Lo peor fueron el frío y también la soledad. Lo saben bien los amigos de Felipe Menéndez y de Miguel García, los dos náufragos de Peñas a quienes la muerte les rondó durante las doce horas que permanecieron en las aguas frías de un Cantábrico decembrino, en la soledad de un tiempo que se hacía infinito, agarrados al trozo de madera que había sido su lancha. Fueron horas eternas mirando la Luna y las luces perdidas de las embarcaciones que faenaban en la zona. La esperanza de sobrevivir brotaba y se desvanecía por momentos. Los dos amigos que el pasado miércoles 6 de diciembre partieron de San Juan de La Arena (Soto del Barco) a pescar sanmartinos no imaginaban que aquel día que parecía normal terminaría en extraordinario. Solo cuando tras una noche entera en el agua los divisó un remolcador del Puerto de Avilés supieron que habían vencido al miedo y a la hipotermia.

A media tarde ambos pescadores se habían internado en una mar plana a bordo de la lancha "Julia María", el nombre de la mujer de Miguel García, "Milu" para sus amigos. Uno de ellos es Juan Bautista Prendes. Él se había hecho cruces para poder salvarlos. Cuenta que el frío adormeció las piernas y los brazos de las pescadores, mientras resistían los embestidas de las olas, amarrados a los restos de la barca. Ese mismo frío y esa soledad hace mas de medio siglo lo vivió el marinero colombiano Luis Alejandro Velasco, a quien dio voz e inmortalizó el periodista Gabriel García Márquez, mucho antes de alcanzar el Nobel.

Prendes, más tranquilo ahora, cuenta a LA NUEVA ESPAÑA que fue a ver a sus dos amigos al hospital en un par de ocasiones y también se llevó a casa esa sensación de frío de la que García como Menéndez tanto hablan y sintieron durante las doce horas que estuvieron a punto de dejar el mundo bajo las olas. "No saben, bueno, ahora sí, ni a qué altura naufragaron ni cómo", apunta Prendes. Lo que notaron fue "un golpe tremendo por detrás". Y luego toda el agua del mundo.

Prendes reconstruye la peripecia de los dos hombres. "Cogieron los chalecos", se cogieron a los maderos, comenzaron las doce horas peores de todas: las que hilan el final venidero con un nuevo comienzo sorprendente, el que viven ya en sus respectivas casas.

Julia González, la mujer que daba nombre a la lancha, conoció precisamente en La Arena mirando el mar y aguardando a los dos pescadores a Carmen Sampedro, la esposa de Menéndez. Ambas aguardaban a los dos pescadores que ya eran uña y carne. "Ahora son hermanos gemelos", dice Sampedro.

Carmen Sampedro cuenta que "a partir de ahora va a celebrar dos cumpleaños". El mar tiene estas cosas y cuando llega la noche, se profundizan mucho más.

Mientras esperaban, sus maridos, heridos por el frío, se protegieron entrelazando los chalecos para no separarse. Abrazados se cubrían las manos ateridas con ellos y sólo gritaban cuando veían alguna luz que pudiese traer la esperanza de un rescate.

Y es que muy pronto los dos hombres empezaron a pensar que todo había terminado. Juan Bautista Prendes refiere que esas luces perdidas iluminaban la alegría y la decepción. Daban esperanza y la quitaban. Los dos pescadores reclamaban la atención de otros pescadores de madrugada con silbatos, que gritaban más que ellos mismos. Pero todo el esfuerzo parecía no dar fruto y que las aguas gélidas serían sus últimas aguas, y aquella Luna, su última Luna.

Prendes, a medianoche, tuvo la certeza de que la vida de sus dos amigos corría peligro. Habló con Carmen Sampedro, la mujer de Felipe. Le dijo que no iba a volver a La Arena si no era con ellos. Prendes recorrió cada metro que va desde la isla de la Deva y hasta la Erbosa, desde La Arena a Peñas. No los veía. La noche se estaba haciendo día y Prendes no podía dejar de pensar en sus dos amigos. Llevaba una radio. Escuchó entonces que el remolcador "Alonso de Chaves" había dado con ellos y que los dos estaban a salvo, helados y exhaustos...

Los dos marineros fueron recogidos a pocas millas de Peñas. Los dos náufragos prometen seguir en la mar. Sus dos mujeres están convencidas de ello. "Miguel desde el accidente se emociona constantemente, está muy agradecido por el apoyo de sus compañeros que salieron a buscarle, por la impecable labor de Salvamento y por el cariño recibido en prensa", cuenta su esposa, Julia González. Ella cree que su marido y su "hermano gemelo" "sobrevivieron gracias a su fuerza física y psíquica". Y es que ambos "tienen mucha experiencia de navegación, están bastante fuertes" y no se los llevó el cansancio.

Los dos hombres vivieron el frío y la soledad compartida, las olas y la sorpresa... van a seguir pescando, les va la vida en ello. Lo comprobaron durante las doce horas más largas del mundo. Las primeras luces del amanecer iluminaron dos renaceres y una amistad anclada a pocas millas de todo. La vida saludó de nuevo a dos pescadores fuertes que se han hecho más fuertes con el vaivén de las olas.