No existen horizontes inalcanzables con esfuerzo, trabajo y, eso sí, también con ayuda. El ejemplo palpable se vio ayer en el Aula Magna del edificio histórico de la Universidad de Oviedo, donde cuatro jóvenes con discapacidad relataron sus experiencias en la institución docente. Son el ejemplo de la constancia y la superación, y el éxito es su mayor felicidad. El consejo: que las dificultades no sean un obstáculo.

El acto, impulsado por la Oficina de Atención a Personas con Necesidades Específicas (Oneo) de la Universidad asturiana, se enmarcaba en el II Encuentro por la diversidad, con motivo del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, que se celebra mañana.

El primero en intervenir fue el avilesino David Díaz Parrondo, estudiante de grado en Contabilidad y Finanzas y con una seria discapacidad auditiva. Gran deportista, practica entre otros deportes baloncesto, atletismo y, en el verano, surf en Salinas.

"Se dice que uno juega como entrena, y el entrenamiento es físico, técnico y táctico. Pues eso lo he aplicado siempre al estudio", afirmó. Pese a las enormes dificultades que le produce su discapacidad, nunca se ha dado por vencido, buscando los apoyos necesarios para salir adelante. El resultado es que "la incertidumbre cuando llegué a la Universidad dio paso a la ilusión y a las ganas de progresar", afirmó antes de dar apoyo a todas las organizaciones, instituciones y entidades que facilitan los medios y las ayudas necesarias para que estas personas puedan estudiar.

Alicia Pérez San Martín es graduada en Fisioterapia. Sufre discapacidad auditiva desde que tenía dos años. "El año más difícil fue el primero. Coger apuntes a la vez que hablaba el profesor, se hacía imposible". Así que solicitó ayuda a la Oneo, que le facilitó un becario de acompañamiento -un alumno que cursa las mismas asignaturas y le facilita los apuntes-. Luego pasó a un dispositivo inalámbrico que le permitía escuchar al profesor.

"No fui consciente de la cantidad de retos que había superado hasta que aprobé el trabajo de fin de carrera. Ahora tengo tres trabajos", aseguró orgullosa antes de "animar a todos los que tienen una discapacidad a tener ambición y no ponerse límites". Y de paso, una serie de "consejos" a la Universidad para que mejore en las ayudas que brinda.

Sara Roces Bárcena, que sufre una discapacidad visual, es graduada en Lenguas Modernas y sus Literaturas. Habla cuatro idiomas y ahora realiza un máster hispano-francés en la Universidad Complutense de Madrid en colaboración con la de Sorbona, lo que le facilitará trasladarse el año próximo a París para concluir sus estudios.

"Estoy muy orgullosa, porque las dificultades fueron muchas. Pero de lo que más me arrepiento es de no haber hecho el 'Erasmus' por miedo. Por eso animo a todos a que se vayan porque es una de las mejores experiencias que puedan vivir". Y añadió que "nadie debería tener miedo, tenemos que afrontar las dificultades para ser independientes y que cada propósito que nos planteemos lo cumplamos, porque eso nos hará felices", aseguró.

La avilesina Marta Rodríguez Jardón es estudiante del grado en Biotecnología. Sufrió un cáncer hace once años, benigno, pero que le limita enormemente el movimiento del cuello. "Tuve que salir de la zona de confort en la que viví superprotegida, y eso me ayudó a la hora de ir a la Universidad". Aún así, asegura que "nadie me puso pegas" y como su limitación le suponía grandes dificultades para escribir, los profesores aceptaron que acudiera a las clases con ordenador, e incluso algunos le permitían hacer los exámenes.

"Podemos realizar una vida universitaria completamente normal, superando obstáculos y logrando éxitos. Exactamente igual que los demás", aseveró.

Y detrás, apoyando, ayudando, animando, sufriendo y celebrando con ellos, sus familias, para las que también hubo agradecimientos. Es una lucha individual que se juega en equipo.