Cuando el Monseñor Darío Edoardo Viganò se hizo cargo de la televisión del Vaticano el 22 de enero de 2013 no sabía que pocos días después tendría que organizar la retransmisión de un acontecimiento sin precedentes en los últimos seis siglos. El sacerdote brasileño, de 52 años de edad, fue el encargado organizar la retransmisión televisiva de la renuncia de Benedicto XVI. La misión se enfrentaba a una paradoja que el sacerdote tuvo que resolver: aunque haya dos Papas, la Iglesia Católica sólo reconoce una autoridad.

"Narrativamente, había que escenificar el final de algo, una muerte", explicó tras su ponencia en el Congreso de Escuelas Católicas, ayer en Oviedo en el edificio Calatrava. "Todas las grandes cadenas querían estar allí para retransmitirlo. Si les dejamos, se meten en el helicóptero con el Papa.", rió. "Tomamos las riendas de la situación y decidimos ser nosotros -la televisión del Vaticano- quien le contara el evento al resto del mundo", relató.

Toda la narración que guionizó Viganò se fundamentó en una alegoría que duró un segundo. En una imagen, que por sí sola, debía representar ese final, esa "muerte". "Necesitábamos un fotograma que hablara con voz propia, de una enorme carga emocional. Apostamos por el momento exacto en que el helicóptero despega de Roma porque era el principio del fin del Pontificado de Benedicto XVI ", explicó.

Sin embargo, la hoja de ruta del religioso experimentó un contratiempo: el despegue de la aeronave se retrasó unos minutos. "Todo estaba saliendo bien. En Roma había una luz maravillosa. Después de cubrir toda la ceremonia, teníamos dispuesta la cámara para, en un plano detalle, enfocar las ruedas de la aeronave", recordó, para después enunciar un problema técnico. "televisivamente, un plano cerrado mantenido en el tiempo resulta molesto".

Así que se la jugaron: "No nos quedó más remedio que pinchar sutilmente otras cámaras, arriesgándonos a perder el momento que resumía todo". Aunque al final no fallaron. Y lograron captar "el instante justo de separación del Papa del suelo. El punto y final del relato llegó con el cierre de puertas de la residencia papal en Castel Gandolfo, pero el instante clave ya lo teníamos", apuntó.

El despliegue fue "mastodóntico", dijo, porque había que resumir un "momento histórico" pero muy emotivo del que "todos estaban pendientes", finalizó el único hombre que ha tenido que guionizar un evento sin precedentes en los últimos seis siglos.