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Luis Chiozza: "El cáncer tiene mucho que ver con los conflictos emocionales"

"La envidia ocultada por vergüenza sale a veces como cólico hepático", afirma el psicoanalista argentino, experto en Medicina Psicosomática

Luis Chiozza. LIBROS DEL ZORZAL

El diván de un psicoanalista quizá no cure un cáncer agresivo, que suele estar siempre relacionado con un desarreglo emocional, pero puede alargar y mejorar la calidad de vida del enfermo, asegura convencido Luis Chiozza (Buenos Aires, 1930), experto en Medicina Psicosomática y ganador del Premio "Konex" por sus investigaciones sobre psicoanálisis, que presenta ahora de la mano de Libros del Zorzal cuatro obras vinculadas a la que publicó hace más de 20 años para indagar sobre cómo y por qué enfermamos. Este prolífico doctor, que fue catedrático de Psicofisiología de la Universidad del Salvador de Buenos Aires, es tajante: la enfermedad es siempre de origen psíquico y físico y nuestros órganos expresan muchas cosas que nos empeñamos en ocultar. Porque, concluye, toda manifestación somática es la otra cara de un problema que está en el inconsciente.

-Doctor Chiozza, ¿qué es la enfermedad hoy, más de veinte años después de la primera edición de su libro?

-No es más que la pérdida del equilibrio para estar bien plantado en la vida.

-Somos animales con una vida interior, subjetiva, ¿en qué se diferencia la enfermedad del hombre de la de un animal?

-Suponemos que en la complejidad de la vida anímica del hombre y eso hace que su vida e incluso sus enfermedades cursen y evolucionen de manera distinta a las de los animales. Pero no olvidemos que los animales también tienen emociones.

-¿En qué medida lo que hacemos configura nuestro cerebro?

-Muchísimo. Hoy sabemos que existe la plasticidad neuronal e incluso que nacen nuevas neuronas y se crean otras conexiones. Llamamos precisamente genios a aquellos con una capacidad de conexión fuera de lo común.

-Una vida buena, ¿es una vida equilibrada entre los órganos y sus funciones y a la vez de todo ello entre sí?

-El corazón lo relacionamos con el sentimiento, el cerebro con el pensamiento y el hígado, con la acción y capacidad de esfuerzo. Una vida bien llevada necesita el equilibrio de esos tres órganos.

-¿Somos lo que hacemos?

-Físicamente estamos determinados por el movimiento de los átomos, pero desde el punto de vista anímico el sentimiento de libertad es inalienable. Lo que hacemos importa.

-¿Qué papel juegan en todo esto las emociones?

-Las emociones son movimientos de las vísceras. Todas las emociones alteran nuestro ánimo y generan cambios de humor e, incluso, alteraciones de las funciones orgánicas.

-¿Qué sucede cuando reprimimos las emociones?

-Esas emociones reprimidas no llegan a la consciencia porque pensamos que de esa forma las manejamos, pero en realidad provocan alteraciones orgánicas como la hipertensión, la ansiedad o perturbaciones de los ritmos biológicos.

-¿Cómo deben manejarse las emociones para que jueguen a favor de nuestro bienestar?

-Lo más conscientemente posible. La represión es un mal negocio que se vuelve siempre contra uno. Puede ser una solución, pero hay que buscar otra que suponga pagar un precio menor.

-¿Es mejor dar rienda suelta a lo que sentimos y verbalizar nuestras frustraciones?

-¡Claro! Cuando hablamos llevamos lo que sentimos a la consciencia, que te anima a la acción para favorecer nuestro bienestar. Las emociones reprimidas que callamos y nos ocultamos se expresan siempre en trastornos de nuestros órganos.

-Afirma usted que cuerpo, alma y espíritu configuran la vida que llevamos. ¿Cómo lo hacen?

-El cuerpo y el alma son indivisibles. Cuando una pareja se besa lo hace en cuerpo y alma. El hombre es psicosomático y por tanto la enfermedad es siempre en cuerpo y alma. Hay que procurarse un entorno espiritual positivo porque muchas veces nos contagiamos de pensamientos erróneos con la misma facilidad que con un virus.

-Como personas podemos, queremos y debemos hacer determinadas cosas y ahí surge el conflicto, porque no siempre podemos hacer lo que queremos o debemos hacer y eso nos crea un problema. ¿Sale de ahí la enfermedad?

-La enfermedad surge cuando hay un desequilibrio o deficiencias entre estos tres verbos: querer, poder y deber que son la estructura patética y emocional profunda de toda vida humana que transcurre entre el querer, siempre relacionado con el corazón; el poder, con el hígado, y el deber, con el cerebro. La inteligencia emocional combina corazón y cerebro, pero sin olvidar la capacidad hepática.

