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Tineo se preocupa por el futuro de Tomasín

Los vecinos temen que el rechazo social eche de nuevo al monte al autor del crimen de La Llaneza y "vuelva a asilvestrarse"

De izquierda a derecha, David Fernández, Gabriela Stredie, Ricardo Menéndez y Jesús Fernández, en el bar Centro de Tineo. DEMELSA ÁLVAREZ

Serán como las doce de la mañana. Sale un cliente del bar Centro de Tineo, deja el vasu atrás y proclama con sorna: "¡Hale, marcho pa la sierra pa con Tomasín!" Y una señora recia que va pasando, va y le echa un broncón sin detenerse siquiera:

-¡Por Dios, dejáilo tranquilo! ¡Dejái tranquilo a Tomasín, que lo vais a volver loco!

Ajeno a todo esto, Tomás Rodríguez Villar, Tomasín, lleva varias horas levantado en la casa familiar de La Llaneza -una aldea tras la sierra tinetense, a unos cinco kilómetros de la villa-. Dice que tiene mucho que adecentar y poco tiempo libre. Dice que sigue lavando ropa en la lavadora que el martes aprendió a programar. Está solo. Unos primos de su madre le están echando una mano. Ellos le trajeron la lavadora. También arreglaron un poco la casa. Dios, lo que tuvieron que limpiar. Antes no se podía entrar.

Después de haber recobrado la libertad el jueves pasado, tras pagar con seis años de prisión la muerte de su hermano Manuel, en septiembre de 2011, Tomasín inicia ahora una nueva vida a sus 47 años. Durante 53 días de escapada, se convirtió en un héroe en Tineo y en media Asturias. Muchos, pese saberlo culpable de homicidio, justificaron su acción apoyándose en los supuestos malos tratos que durante toda su vida había recibido por parte de su hermano. El autor del crimen era, a los ojos del pueblo, la víctima indudable.

Ayer, en la villa de Tineo, la opinión mayoritaria seguía siendo la misma. La expectación popular ya no es aquella de ir celebrando día a día cómo la Guardia Civil no eran capaz de pillarlo, pero Tomasín sigue preocupando a muchos. Ahora la pregunta es si logrará llevar su vida al derechas, sin volver a convertirse otra vez en el ermitaño que dormía en la entraña del bosque y vagaba desharrapado entre los pinos de la sierra.

"Yo creo que no va a ser feliz como en la cárcel", afirma Susi García, que está sentada con su marido, José Manuel Fernández Álvarez, y su madre en la terraza de La Vinoteca. Vicenta García, la madre, lo conoció de niño. Era la cocinera de la Escuela Hogar, donde estuvo Tomasín en la década de los años setenta. Recuerda verlo llegar con su padre, a caballo. "Era un gran chico, una buena persona que pasó mucho, lo maltrataban todos". José Manuel también opina que, paradójicamente, estaba mejor en prisión: "Allí estaba atendido, cuidaban de él, no podía asilvestrarse". Teme que, al volver a Tineo, acabe de nuevo en el monte "como los osos". "De todas formas él es pacífico. En el monte era feliz y el único daño que podía hacer era el que se hacía a sí mismo", lamenta. "Lo más que puede pasar, si vuelve, es que alguien se asuste al verlo aparecer de repente".

Francisco Garrido, gorra roja con estrella amarilla, está sentado al sol en un escaparate, junto a la librería Asturias, pasada ya la plaza del Ayuntamiento. Habla:

-Pa mí coincidencia que Tomasín taba mejor en la cárcel, calentín y recogíu, comíu a les hores. Tengo entendío que ye un chaval de poques palabres, ¿no? Probe.

Garrido es de los que se abonan a la tesis de que el mundo sigue siendo demasiado cruel para un tipo como el hombre que ahora empieza, muy lentamente, una nueva vida en La Llaneza. Pero Pablo García, que ha venido a Tineo en este día de difuntos, piensa justo lo contrario. Lo ve meridianamente claro: "¿Pero el problema no era el hermano? Pues ahora ya no está. ¿No?" Y se va. Asunto resuelto.

En el bar Centro -uno de los lugares donde siempre paraba Manolo, la víctima del crimen de La Llaneza- el mismo tipo que hizo la broma inicial de tirarse al monte con Tomasín cuenta que ha escuchado que Tomás Rodríguez Villar ya rechazó unas vacas que le regalaba un familiar para volver a empezar en la ganadería. Ese mismo, que no quiere dar el nombre, asegura que, de todas maneras, algo se le ocurrirá para hacer en la vida. "Listo es. Muy listo. El carné de conducir sacolo a la primera". En el mismo bar, Alfonso Rey y Victorino Menéndez explican que no conocían personalmente a Tomás Rodríguez Villar, pero que sí lo habían visto por las calles de Tineo en numerosas ocasiones. No son tan optimistas. Opinan que si mantiene la fobia social que demostró durante tantos años perdido en el monte, ven difícil que pueda encontrar trabajo. Pero creen que se adaptará a vivir en el pueblo. "Ahora no tiene a la familia, así que seguro que se queda allí".

Es el día de Difuntos y en la villa de Tineo se ven vecinos emparejados. Es un miércoles con pinta de domingo, de ir arreglados, terrazas para el vermú y gente entrando a comprar pasteles en El Fontán. Pocos hay hoy en la sierra, escondrijo de Tomasín durante más de una década. Hoy en la sierra está Belén Sampedro, que venía de paso y se detuvo a hacer fotos a unos caballos guapos. "Algo de ayuda va a necesitar. Si no, vuelve a lo mismo".

Además, por allí anduvo toda la mañana una cuadrilla que compró una cacerías de jabalíes a la Sociedad Venatoria de Tineo. Se llevan tres bichos. Se les perdieron unos perros y José Miguel Peláez Gayo, de Luarca, anda buscándolos con un GPS, rastreando la señal del chip del can. Dice algo que casi todos olvidan sobre el caso:

-¿Cómo ve el futuro de Tomasín?

-Depende de cómo se porte la gente con él. Si vuelven a convertirlo en un marginado, volverá a lo de antes. A encerrarse. Todo depende depende de lo que hagan los demás.

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