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La cosechona que va en calderos

Genuario Suárez, de 84 años, ejemplifica a quienes durante toda su vida han surtido a los llagareros con manzana de producción casera

Genuario Suárez Ángel González

En un momento en el que el sector aspira más que nunca a profesionalizarse, los llagares asturianos siguen reivindicando la figura del cosechero de manzana a pequeña escala. El paisano del pueblo que durante casi toda una vida ha surtido de materia prima a las prensas con la producción casera, el propietario de pomaradas más por afición que por otra cosa que en estos meses de cosechona despacha casi a diario varios sacos de la manzana que dobla los pomares.

Es, por ejemplo, el caso de Genuario Suárez, de 84 años y vecino de Deva, que desde hace dos décadas acude de forma puntual al llagar de Trabanco con su cosecha de manzana de denominación de origen protegida. "Nunca falla", sostienen en el llagar, que hace unos días quiso rendirle un peculiar homenaje en sus redes sociales como ejemplo de esa infraestructura silenciosa que sostiene una parte importante del sector sidrero.

Genuario posee desde hace años una finca en la parte alta de Deva, una ladera que "era todo prado y eucaliptos" y que con tiempo y esfuerzo ha transformado en una plantación de "unos 700 manzanos", explica este leonés de La Magdalena, gijonés de adopción por su matrimonio con María Gloria Pérez. "Mi padre siempre tuvo labranza, yo soy de pueblo y de campo", explica el vecino, jubilado hace un par de décadas de su negocio de electrodomésticos de la calle Ramón y Cajal. Así que en cuanto le llegó el momento de dejar la vida laboral activa se entregó en cuerpo y alma a su pasión, la de plantar y cosechar.

"Tengo plantados manzanos de casi todas las variedades de la Denominación de Origen Protegida", explica en pleno proceso de recolección. Porque, aunque la producción en años de buena cosecha llega, como es este otoño, hasta las 30 toneladas, "lo recojo todo a mano, y el día que no vengo a apañar parece que me falta algo", indica. Cada día desde primeros del mes de octubre Genuario cumple con el ritual: "Llego a Deva sobre las diez de la mañana y me pongo hacer montones, luego los cargo y los llevo por la tarde a Trabanco, siempre se lo llevo a ellos y alguna vez a Piñera cuando necesitan completar con alguna variedad de las que yo tengo".

En cada viaje diario, "en algunas ocasiones hasta dos viajes al día", Genuario transporta cerca de 500 kilos en su coche. Y en el llagar de Trabanco le esperan como cliente fijo, de esos que nunca fallan. "Aún me queda por recoger, si el tiempo no se tuerce mucho más acabaremos dentro de poco", afirma secundado por su mujer.

En la finca de este cosechero, además, nunca falta la manzana. La vecería no causa estragos porque, como explica, "procuro abonar, regar y limpiar, no hay mucho más secreto". Eso, y eliminar el exceso de floración en primavera para que el árbol no se agote. El año pasado, en el que apenas hubo manzana, Genuario consiguió recolectar 16 toneladas.

Y paradójicamente, "no pruebo la sidra; si acaso un poco de zumo de manzana para los nietos, pero no me acuerdo cuándo entré en un chigre, y no sé si alguna vez habré pedido una de sidra", asevera. Lo suyo es la manzana, que transporta en calderos "sin carretilla ni nada", se queja su mujer, porque "es una forma de hacer ejercicio, y mientras podamos, así lo haremos".

Y Genuario se despide con prisas porque aún le quedan manzanas en los árboles esperando para ser transportadas al llagar, y "estos días ya daban lluvia". En Trabanco le esperan, porque saben que él, como muchos pequeños cosecheros de los pueblos, nunca fallan.

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