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Los últimos incendios, "por rencillas o para causar el mal"

Conservacionistas y técnicos advierten de la "galleguización" del fenómeno de los incendiarios, cada vez más "irracional" - La superficie que ardió en Asturias fue de 5.021 hectáreas, según el sistema de observación por satélite EFFIS-Copernicus

Bomberos haciendo un cortafuegos en Degaña. IRMA COLLÍN

¿Quién prende el monte? El fenómeno es complejo. Depende del área geográfica, de la época en que se registran los incendios, del tipo de terreno en el que surgen las llamas. No es lo mismo el Oriente que el Occidente, donde empieza a apreciarse una tendencia a la "galleguización" del fenómeno, con fuegos cada vez más irracionales, cada vez más pensados "para causar el mal", como admiten el decano de los Ingenieros Forestales en Asturias, David Barraso, y Carlos Lastra, de la Asociación Asturiana de Amigos de la Naturaleza. A partir de aquí, trataremos de ver las diferentes caras del fenómeno. Lo que resulta evidente es que el monte no se quema solo y argumentar que arde porque no está saneado es ponerse una venda delante de los ojos: el combustible puede ayudar a propagar un fuego, pero no lo inicia.

Los imprudentes. Un primer tipo de incendiario, que es lo que más abunda en Asturias, según vienen indicando tanto el Principado como la Fiscalía, es aquel propietario de fincas que utiliza el fuego para limpiar fincas. Si la quema de rastrojos se realiza en condiciones de fuertes vientos y temperaturas altas, el fuego puede desmandarse y extenderse de forma anárquica. Hay un problema. "Como está prohibido, el que quema va por libre, a escondidas para que no le cojan, con lo que es más fácil que se extienda", indica Carlos Lastra. Esto hace que los fuegos queden descontrolados, a merced de los elementos. En algunos casos, no hace falta siquiera que el causante del fuego se ausente. Muchos de estos fuegos se producen en fin de semana, cuando vecinos de las ciudades se desplazan a las fincas del campo. "Es cierto que se está perdiendo la cultura del manejo del fuego, por la despoblación. Se utilizaba la maleza del bosque como cama del ganado, y estaba más saneado", añade Carlos Lastra. Y recuerda el caso de un bilbaíno que provocaba incendios cada vez que volvía al pueblo porque "no soportaba ver el monte convertido en una selva, consideraba que estaba perdido". David Barraso estima que hay gente que piensa "que se va a producir el mínimo daño, como hace 40 o 50 años, cuando estaba más compartimentado el terreno y había muchos más cortafuegos, tanto horizontales como verticales". A ello hay que sumar el cambio climático, con más situaciones extremas, que hacen que en Asturias se registren ahora incendios más propios de la zona mediterránea. "Están llegando aquí, a la zona atlántica", advierte.

Los que amplían pastos. Es un fenómeno que se da más en el Oriente, según afirma el guarda de Medio Natural Iñaki Aranzeta, miembro del proyecto "Roble". Lo de el Suroccidente de estos últimos días no puede achacarse a la renovación de pastos, que tiene lugar en febrero o marzo, añade. Carlos Lastra resalta que los cambios en los acotamientos pueden estar animando a este tipo de fuegos. "Antes, se acotaban los terrenos incendiados durante dos años. Ahora, se permite la entrada del ganado para pasto, una medida populista para ganar votos en el área rural. Se está planteando que es inconstitucional", indica Lastra. Es la visión de un conservacionista. Los ganaderos pusieron el grito en el cielo porque se encontraban con una perentoria necesidad de pasto. Lastra responde que "las cosas no se pueden hacer como se hacían antes, no hay las necesidades de antes".

Los contestatarios. "Mi intuición es que los últimos fuegos del Suroccidente pueden responder a un cierto conflicto entre la gente del campo y los conservacionistas. A veces se quema el monte como modo de protesta", aventura Aranzeta. "Es sintomático que estos fuegos estén implicando espacios protegidos. Siempre se amenaza esa esquina de Muniellos que esta junto a La Viliella. Hay una oposición a esos espacios protegidos", cree por su parte Carlos Lastra. Aranzeta forma parte de una iniciativa (el proyecto "Roble") que trata de solventar ese creciente conflicto y convencer a tirios y troyanos de que Asturias está desperdiciando una de sus mayores fuentes de riqueza, el aprovechamiento forestal.

Los descontentos. El fenómeno es más propio de Galicia. En esta comunidad ha sido detenido algún miembro de las brigadas contra incendios, tras dedicarse a prender fuego como venganza porque no les contratan o incluso para tener más trabajo. En los últimos días fue detenido un brigadista que aseguró que le daban 150 euros por cada incendio que causase. El fenómeno no parece haberse producido en Asturias.

Los enfermos. Están, en fin, aquellos que habría que considerar pirómanos, marginales, personas mayores con algún tipo de enfermedad mental, que sienten placer al causar fuegos, al observar el desbarajuste que se genera, la presencia de fuerzas policiales y de extinción de incendios.

Los malvados. Llegamos por último a la última tipología de incendiario, el que ha podido actuar en los incendios del Suroccidente. "El que los causó lo hizo con toda la conciencia del mal que iba a causar, debido a las condiciones de viento, temperatura y humedad. Buscaba claramente poner en peligro tanto a los medios de extinción como a los habitantes de los pueblos", cree David Barraso. El decano de los Ingenieros Forestales en Asturias considera que "esos fuegos han podido responder a rencillas, o buscaban directamente causar el mal".

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