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Día mundial de la lucha contra el Sida

Con el virus del sida desde hace treinta años

La vida de una ovetense, hoy jubilada, que plantó cara al VIH y fue madre pese a que se lo desaconsejaron

Pilar Rodríguez, portadora de VIH: "Nos siguen discriminando"

Pilar Rodríguez, portadora de VIH: "Nos siguen discriminando"

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Pilar Rodríguez, portadora de VIH: "Nos siguen discriminando" Pablo Álvarez

Pilar Rodríguez Fernández (Limanes, Oviedo, 1957) es portadora del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Se enteró cuando, a los 30 años, se quedó embarazada. Desde ese momento tuvo que afrontar episodios vitales muy duros que relata en estas líneas. Ha sido secretaria del colectivo de afectados "Vivir en positivo".

Coqueteo con las drogas. "Cumplí 18 años el día en el que murió Franco. Me tocó toda la vorágine del posfranquismo. Tuve una juventud un poco loca, como otra mucha gente, y después vino la resaca. Anduve tonteando con las drogas, y lo dejé en 1983. En 1987 quedé embarazada y pedí que me hiciesen una prueba, porque había leído que había una enfermedad nueva. Me dijeron que era seropositiva, y que no podía tener el niño. Fue un shock; no podía aceptarlo todo junto".

Aborto y huida. "Me recomendaron el aborto; más bien me abocaron a abortar. Aborté y me dispuse prácticamente a morir. Pero tenía una pareja que me apoyaba, y que hoy sigue siendo mi pareja, mi marido. Él no es seropositivo. Pasamos unos años muy duros. Yo pensaba que mi vida iba a ser muy corta. Quedé embarazada de nuevo en 1990, a propósito. No quería que los médicos se enterasen, porque sabía que me presionarían para abortar. Nos marchamos de mochileros a Egipto, mes y medio o dos meses, y cuando regresamos yo ya estaba de cinco meses. El médico me dijo que estaba loca. Yo le dije que si después me tocaba llorar que lloraría, pero el alma y el cuerpo me pedían tener un hijo".

Calvario en el hospital. "Bruno nació en septiembre de 1990. En Maternidad del HUCA me trataron fatal. Me tenían aislada en una habitación, entraban con mascarillas, querían atarme a la cama... Fue muy desagradable. El niño tuvo sufrimiento fetal y nació prácticamente muerto. Pesó 3,750 kilos, pero tuvieron que meterlo en una incubadora. Me dijeron que podía tener cosas horribles. Hoy tiene 27 años y es un chaval perfectamente sano, ha hecho una carrera y un máster, y vive en Irlanda con su novia".

Más de veinte pastillas diarias. "Después de dar a luz ya empezaba a haber medicación. Pasé por todas las fases: el AZT, que sentaba fatal; una batería de fármacos que te destrozaban el riñón, el hígado, el intestino... Además, veíamos que la gente caía como moscas: amigos, conocidos. Pensabas cuándo te tocaría a ti. Sobre 1994 llegué a tomar veintipico pastillas diarias. Trabajaba de autónoma, y me dediqué durante años a viajar por Asia para comprar mercancías para mis dos tiendas... Era duro, pero posible, gracias a mi marido, por supuesto. Durante 15 o 17 años fui a Asia dos o tres veces al año. Hasta que llegó la crisis, y las tiendas dejaron de ser rentables, y yo estaba cansada de tanto luchar, mis padres eran mayores... Me jubilé. Ahora tengo un huertín urbano en la zona de Villafría. Por el verano tengo tomates y por el invierno espinacas y cosas así".

Alimentación, yoga, higiene mental. "Con esta enfermedad puedes convivir perfectamente, pero tienes que ser consciente de que puede traerte muchos problemas. Yo, afortunadamente, nunca tuve ninguna enfermedad. La única vez que estuve hospitalizada fue para el parto. Eso sí, me cuido mucho: no fumo, no bebo, como sano, hago yoga, camino y trato de tener higiene mental, de evitar pensamientos negativos para no intoxicarme. Ahora tomo una sola pastilla. No me quejo".

Persiste la discriminación. "Quiero refutar la falsa creencia de que los portadores del VIH ya no somos rechazados socialmente. Cuando vas a buscar un trabajo, a ver quién te contrata para preparar la comida a sus hijos pequeños; ni te quieren para trabajar en alimentación, ni en una peluquería, porque igual te cortas... Les falta información. Con una medicación adecuada, ninguna persona tiene por qué transmitir la enfermedad".

Una persona afortunada. "Lo que voy a decir ahora puede extrañar: a mí, esta enfermedad me ha dado muchos disgustos, pero me ha hecho valorar mucho la vida. Me ha hecho más reflexiva, menos alocada, menos superficial... Empiezas a valorar lo que tienes, que respiras por ti mismo, que puedes comer, salir y tomar el sol... Y piensas lo afortunada que eres al poder disfrutarlo. Cuando interiorizas eso, todo empieza a tomar sentido".

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