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Cinco madres que perdieron a sus hijos a manos de sus exparejas se unen por móvil para apoyarse

"Nadie mejor que nosotras entiende este sufrimiento"

Pablo, Ruth, José, Miriam, Amets, Sara, Miguel Ángel y Leonardo tenían entre 14 meses -el más pequeño (Pablo)- y 9 años -la mayor (Amets)- cuando los asesinaron. Sus padres o las parejas de sus madres los mataron a sangre fría por el simple motivo de vengarse de ellas.

Margarita Dopico, Ruth Ortiz, Gema Cuesta, Bárbara García y Yulia Lantukh son las madres. Todas sacan fuerzas de donde sólo ellas saben para levantarse cada día de la cama, cumplir con su rutina y seguir adelante con su vida. Son unas luchadoras natas. De hace un tiempo para acá las cinco han establecido contacto, se intercambian mensajes y se apoyan entre sí cuando a alguna le flaquean las fuerzas y el ánimo le cae por los suelos. Podría decirse que son amigas, pero tienen una amistad muy peculiar: algunas no se conocen ni en persona pese a hablar y a confesarse cosas que muchas no les contarían ni a sus más allegados; y todas darían lo que fuera por no haberse conocido nunca ni tener la más mínima relación. Lo que más felices les haría es no saber nada unas de otras, porque eso significaría que sus hijos siguen vivos.

A todas les ha unido la terrible condición de víctimas de la violencia machista y, quizás, en su aspecto más cruel: les hicieron lo peor que se puede hacer a una madre, matar a lo que más querían en el mundo, sus hijos. Por venganza, porque sus verdugos fueron lo más cobarde que puede ser un hombre y se mostraron incapaces de asumir el fin de sus relaciones o matrimonios.

Estas cinco mujeres son también "Las Luchadoras", con mayúsculas. Es el nombre de un grupo en el teléfono móvil, con Whatsapp, que impulsó Ruth Ortiz hace un par de meses y al que se han ido uniendo poco a poco todas. También forma parte del mismo María Chamón, aunque por circunstancias distintas: es la madre de Laura del Hoyo, asesinada en 2015 por Sergio Morate, exnovio de su amiga Marina Okarynska, a la que éste también mató. El motor del grupo "Las Luchadoras" son sus nueve hijos asesinados y mantener viva su memoria. El objetivo: apoyarse entre sí y evitar que algo tan terrible vuelva a pasar.

"Nos ayudamos compartiendo lo que nos ha pasado, porque nadie mejor que nosotras para entender y empatizar con cada uno de los momentos que hemos tenido que sobrellevar y superar. Compartimos las inquietudes que tenemos respecto a la atención prestada a mujeres como nosotras y apoyamos todas las iniciativas que consideramos que ayudan a evitar que esto siga ocurriendo, y también las que ayudan a las que, por desgracia, lo hemos sufrido y seguirán sufriéndolo", explica Ruth Ortiz. "A mí me rompieron, igual que a todas. Cuando hablamos entre nosotras, no es sólo revivirlo. Eso que pasó está ahí. Lo que me atormenta es que se olvide a mis hijas. Entre todas hablamos, nos contamos cosas y sabemos cómo son esas cosas", añade Bárbara García.

La asturiana y Ruth Ortiz hablan para LA NUEVA ESPAÑA ante la conmemoración, el próximo 25 de noviembre, del Día contra la violencia de género, una lacra para las mujeres, sí, pero también ambas quieren alertar de la necesidad de prestar más atención a las víctimas colaterales, los hijos. Porque si Bárbara García accede a hablar de su caso es por Amets y Sara, cuya memoria quiere preservar por encima de todo. La mayor habría cumplido el pasado agosto 12 años; la pequeña, Sara, cumpliría 10 el próximo domingo.

"¿Cómo voy yo a negarme a hablar de ellas y a recordarlas? Por raro que parezca el recuerdo de Amets y Sara no me ayuda a mí a salir adelante, porque el reloj sigue ahí detenido. Pero necesito que los demás sigan recordando, porque eso de alguna manera me dice que yo he sido madre y que tenía unas preciosas hijas", relata García, que después de tres años tiene claro que "el tiempo no cura nada, pero sí hace callo".

En lo personal echa en falta más tacto, más comprensión y aliento, gestos de la sociedad que le hagan ver que el recuerdo de sus pequeñas siempre estará ahí. "Al principio hay mucha gente, luego pasa el tiempo y quedan unos pocos", describe. Su pareja y familia han sido fundamentales para que siga adelante. "Son los que tienen que aguantar mis momentos de bajón, de odio, de rabia? Ante esta situación surrealista y dolorosa han sido mis más próximos los que, a base de insistencia, de aguantar mis altibajos y mis salidas de tono, han hecho que cada día me levante de la cama y pueda encarar el día a día".

