La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La jefa asturiana del CSIC

Rosa Menéndez, una dosis de talento, trabajo y mano izquierda para el buque insignia de la ciencia española

Rosa Menéndez, en una imagen reciente tomada en el Parque de Invierno de Oviedo. IRMA COLLÍN

Rosa Menéndez no suele perder la sonrisa. Sonrisa abierta, inequívoca, no para guardar las apariencias. Es la suya una mezcla de sangres y orígenes, presidida por el entorno de su concejo natal, Cudillero, que es lugar que imprime carácter.

La nueva presidenta del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) nació en 1956 en Corollos, aldea de interior, esa media montaña que mira al Cantábrico pero de lejos. Rosa María Menéndez López es también producto humano y académico de una escuelina rural, de un internado en el colegio praviano de Los Cabos, destino natural de muchos de los chavalinos despiertos de la comarca que nacieron en los años cincuenta; y de las enseñanzas de don Santiago, el profe de Física y Química. Nada surge por generación espontánea, siempre hay algo o alguien, en algún rincón de la biografía, que explica cosas.

Se licenció en la Universidad de Oviedo, especialidad de Química Orgánica, disfrutó con las clases de José Barluenga y de tantos otros profesores de una Facultad que es referencia y orgullo de la alta academia asturiana. Y, por decirlo más gráficamente, nunca se quitó la bata blanca del laboratorio.

Fue directora del Instituto Nacional del Carbón (INCAR) de 2003 a 2008, uno de los tres organismos del CSIC que tiene sede en Asturias. Su trayectoria investigadora, larga y fecunda, le sirvió para ganar en 2009 el Premio DuPont de la Ciencia. Lleva años en el laberinto administrativo de la gestión pero esa tarea la ha compaginado con su trabajo científico. Vidas paralelas, más o menos compatibles, a base de esfuerzo y de algún que otro regate al reloj.

Su llegada al escalafón más alto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas -la primera mujer en la historia del CSIC- no le supondrá un aterrizaje traumático en los altos despachos de la selva madrileña porque Rosa Menéndez ya ocupó el cargo de vicepresidenta de investigación científica y técnica y de hecho ejercía hasta la fecha como delegada institucional del CSIC en el Principado.

El buque insignia de la investigación en España le sacó partido, y mucho, a Rosa Menéndez en esta última faceta que tiene que ver con el reto de enseñar lo que se hace, de mostrar las fortalezas y, en definitiva, de que la ciencia penetre en la sociedad, de la que sale y se nutre. Ejerce aquí Menéndez de profesora, enseñante de la ciencia, y se nota que su vocación docente, como ella alguna vez reconoció, fue incluso anterior a la química.

En el INCAR ha trabajado y dirigido líneas de investigación en relación con materiales derivados del grafito y muy especialmente con el grafeno, ese material con ínfulas de milagroso, flexible, transparente, y con una dureza doscientas veces superior a la del acero. El Instituto del Carbón lleva trabajando el grafeno desde 2009, muy poco después de que el nuevo material apareciera en nuestras vidas, y Rosa Menéndez estuvo a pie de laboratorio desde el minuto uno.

Otra línea de investigación que la ha acompañado en esta última década ha sido el de las técnicas de captura de CO2.

Madre de dos hijos, Alejandro y Laura, universitarios que ya vuelan por sí mismos, Rosa Menéndez ha desarrollado una particular inteligencia emocional, relacionada con la pasión por su trabajo y la autoimposición de un objetivo no siempre compartido por muchos de los investigadores de este país: divulgar, y divulgar bien la ciencia.

Mujer de tablas contrastadas, capaz de adecuarse al auditorio que tenga enfrente. Generosa a la hora de aceptar citas pedagógicas, a partir de ahora lo tendrá más difícil en Asturias porque sus obligaciones de gestión y, sobre todo, de representación, van a exprimirle el calendario.

Su currículo admite pocas dudas. Licenciada en 1980, doctorada en 1986, Rosa Menéndez López lleva publicados más de doscientos artículos en revistas de alto impacto y ha dirigido, hasta la fecha, un total de dieciocho tesis doctorales.

Tiene registradas nueve patentes y las estanterías de su hogar, en Oviedo, se adornan con una decena de premios y reconocimientos, aunque ella tienda a relativizarlos. Uno de ellos fue el alemán "Shunk Carbon Award" para investigadores jóvenes, concedido en el año 1996. Por entonces ya andaba Rosa Menéndez experimentando con materiales del carbono.

Oviedo es una ciudad que está presente en su vida desde que, siendo adolescente, llegó a ella para cursar el COU y, posteriormente, los estudios universitarios de Química. Una ciudad en la que se siente particularmente a gusto, el campo San Francisco, El Fontán, el Oviedo antiguo, el Parque de Invierno... Ella sabe lo que es vivir en ciudades británicas y estadounidenses, fruto de sus estancias académicas. En la capital asturiana, en Asturias en general, la nueva presidenta del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (va a sustituir a Emilio Lora-Tamayo) encuentra las dimensiones vitales perfectas.

Los que la conocen destacan su capacidad de trabajo y una minuciosidad que compagina con cierto espíritu pragmático. Exigente, extravertida y muy rigurosa. De verbo directo y con filosofía de al pan pan y al vino vino (Cuideiru y su espíritu tendrán algo que ver en esto), Rosa Menéndez ha participado hasta ahora en más de treinta proyectos nacionales e internacionales de investigación. En cinco proyectos europeos le tocó, además, ejercer el papel de coordinadora.

Es miembro del Consejo Rector de la Agencia Estatal de Investigación y de la Comisión Nacional de Evaluación de la Actividad Investigadora, así como del Comité Científico Asesor del Principado.

Tendrá ahora a su cargo una "empresa" con 13.000 investigadores (de ellos, unas 4.500 mujeres). Si alguien piensa que las cifras la asustan, se equivoca de pleno.

Compartir el artículo

stats