Al abrir ayer las ventanas de sus casas o al salir a la calle, muchos gijoneses se encontraron ayer una ciudad sin amanecer. En una ciudad donde hizo carrera una frase que repetía el malogrado Manolo Preciado en su etapa de entrenador del Sporting, "el sol volverá a salir mañana" , los gijoneses se encontraron al madrugar un oscuro panorama. "Parece el apocalipsis", se escuchaba a los conductores que se dirigían a oscuras a sus puestos de trabajo o llevaban a sus hijos al colegio bajo un cielo enrojecido y con fuerte olor a humo.

A las ocho de la mañana los termómetros rondaban ya los 22 grados en Gijón, el olor a quemado inundaba la ciudad, volaban sobre el aire resto de ceniza, y a las 8.20 horas la oscuridad seguía siendo casi total. Como si se acabase el mundo. Primero se pensó que se trataba de un fallo eléctrico, hasta el punto de que fuentes municipales lo confirmaron, aunque después se comprobó que no hubo tal anomalía eléctrica. Pero los minutos iban pasando, y la luz seguía sin aparecer por la ciudad. Y aparecía la preocupación de numerosos ciudadanos.

En la zona centro, el tráfico de Marqués de San Esteban y Álvarez Garaya ofrecía el único foco de luz entre la penumbra y la soledad de epicentros de la vida de la ciudad como la calle Corrida. Pero desde Somió hasta La Calzada, de este a oeste, desde el mar hasta la zona rural, solo un manto rojizo que poco a poco fue abriéndose paso pasadas las diez de la mañana hizo que Gijón viviese un amanecer diferente.

La zona del Puerto Deportivo fue la única que tuvo encendido más tiempo el alumbrado público, a modo de oasis entre una nube de humo, pero que muchos aún desconocían. "¿Hay algún incendio cerca?", era la pregunta más repetida ante la preocupación de los gijoneses, que notaban el fuerte olor a quemado pero que no lo atisbaban cerca. Al igual que los conductores que veían como la suciedad se apoderaba de sus vehículos, con un color negro de ceniza. En algunos colegios, como el Montedeva, se suspendieron el recreo y las clases de educación física en el patio.

Cerca de las once de la mañana la ciudad ya había amanecido del todo, aunque con una densa neblina que se fue disipando con el paso de las horas y con el conocimiento de que los graves incendios del suroccidente, con el añadido de las altas temperaturas y la habitual pátina de contaminación local, eran la causa de tan poco habitual amanecer.