La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Día contra la violencia machista

El machismo que no se ve, al descubierto

Numerosas actitudes cotidianas encierran posiciones de superioridad o violencia contra las mujeres: no dejan marcas, pero sí heridas

Los grandes acontecimientos de violencia machista conviven con el día a día de las relaciones de género que apenas chirrían salvo en la dignidad de las víctimas. Unos lo llaman machismo invisible; otros, micromachismos. No son noticia de primera página ni de telediario. No deja marcas, pero sí heridas. Y tan acostumbrados estamos a ellos que la sociedad los asume con espíritu incluso deportivo. Ahí está el problema.

El lugar de la casa. Es un proceso sutil y prolongado en el tiempo, que probablemente pase inadvertido para todos los protagonistas de la historia. Tiene que ver con ese lugar del sillón que queda reservado para el hombre de la casa o ese rincón "de papá" que cobra importancia de reserva masculina. ¿Por qué? No se sabe. Objetos que ocupan lugares prioritarios, cosas "de él" que tienen mayor visibilidad en el hogar.

Los rescoldos del piropo. El piropo vino a menos, gracias a Dios o a quien proceda. El piropo tenía algo de castizo, en un país que ya (casi) no lo es. Con el tiempo degeneró en el comentario soez, versión cruda de un acercamiento que en cualquier caso resulta inaceptable. Del "eres la flor más guapa del jardín" al "te follaría hasta dejarte seca" hay un trecho de muchos años. De lo cursi a lo salvaje... la Historia misma de este país. Sigue habiendo mucha intromisión callejera, que según en qué medida, se acepta con resignación.

Hijos del prejuicio. Vale para las mujeres, también para los hombres. Los estereotipos nos dicen que las mujeres conducen fatal, que se orientan de pena, que son bichos inescrutables, capaces de hundir la vida al más pintado (nos viene el estribillo desde los tiempos de Eva y la manzana). Son prejuicios que están tan enraizados en la sociedad que pueden con cualquier esfuerzo en educación e igualdad. Hay uno especialmente peligroso, el que une éxito femenino con habilidades sexuales. Es un clásico. Y hace daño.

Machismo TIC. Alertan de él los psicólogos. Espionaje personal a través de las tecnologías de la información. El móvil es un arma destructora en este sentido, sobre todo si la víctima se deja. Por el móvil se pueden controlar tiempos y espacios, y un sector masculino, mayoritariamente juvenil pero no solo, le saca partido a la herramienta. Controlar es tan penoso como dejarse controlar. El control es maltrato, aunque muchas mujeres no acaben de creérselo.

Ven, que yo te enseño. La sociedad funciona por interrelación de roles. Hubo un tiempo en que la raza blanca ejercía de esclavista y la raza negra se quedaba en el papel de esclava. Hoy nos parece alucinante pero la esclavitud fue un negocio legal en los países "civilizados" hasta mediados del siglo XIX. Para la Historia, anteayer. El rol de superioridad masculina sigue vigente. Tiene que ver con la antropología pero también con la estupidez (no confundir conceptos). ¿Se comporta el empleado veterano de la misma forma ante un becario que ante una becaria que aterricen en la empresa con ánimo de aprender? ¿Cómo nos condiciona el sexo de nuestros interlocutores en esa o parecidas circunstancias?

Lo que esperan de nosotros. Existe determinismo de género desde la cuna. Los educadores se esfuerzan en romper moldes pero ¡qué difícil resulta! La campaña navideña de juguetes sigue metiendo miedo a pesar de que se avanzó lo suyo. En una clase de Infantil, una niña de cinco años quiere disfrazarse de pirata -rol muy masculino-. ¿Y si un niño de esa misma edad quiere disfrazarse de princesa, rol claramente femenino? Estamos condicionados por lo que somos, por lo que queremos ser y por lo que esperan los demás que seamos.

El lenguaje que nos desnuda. Dime cómo hablas y te diré quién eres. Lo pesado es un coñazo; lo bueno es cojonudo. Este es un país rodeado de "cosas de hombres" desde el viejo coñac al fútbol omnipresente. El lenguaje es una carga de profundidad de la que no nos libramos. Y en esto, a pesar de la cansina bipolaridad del "nosotros y nosotras, compañeros y compañeras", hemos avanzado muy poco. Los hombres siguen siendo los dueños del lenguaje, y el que controla el lenguaje controla la vida.

Luz de gas. Es una forma de maltrato invisible, a veces hasta para la maltratada. ¿Se imaginan convivir con alguien que de forma sistemática ponga en entredicho opiniones, puntos de vista e incluso sentimientos? ¿Alguien que ningunee o subvalore actividades o iniciativas? ¿Alguien que llega a poner en duda la capacidad psicológica de la persona que vive a su lado? Eso pasa, y les pasa a muchas mujeres. El término "luz de gas" es heredado de otro anglosajón, de difícil traducción por otra parte. Puede que no haya violencia física, ni insultos ni amenazas. Es un maltrato más sutil, que tiene que ver con el desprecio. Demoledor en todo caso.

El sexo mata... dignidades. Probablemente alguno de los integrantes de La Manada, los cinco bandarras acusados de la violación en grupo de una joven en los Sanfermines de 2016 reprodujeron en su acción en la oscuridad del portal navarro algunas de las imágenes que habían visto en cualquier película porno de serie C. Representar al hombre y a la mujer como objetos rehenes de clichés establecidos es casi tan viejo como la primera grabación de los hermanos Lumière. La publicidad fomenta los lugares comunes hasta límites grotescos. Una joven se come un bombón helado con cara multiorgásmica sacando "esa fiera que lleva dentro". Ese mismo spot pero con un varón de protagonista produciría escalofríos, cuando no carcajadas.

Compartir el artículo

stats