Si algo lamenta esta mujer de 43 años es no poder echarse a la cara al verdugo de sus hijas, con el que convivió 10 años (una relación que nunca formalizaron, por lo que ahora no tiene derecho siquiera a una pensión de viudedad). Ella es la única del grupo "Las Luchadoras" que no puede enfrentarse al asesino. Todos los demás han sido puestos ante la justicia y pagan en la cárcel por lo que han hecho. Pero la expareja de Bárbara García se suicidó tirándose del viaducto de Artedo (Cudillero) tras matar a golpes a las niñas en San Juan de la Arena (Soto del Barco). "Las otras tuvieron un juicio. Ojalá yo pudiera desahogar con él todo, que a él le doliese todo lo que yo sufro y hago sufrir a los que tengo alrededor".

El apoyo institucional a estas mujeres ha sido escaso y concentrado al principio de su pesadilla. "Han sido tres años duros y dolorosos, más cuando te sientes abandonada a tu suerte, porque las administraciones son frías. Tan sólo aparecen cuando suceden los hechos y cuando los medios de comunicación se hacen eco de estos actos criminales. Luego todo vuelve a la normalidad, pero no para nosotras, porque para las víctimas ya nada vuelve a ser normal", dice García.

Con las herramientas que tienen, que son pocas, tratan de hacer ver a la sociedad y a las instituciones la necesidad de que cambien las cosas y se pongan todos los medios para evitar situaciones que en su caso, desgraciadamente, desembocaron en tragedia, algo que muchas de ellas se temían. Pero no tuvieron apoyo para evitarlo.

"Las Luchadoras" no son consideradas víctimas del maltrato, algo que está llamado a cambiar con el Pacto de Estado contra la violencia de género, aprobado en el Congreso el 22 de septiembre, y que incluye una serie de medidas para mejorar la situación, siempre y cuando se pongan medios y dinero. Entre ellas, figura que las madres con hijos asesinados por sus exparejas sean reconocidas como víctimas de la violencia de género y, por tanto, gocen de los mismos derechos -que, no obstante "son pocos", matiza Ruth Ortiz- que tiene el resto de maltratadas. Mayor y más efectiva vigilancia de las mujeres y los menores, más ayudas a las víctimas -"A cada una le corresponde solicitarlas, pero reivindicarlas es cosa de todos", apostilla Margarita Dopico- y una educación efectiva en igualdad, prevención y protocolos de actuación desde el colegio y en todos los ámbitos de la sociedad son otras de las reivindicaciones. "Es necesario que se siga un protocolo estricto en las órdenes de alejamiento y que ante una duda, se salvaguarde la seguridad del menor", incide Bárbara García. "Tiene que haber personal específico tanto en juzgados como en comisarías. Queda todo por hacer desde el momento que sigue habiendo más víctimas y nadie ha podido remediarlo".

La asturiana estuvo a punto de ir en septiembre al Congreso cuando se aprobó el pacto contra la violencia. Allí estuvieron Ruth Ortiz y otras mujeres. "Me hubiera gustado estar, además tengo pendiente conocer a Ruth en persona". No pudo ir, entre otras cosas, porque ese día tenía que trabajar. Y aunque hubiera podido pedir el día sin ningún problema, decidió que no. "Yo debo seguir pagando una hipoteca y eso depende de que tenga trabajo. De momento, gracias a la sensibilidad del responsable de la empresa en la que estoy puedo hacer frente a las facturas".

Todo esto lo cuenta a LA NUEVA ESPAÑA en su casa de Soto del Barco, rodeada de decenas de fotos de sus guapas y risueñas hijas y de multitud de recuerdos de ambas que llenan estanterías y armarios. "A algunos no les gusta, o dicen que les hace daño. Pero a mí me sirve", se explica. Poco a poco ha recuperado la sonrisa, tiene planes de futuro y da gracias por llevar un año seguido trabajando, de limpiadora en una empresa de la zona. Ruth Ortiz también ha ido poco a poco rehaciendo su vida. Tiene pareja, trabaja de veterinaria en una clínica en Huelva, su ciudad natal, donde reside.

Es cierto que ambas no se conocen en persona, pero saben mucho la una de la otra, del sufrimiento que comparten. Tienen un vínculo muy fuerte: la memoria de sus hijos. Ninguna ha perdonado a su asesino. "No, nunca", responde sin titubear Bárbara García. "El perdón no es posible", remata Ortiz.

Amets, Sara y su recuerdo eterno

Hace un año en el parque de Soto del Barco se inauguró un monolito -a la derecha, visto por su parte trasera- en recuerdo de Amets y Sara, asesinadas el 27 de noviembre de 2014. Un acto en el que el alcalde, Jaime Menéndez Corrales, leyó un relato sobre mariposas que a día de hoy la madre de las pequeñas, Bárbara García, no olvida y quiere agradecer públicamente. En el tercer aniversario ésta ha encargado una placa -a la izquierda, con los nombres de Amets, en rosa, y de Sara, en rojo, sus colores preferidos- para colocarla. Lo hará el domingo, el día en que Sara habría cumplido 10 años. "Es de la marmolería Galán C.B. de Pravia. Fermín, el que me atendió, no quiso cobrarme", agradece García.

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