Vivimos en unos tiempos de vértigo que para nada se asemejan a los de hace algunas décadas relativas al concepto de tranquilidad y familia. No se malinterpreten estas palabras. Intentaré explicarlas. El concepto de tiempo y de bienestar social ha cambiado respecto al concepto de familia. Hace unos años la sociedad no tenía los recursos asistenciales de que hoy disponemos y disfrutamos. Los abuelos eran y son un referente familiar al que se le debía todo el respeto, estaban llenos de sabiduría y de gran experiencia de la vida.

Actualmente conozco a muchísimos abuelos que se multiplican hasta el infinito y más allá para atender a sus nietos. Es una estampa típica en nuestra singular sociedad de hoy. La cadena se salta un eslabón y son los abuelos los que tienen que atender a los nietos, y lo mismo valen para cuidar de ellos que para ayudar en las tareas de la casa; su verdadero empeño es mantener vivo el calor del hogar y la unión familiar, ya que los padres cubren todas las horas del día en unas ocupaciones que les convierten en replicantes autómatas que apenas disfrutan de la vida en familia. O bien, los superabuelos permiten cenas y salidas de noche antes impensables. Que ésa es otra. Seguro que ninguno de esos abuelos pudo permitirse un "vis a vis" de ese tipo.

Por otra parte, las vacaciones escolares de verano se hacen largas, y el cuidado de los niños es un problema mientras sus padres no puedan disfrutarlas con ellos. Cada día es más difícil compaginar la vida laboral y familiar y hay que buscar soluciones para atenderlos. Una de las más frecuentes es echar mano de los abuelos, esas personas entrañables y generosas que se han convertido en los todoterreno de la familia.

Hace algunos años que vivimos un novedoso estatus social y familiar como consecuencia directa de la incorporación de la mujer al mundo laboral, la extensión de los fracasos matrimoniales y últimamente por la repercusión de la crisis económica que afecta a muchos hogares. Es de resaltar, asimismo, que la estructura familiar ha variado consustancialmente, al pasar de la figura del "pater familias", investido de potestad, al concepto moderno de independencia.

En un mundo globalizado como el que nos está tocando vivir, en el que apenas se tiene tiempo para sostener unas relaciones familiares suficientes y satisfactorias, el abuelo emerge con gran fuerza. Pocas son las familias que renuncian o se resisten a que los abuelos desempeñen un papel fundamental en el seno familiar.

En definitiva, nuestros abuelos son una de las verdaderas esencias de nuestra vida. Sin ellos esta sociedad se encontraría huérfana, sin referentes humanos. El abuelo fomenta y refuerza una institución que hoy parece cuestionada, pero que es la base de la sociedad: la familia.

Por ello, desde aquí quiero sumarme al gran homenaje que les debemos a nuestros abuelos, a todos, sin excepción, pues es una deuda que difícilmente podremos liquidar.