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Los desalojados: "Ver llover fue un alivio"

Ramón Menéndez pasó en vela la noche para evitar que su cabaña ardiese: "Sólo en Gillón puede haber más de 2.000 hectáreas quemadas"

Eduardo García y María Álvarez, ayer, en su casa de Larón. D. ÁLVAREZ

Ya están en casa. Los vecinos de los pueblos cangueses de Gillón, Larón y La Viliella pudieron regresar a sus viviendas la tarde del lunes, después de ser desalojados durante la madrugada por la intensidad del humo que estaba invadiendo las poblaciones a causa de la virulencia de los fuegos que los rodeaban.

Los afectados coincidían en alegrase, más que por volver a casa, por ver llover. "Es un alivio", confesaban, porque de no ser así nadie se puede imaginar cuánto más podrían haber avanzados los incendios, que ayer se fueron controlando y muchos de ellos extinguiendo gracias a la ayuda que brindó la humedad y la lluvia de la jornada a los equipos de bomberos, de brigadistas y de la Unidad Militar de Emergencias (UME) que llevaban varios días haciendo frente a las llamas.

"En Gillón puede haber más de 2.000 hectáreas quemadas", asegura Ramón Menéndez, que pasó la madrugada del lunes en su cabaña de La Filtrosa, evitando que fuera pasto de las llamas y ayudando a sus vecinos a controlar el ganado. Al tiempo, en Gillón sonaba la campana de la iglesia, pasadas las tres de la mañana, para anunciar su desalojo.

"No me pesó marchar, mi marido tiene problemas en los bronquios y no podía respirar ese aire. Pero nos fuimos muy preocupados por la gente que se quedaba aquí", explica Manuela Menéndez. Natalia Rodríguez junto a su marido fueron de los que decidieron quedarse. "Lo hicimos por los animales", subraya. Sus suegros tampoco querían irse, pero en su caso la salud lo requería: "Es muy duro dejar tu casa en una circunstancia como esta", subraya. Su hija de 13 años también se fue del pueblo porque la situación le estaba causando mucha tristeza y nerviosismo".

En Larón y La Viliella, los lugareños también tuvieron que dejar su casa la noche del lunes. María Álvarez y Eduardo García se alojaron en la Escuela Hogar. "Fue un poco traumático el tener que dejar la casa", señala Álvarez. Ayer estaban más tranquilos y confesaban: "Hoy (por ayer) cuando nos despertamos y vimos que estaba todo mojado nos pusimos muy contentos".

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