-¿Qué tienen que ver los trastornos hepáticos con los conflictos emocionales?

-La enfermedad es siempre a la vez de origen psíquico y físico aunque uno pueda estar más oculto que el otro. Lo hepático está relacionado con la dificultad para el ejercicio práctico de la vida. Esta gente puede desarrollar hepatitis. La otra enfermedad es la de la vesícula hepática. La envidia que no puede expresarse por vergüenza saldrá a veces como un cólico hepático.

-El rubor, la sudoración, la subida de la tensión también están relacionados con lo que ocurre en nuestro cerebro, ¿verdad?

-No sólo en nuestro cerebro, también en el alma que viaja siempre con nosotros. El rubor suele ser por vergüenza; la sudoración, por angustia, y la subida de tensión, por una indignación inconsciente. El pensamiento no está sólo en el cerebro.

-¿Qué valor tiene la psicoterapia en la era de la neurociencia?

-Cada vez hay más demanda de psicoterapia y desgraciadamente aparecen versiones burdas, espurias y banales. La psicoterapia profunda trata de cambiar la manera de reaccionar y de vivir del paciente. Modifica ciertos rasgos del carácter, de nuestra manera de ser y de proceder, para favorecer el bienestar de la persona. Hay enfermedades que surgen por nuestra manera de ser. Mucha gente acude al psicoanalista como si fuese al dentista sin darse cuenta de que es un proceso lento basado en la rehabilitación de los hábitos.

-El que tiene un motivo para vivir vence cualquier adversidad, promete usted. ¿Cómo se adquiere ese motivo que falta en tantas ocasiones?

-Lo importante es lograr no perderlo. En realidad uno vive para algo que le da valor a su vida y para alguien. Sólo se encuentra sentido a la vida en la relación con las personas que nos importan, entre las que hay que incluir a los enemigos, porque muchas veces vivimos para aniquilar a ese enemigo. El amor no se puede entender sin el odio. Hay odios que curan y amores que matan.

-¿Cómo debemos administrar la nostalgia del pasado y nuestras metas, unas veces excesivas y otras, sin esperanza?

-La nostalgia tiene que ser mesurada al igual que nuestros ideales. Hay que vivir el presente sin la negación de lo antecedente ni de lo consecuente. Si la nostalgia es excesiva es una huida del presente, un volver para atrás que es imposible.

-¿Para qué me sirve la consciencia y cómo debo manejarla?

-La consciencia sirve para mostrar parcialmente lo que nos falta, las carencias. Nunca le presta atención a lo que uno tiene. Por eso hay parejas que juntas echan de menos la soledad y cuando se separan añoran estar juntas.

-¿Por qué pudieron curar en 1995 a Milena, aquella niña de 5 años con un cáncer terminal, un caso que usted relata en su obra?

-Hemos atendido muchos casos de cáncer y, aunque los pacientes mejoraron, al final se murieron. Es difícil revertir una enfermedad tan grave. El caso de Milena es excepcional. Tuvo la suerte de dar con una psicoterapeuta también excepcional que descubrió en la niña malestares tremendos de letargo y odio.

-¿Dónde está entonces la solución: en el diván o en los fármacos?

-Es cuestionable decir que con el psicoanálisis se puede alterar el desarrollo de un cáncer. Lo que sí se puede conseguir es que el paciente viva más o con mejor calidad de vida. La solución mágica a la cura de las enfermedades graves no existe. Los fármacos pueden ser maravillosos si no se administran excesivamente. No hay que olvidar tampoco que el tipo de cáncer y el lugar en el que se desarrolla tienen que ver muchísimo con el conflicto emocional que padece el enfermo.

-Así que no te toca por azar?

-Las vicisitudes biográficas estudiadas seriamente en los enfermos de hígado son distintas a las de los enfermos de riñón o del corazón. La rabia reprimida puede aparecer en forma de úlcera en un enfermo mientras que un hipertenso tendrá una rabia más vinculada a la indignación.

-He leído que las insatisfacciones nos engordan, ¿es cierto?

-La obesidad está relacionada con la gratificación oral. Ante la sensación de falta de afecto o de imposibilidad para realizar algo se recurre al alimento como sustitutivo. También hay otras personas que recurren al alcohol. Algunos estudiantes en vez de prepararse estudiando se preparan engordando. Detrás de la gordura hay muchos sentimientos reprimidos y una industria muy potente con alimentos dañinos para la salud.

-Usted relaciona la hipertensión con la indignación en su libro "Soy o estoy hipertenso". ¿Es difícil de curar?

-El hipertenso suele ser una persona indignada que siente que pierde su dignidad. La hipertensión es un estado transitorio muy difícil de cambiar porque la sufren seres pródigos que dan mucho esperando recibir también mucho a cambio y al no sentirse correspondidos tienen una sensación de injusticia e indignidad.

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