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"Me quería morir, tenía pensamientos suicidas"

La historia de otra asturiana que aguantó las agresiones de su expareja: "Me llamaba zorra y me escupía"

Cristina, víctima de malos tratos

Cristina, víctima de malos tratos

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Cristina, víctima de malos tratos Marián MARTÍNEZ OVIEDO

Cristina vive en plena batalla legal con el padre de su hijo, del que se separó cuando el pequeño era sólo un bebé. "Pero ya no aguantaba más". Las disputas y el maltrato de su pareja, de la familia de él y de su entorno, le produjeron varias crisis de ansiedad y en la última tuvo que estar hospitalizada. "Me quería morir. Sólo tenía pensamientos suicidas", recuerda. Asegura que fueron muchas las chicas que le advirtieron "del riesgo que corría", pero ella no las creyó. "Estaba tan enamorada que sólo le creía a él". Parecía una relación ideal. Se conocieron practicando deporte y empezaron a quedar. Un café, a comer, a tomar algo... "Así empezamos a salir. Éramos muy compatibles. Llevábamos una vida tranquila vinculada al deporte, paseos, cine... Me trataba muy bien. Así que acabé dejando mi piso y me fui a vivir con él", relata Cristina.

Cuando la relación se formalizó y empezó a acompañarle a sus compromisos profesionales, comenzaron las complicaciones. "Es un hombre de éxito en su profesión, así que todos le tienen un pedestal y a mí nunca me quisieron, ni su familia, ni sus amigos, ni su entorno. Siempre les resulté molesta; era un cero a la izquierda".

La pareja de Cristina tenía "fans y muchos seguidores", y se producían situaciones que a ella le resultaban "incómodas", pero que "soportaba por él". Un día, una chica la siguió y le contó que estaba embarazada y que el padre era su novio. "No la creí, y se lo conté a él, que por supuesto lo negó. ¡Le creí y era cierto!".

Luego fue ella la que se quedó embarazada. "Me puse enferma y ya empecé a ver cosas que no me gustaban. Su trabajo era lo primero y para mí sólo había malas contestaciones". Un día, sus padres "me advirtieron de que él tenía que estar concentrado y que yo no podía distraerle. Me sentí fatal. Cuando se lo conté, se enfadó con sus padres, y parecía que la cosa iba a ir bien".

Pero nada más lejos de la realidad. Cristina, pese a su delicado estado de salud por el embarazo, le acompañó a un viaje de trabajo. "Me dijo que me tenía que haber dado un puñetazo en mi cara de asquerosa". Ahí empezó su calvario.

"Creí sinceramente que la culpable era yo, y cuando teníamos las broncas y me gritaba, yo le contestaba. Pero entonces él se ponía muy agresivo y yo me callaba para que se tranquilizara". Cristina recuerda, como si hubiera ocurrido hace sólo unas horas, un día que le tiró comida a la cara y luego le lanzó un cuchillo. "Él nunca tenía la culpa, siempre decía que era yo la que le provocaba. Me llamaba zorra, puta, asquerosa...". Cristina agacha la cabeza; no puede contener las lágrimas. "No me dejaba ni ir a la peluquería y un día, de la rabia, cogí unas tijeras y en plena discusión me corté el pelo. Me dijo que estaba loca. En realidad él quería una sirvienta. Quería estar a lo suyo, entrenar, andar de fiesta con sus amigos, ir y venir cuando quería y que yo me quedara en casa con el niño. Él marchaba de nuestra casa para la de sus padres y volvía cuando quería. Eso sí, me traía la ropa para lavar. No lo soportaba, pero tenía miedo de irme y que me quitara a mi hijo".

Podría contar mil y un hechos. Como el día que le cogió el móvil y vio que le había escrito un exnovio. "Me escupió, me dijo que cuando estaba embarazada le daba asco, me cogió por el cuello y me dio que ningún otro hombre iba a entrar en esa casa, y me estrelló el teléfono contra el suelo". Las escenas de celos se repitieron. "Te machaca tanto que llegas a pensar que lo haces mal todo. Me decía que me iba a matar y un día que venía en coche, no aguanté más, tuve que parar y yo misma llamé a una ambulancia. Estuve tres días en psiquiatría, pero no conté nada. Sólo quería ir a buscar a mi hijo". Pero se encontró con que tuvo que ir a los tribunales y aún hoy sigue pendiente de si le darán la custodia a ella o a su padre.

"Las víctimas tenemos que tener muchas pruebas para que nos crean. A mí me siguen, me acosan, me amenazan, me han rajado las ruedas del coche... pero como no los han pillado infraganti, no puedo hacer nada. Denunciamos y entonces empieza otro calvario", se lamenta.

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