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El amor hace cumbre

Tania Plaza, guarda del Meicín, acepta en el Urriellu la propuesta de matrimonio que por sorpresa le hizo su pareja

Tania Plaza y David Matos, "Gummo", en la cima del Urriellu ya prometidos.

¿Qué tendrá el amor que, por duro que sea el ascenso, siempre hace cumbre? Quizás Tania Plaza, guarda del refugio del Meicín (Las Ubiñas, Lena), tenga la respuesta. Su pareja, David Matos, "Gummo", le pidió matrimonio por sorpresa en la cima del Urriellu. A ella la subida le había acelerado el corazón, era la primera vez que escalaba, pero las pulsaciones se dispararon de verdad cuando vio aparecer a su novio detrás de una roca. Antes de que reaccionara, a 2.519 metros de altitud, él sacó un anillo. La respuesta resonó en el monte: "Sí, sí y mil veces sí".

"Estoy en shock. Estas cosas no me pasan a mí, que soy una chavala de las Cuencas, esto pasa sólo en las películas", dice Tania Plaza, desayunando en el refugio, con una risa nerviosa. Frente a ella está Gummo, tatuador con estudio en La Felguera, alérgico al matrimonio hasta que se curó con el antihistamínico del amor. "Nunca pensé en casarme, hasta que me reencontré con ella. Con ella sí quiero", afirma.

La pedida pudo ser de película, pero es que su historia es un peliculón. Se conocieron cuando eran adolescentes y hubo "flechazo". Idas y venidas, salieron un tiempo pero lo dejaron "porque no era el momento". Hace dos años decidieron que la vida era demasiado corta para vivirla separados. "Llevaba un tiempo pensando en pedirle matrimonio, pero quería hacer algo especial", explica Gummo, sentado a la mesa del refugio.

Ahí mismo empezó a trazar su plan romántico. Fernando Alonso y José Álvarez, amigos de la pareja, le contaron que Tania quería subir al Urriellu. "Nunca lo había hecho, sabía que ese día era muy especial para ella, y quise hacerlo inolvidable", dice Gummo. Ella le pidió que la acompañara, pero él la engañó con una excusa. "Me contestó que hacía poco que había subido y que pasaba, la verdad es que me enfadé un poco", reconoce.

La noche antes del ascenso, desde el refugio del Urriellu, Tania intentó hacer las paces. Preguntó dónde había cobertura, y los guardas le indicaron una zona sin señal para el móvil. Todos eran cómplices de Gummo, que estaba alojado en la zona de vivac (a escasos metros del refugio) junto a su amigo Apu.

Su plan era madrugar más que Tania, llegar a la cumbre antes y esperar detrás de una roca: "Cada vez que alguien se acercaba, apagábamos las luces del frontal y nos escondíamos", ríe Gummo.

Amaneció en el Urriellu y Gummo siguió el plan. Desde la cima vio a Tania a pie de vía. "Yo estaba nerviosa, pero los guías que llevábamos son unos máquinas". Esos máquinas son Martín Moriyón y Fernando Calvo, expertos conocedores del Urriellu y casamenteros para la ocasión. "En un momento del ascenso dije que no podía, y Fernando me respondió que me subía él como fuera". "Cardio, cardio, respira", la animó ya muy cerca de la cumbre.

Satisfecha y exhausta, llegó. Se sentó un momento, respiró fuerte y vio aparecer a Gummo. "¿Pero cómo subiste?", acertó a preguntar. La respuesta fue el anillo. Ella dice que alucinó y él que todo mereció la pena "por ver la cara que puso". Bajaron, tuvieron que rapelar. Ya en la base, dice Tania, "lloré como una guaja". Asegura que Gummo le ha regalado el día más feliz de su vida, pero que hubiera aceptado en cualquier parte. "Sí, sí y mil veces sí", siempre, en la cima de Asturias o buceando en el Blue Hole.

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