"Estoy muy agradecido; yo no pedía nada, solo quería que todo el mundo supiera que hay gente pobre, pasándolo mal". Manuel Fernández Cuervo, el vecino de Pola de Siero que vive con un subsidio de 430 euros de los que más de la mitad, 230 euros, se le van en el alquiler, recibió un aluvión de solidaridad a lo largo de todo el día de ayer después de que su historia trascendiera en un reportaje de LA NUEVA ESPAÑA.

Hubo correos electrónicos, llamadas telefónicas y apoyos de todo tipo. Hasta lo paraban por la calle y lo abordaban para ofrecerle ayuda. Él dijo, no obstante, que está muy agradecido, y que es siempre reconfortante saber que hay gente que se preocupa por los demás, pero que, en cualquier caso, le va a costar admitir la ayuda. Una de las cosas que había dicho es que su ilusión era ir a un restaurante con sus dos hijos a compartir un menú del día. Pues bien, a lo largo de la jornada de ayer aparecieron decenas de personas que se ofrecían a pagarle el menú. "Un vecino de Oviedo me ofreció ir a comer el desarme este fin de semana, pero yo le dije que no iba a ser posible, se lo agradecí muchísimo", dijo.

Él declina esas invitaciones porque ahora lo que quiere es arreglárselas para salir adelante. "Me da un poco de apuro aceptar estas ayudas de la gente; no digo que algún día no lo tenga que aceptar, pero de momento tengo que tirar para adelante de la forma en la que lo estoy haciendo ahora", señaló.

Fernández Cuervo tiene 52 años, está en el paro desde el año 2011. Trabajaba en la construcción y desde entonces no ha encontrado trabajo. En parte, porque le es difícil compatibilizar los horarios con el cuidado de sus hijos, y nadie se presta a ofrecerle el horario que pide, no por capricho sino porque necesita que sea así.

Además, tiene problemas de salud, varias hernias discales que lo obligan a aplicarse parches de morfina. Se le ha declarado una discapacidad del 51 por ciento.

Y a todo ello hay que sumar la preocupación por sacar adelante a su familia. No quiere que a sus hijos les falte de nada. La comida, por supuesto, pero tampoco la clases particulares que necesiten o la práctica de deportes. Se las arregla para salir adelante con ese poco dinero.

Ahora está a la espera de que le concedan una nueva ayuda, que le permitiría ganar otros doscientos euros más. En ese caso, saldría algo del ahogo pero es consciente de que no sería suficiente. "Hoy con menos de mil euros es difícil arreglárselas", sostuvo.

"El caso es que todo el mundo dice que ya no hay crisis y que las cosas van mejor, pero yo no lo veo todavía".

Lo mejor que ha sacado de su situación es darse cuenta de que hay mucha gente comprometida con los demás y solidaria a la que no se cansa de agradecer su apoyo, si bien insiste en que esa no es la cuestión. "A lo mejor tengo que aceptar algo que me ofrecen porque me veo comprometido, pero lo normal es que no lo acepte, no por desagradecimiento sino porque quiero llevar las cosas como las llevaba hasta ahora", concluye. Su idea es seguir luchando, sacando a su familia adelante sea como sea.