario. IRMA COLLÍN

Gema Fernández Martínez (Oviedo, 1982) acaba de publicar "La eternidad tiene los días contados" (Editorial Torremozas). Es su primer poemario, pero no su primera publicación. En 2011 firmó la novela corta "Cuatro notas de jazz". Ha ganado tres veces el premio "Dafne" de poesía y se llevó el premio al mejor guión de cortometraje en el festival "Incortum" de este mismo año. Sin embargo, su faceta más conocida es la de integrante, junto con su hermana Silvia, del grupo "Delagua", con el que logró en 2010 el premio "Amas" a la mejor letrista de la escena musical asturiana. Gloria bendita escucharlas y a Gema, también leerla.

- "La eternidad tiene los días contados". ¿Por?

-Considero la poesía, el arte en general, como una especie de ciencia de lo eterno. El arte propone un ruptura frontal con la temporalidad, desafía la finitud de las cosas, hace presente el ayer y el mañana, incluso lo imaginado, y lo congela en el tiempo. Así mismo la idea de la eternidad me parece la mayor y más hermosa de las utopías. Con "la eternidad tiene los días contados", aparte de jugar con la contraposición de ambas ideas, trato de advertir de que nuestros sueños se están debilitando con tanto ataque masivo a la cultura, en aras de una "realidad" impuesta que poco o nada tiene que ver con nosotros.

- En los agradecimientos finales dice que escribe porque nunca quiso aprender a disparar. ¿La poesía es un tiroteo? ¿O es "bajar la basura", como añade después?

-Ambas cosas, supongo. La poesía debería tener la efectividad de un proyectil, debería incrustarse en el pecho, hacer sangrar, no importa si es por emoción o por incomodidad, debería tener un efecto en la conciencia individual del lector, en su compromiso consigo mismo, una catarsis que le permita cuestionar sus propios valores y todo cuánto le rodea. También escribir se parece a veces a bajar la basura antes de que te coma tu propia mierda. La vida me ha enseñado que lo que se queda dentro se pudre, exteriorizarlo es necesario y el ejercicio de la escritura es bastante más barato que acudir a un psicoanalista.

- En ese mismo texto reivindica a Wislava Szymborska (fallecida en Cracovia en 2012) y sus versos se dan ese aire cotidiano. ¿Es usted una poetisa asturiana que escribe "a la polaca"?

-No sabría decirlo, pero el descubrimiento de Szymborska marcó un antes y un después en mi concepción de la poesía. Su irónico escepticismo, esa atención exquisita a lo doméstico, su lucidez, su intensidad, su vitalidad, una sabiduría humilde que nunca se ha disfrazado de erudición. Cuando releo a Szymborska sigo maravillándome con la poeta y admirando cada vez más a la mujer que latía detrás de cada verso.

- También habla de "Rayuela". ¿También aprendió a escribir con Cortázar?

-Rayuela fue un shock para mí, el universo en general del gran cronopio desató en mí un amor desmedido por la palabra escrita, casi podríamos decir que soy una logofílica sin solución por su culpa. Me encantan sus cuentos porque se alejan de la alegoría metafísica y se adentran sin pudor en lo cotidiano con un manejo de la belleza fuera de toda norma y encorsamiento. No pude evitar, tras conocer a Cortázar, convertirme en una cronopia más.

- Uno de los poemas, el titulado "Poetas", empieza así: "Me preguntas / de qué cosas escribo / los días que me da / por fingirme poeta". Pues eso, ¿de qué cosas escribe cuando le da por fingirse poeta?

-De cualquier cosa, por sencilla o nimia que parezca. A veces creo que yo no elijo de qué va a hablar un poema, que es el mismo poema el que me toca en el hombro y me dice: ¿No has visto cómo se miran esos dos gatos? O ¿este documental sobre astronomía no te parece fascinante? Pues escríbeme. Me gusta observar y creo que todo, hasta una cucaracha, es susceptible de convertirse en protagonista de un poema. Pero sí es verdad que lo que más me lleva a escribir es el inconformismo con la propia conformidad ante las injusticias, como si necesitara escribir para autoconvencerme de que cambiar las cosas es todavía posible.

- Usted es la mitad letrista de "Delagua", el grupo que tiene con su hermana Silvia. ¿Mejor hacer poesía o canciones? ¿Qué diferencia hay?

-Ni lo uno ni lo otro es mejor. Hay mucha diferencia. La poesía es más introspectiva, me desnuda más y me causa más pudor mostrarla pero el proceso de creación es más fácil, puesto que escribo sin un formato previo y yo decido su extensión, su temática y hasta dónde puedo llegar. Componer canciones es más difícil porque todo tiene que encajar dentro de un esquema musical, lo que escribo ya no sólo me representa a mí, si no a las dos, todo esta más medido. Sin embargo es muy enriquecedor trabajar con Sil, lo hacemos desde pequeñas, ella sabe qué melodía tocar para arañarme el corazón y la letra sale sola.

- ¿Hacen falta más bares con música y poesía en directo en Asturias?

-Absolutamente. Hoy más que nunca la cultura debe estar en la calle. Por alguna razón la están prohibiendo cada vez más, es más que evidente que la música, la poesía, invitan a pensar y a cuestionar muchas cosas, y eso no favorece en nada al adoctrinamiento social, así que molesta.

- La última, ¿qué cosas no se pueden contar en un poema?

-Afortunadamente, la poesía es un género tan libre que no tiene cabida autocensurarse cuando decides tirarte de cabeza a la profundidad de cualquier verso. Si por alguna casualidad decides dejar algo sin decir, es muy posible que el poema lo incorpore a sus silencios, porque la poesía está llena de silencios que dicen muchas cosas, sólo hay que pararse a escucharlas.

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