"Hoy (por ayer) no amanece, sólo hay humo y ceniza". Los primeros en despertarse ayer en el Principado se dieron de bruces con la peor de las realidades. Al salir a la calle, un fuerte olor a humo y la oscuridad de ciudades como Oviedo y Gijón donde el alumbrado se apagó a la hora programada dejó en la penumbra la calle para sorpresa de muchos.

"¿Qué pasa? Da miedo", planteaban los primeros en asomarse tras el cristal. Algunos ya daban por sentado que pasarían el día en casa. Al menos hasta que se supiera el origen de tal fenómeno. "Es por el fuego", tranquilizaba a primera hora una profesora a sus alumnos en Oviedo. El viento sur hizo avanzar la estela de humo y ceniza procedente de los incendios forestales que asolan desde el domingo el Principado y comunidades limítrofes desde la costa hacia el interior, de Oriente a Occidente, y desde las zonas de montaña a áreas urbanas.

Nadie era ajeno al amanecer naranja. Ni siquiera en la distancia. "Qué lástima, Asturias y Galicia", escribían a primera hora amigos de Zaragoza. En Bilbao también había conciencia del daño que sufrían sus vecinos del Norte. "Tengo la ventana abierta mientras trabajo y me huele a humo. No me puedo creer que llegue hasta mí la tragedia de Galicia y Asturias. ¿Qué estamos haciendo con el monte, con la tierra, con lo que nos da la vida? Sinvergüenzas", se lamentaban otros colegas de profesión desde la capital vizcaína.

Por la calle, los primeros en salir hacían uso de bufandas, chaquetas o pañuelos para evitar la inhalación de ese amanecer enrarecido. Esa altmófera marciana obligó a activar todas las alertas por contaminación. Solo en la zona de Cangas del Narcea la concentración de dióxido de azufre se septuplicó en menos de ocho horas, lo que supone una peligrosa concentración por sus efectos para la salud y los ecosistemas. Más alarmante fue el salto en las partículas PM10, al cuadruplicarse los valores en esta misma zona. Mientras, Asturias continuaba ardiendo.