Entre lo lúdico y la denuncia más descarnada transcurrió ayer la protesta de las feministas por las calles de Oviedo, en el día contra la violencia machista. Los colectivos pusieron en escena un juego teatral en el que, sirviéndose de las estatuas que salpican el mapa ovetense, fueron descubriendo el verdadero drama de la violencia estructural que golpea a las mujeres aún hoy, a pesar de una ley de Igualdad aprobada y vigente, pero que en el fondo "no se aplica". Ni las diputadas regionales se salvaron de este repaso inmisericorde. Los colectivos de la Plataforma Feminista de Asturias pidieron a las parlamentarias -con un cartel colgado en la reja de la Junta General del Principado- que denuncien los abusos de los que han sido objeto por parte de sus compañeros, como han hecho recientemente las diputadas belgas, en una vuelta de tuerca más de la campaña "Yo también" iniciada con las revelaciones del acoso sufrido por las actrices de Hollywood. Y resaltaron la valentía de la exconcejala y abogada gijonesa Libertad González al salir a la palestra para confesar que había sido víctima de malos tratos: "Gracias, Liber, en nombre de todas".

Durante la manifestación -colorista, alegre, reivindicativa, desinhibida y muy marchosa, merced a los esfuerzos de un incansable grupo de tambores-, el cine tuvo otro inesperado protagonismo. Fue en el momento en que la comitiva se detuvo ante la estatua de Woody Allen, en la calle Milicias Nacionales, para pedir al Consejo de Igualdad que inste "al Ayuntamiento de Oviedo una petición para quitar la estatua de este depravado de nuestras calles", en palabras de Eva Irazu, improvisada portavoz de la Plataforma Feminista de Asturias. "No se creyó a su mujer cuando denunció que Woody Allen había abusado de una de sus hijas. Luego se casó con otra hija diferente. Lo que importa siempre es la palabra del hombre", denunció Irazu.

La propia Irazu explicó que, aunque la sociedad está muy sensibilizada con la lacra de la violencia machista, falta mucho por hacer. "Esa violencia no solo consiste en las agresiones físicas o sexuales. Es posible que las jóvenes actuales no hayan sufrido esa violencia, pero quizá no tienen identificados los micromachismos que sufre la mujer a diario. En un momento u otro de nuestra vida, a todas nos han llamado putas alguna vez, para agredirnos, o para controlarnos", advirtió.

Los seiscientos participantes en la manifestación corearon lemas bien conocidos. Desde "No son muertes, son asesinatos" a "Con ropa o sin ropa, mi cuerpo no se toca", o "Nos queremos vivas, libres y combativas". También hubo referencias constantes al mediático juicio a "La Manada" por la violación en grupo de los Sanfermines. "Tranquila, hermana, aquí está tu manada", o "Cuando una mujer dice no, es que no, que no". Los colectivos criticaron que el juez rechazase incluir mensajes de Whatsapp de los acusados que denotaban con qué actitud acudían a la fiesta, y aceptase en cambio un informe de detectives sobre la vida de la denunciante tras la agresión, "una campaña repugnante que pone en tela de juicio la palabra de la víctima".

Sobre esta asunto hablaron la vicesecretaria del PSOE, Adriana Lastra, quien pidió que se acabe con los "juicios paralelos" en los casos de violencia de género, y también el secretario general de la FSA. Adrián Barbón, quien calificó de "vergüenza" que se de la vuelta al sufrimiento de las víctimas y tengan que "pedir perdón por reconstruir sus vidas". Además, Barbón aseguró que "faltan voluntad política y dinero" para acabar con la violencia. A este último punto se refirieron las feministas durante la lectura de un comunicado en la plaza de la Catedral, punto de destino de la protesta. "No somos moneda de cambio", indicaron en referencia al Pacto de Estado contra la Violencia. "Escuchen y solucionen", fue la exigencia al Gobierno.

Así terminaba un periplo por las estatuas de Oviedo. Ante la estatua de La Lectora, junto al Campoamor, evocaron la historia de una niña insultada por acudir a la biblioteca. Ante La Bailarina, la de una joven manoseada por un productor. Ante La Fotógrafa, en el parque de San Francisco, la de una profesional ninguneada por ser mujer. Ante La Gorda, en la Escandalera, la historia de una mujer violada en una guerra, que aún así guarda amor hacia el hijo fruto de ese asalto. Ante La Pescadera, en Trascorrales, la de una mujer que trabaja hasta la extenuación por un mísero sueldo y que por eso recibe el desprecio de su marido. Ante La Lechera, la de una trabajadora que recibe los comentarios soeces de los hombres. Finalmente, ante La Regenta, en la plaza de la Catedral, la historia de una mujer ignorada por su marido y acosada por un clérigo, vilipendiada por ello como adúltera y mentirosa.