Quedó acreditado que la oficialidad del asturiano es una asignatura pendiente, que tendrá que volver a la Junta. Javier Fernández le dedicó unos minutos del discurso del martes y era previsible que ayer los portavoces de la oposición pidieran más. Gaspar Llamazares (IU) miró a su alrededor y quiso ver, tras el flamante viraje del PSOE, "una mayoría potencial a favor de la cooficialidad" que "debería gestionarse y liderarse desde el Gobierno", pero también que en este terreno el Principado "es Numancia". En su réplica, el Presidente volvió a decirle, efectivamente, que de entrada no. Que "no lo llevo en el programa y no considero adecuado plantear ahora a los electores algo que no les comuniqué en su momento".

Sólo expuso su "respeto" para la decisión del PSOE de abrazar la oficialidad entre las posiciones políticas recién actualizadas en su último congreso y dijo tener una opinión que no verbalizó pero dejó entrever. "Instalar una lengua en el seno de una sociedad conlleva obligaciones para algunos agentes, y eso hay que decirlo", subrayó, despejando el asunto hacia delante, hasta cuando el PSOE lleve el asunto en su programa electoral. Pero no paró ahí el enfrentamiento lingüístico entre el Presidente y Llamazares. Éste le emplazó a "explicarse", a dejar de abonar "la contradicción entre lo que es bueno para la llingua y lo que es bueno para Asturias" y Fernández replicó con un "no me manipule". "He dicho que hay fórmulas de cooficialidad que significan imposición y otras que no, pero que siempre conlleva obligaciones. Hay quien piensa que la oficialidad es más importante para la lengua misma que para los ciudadanos", lamentó. "Nunca existe una convivencia feliz entre dos lenguas en un mismo territorio. Aplicar de forma igual las dos implica un consumo y una lentitud en los procesos burocráticos. Hay que exlicar eso a la gente".