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La guía secreta de Asturias

La roca que eligió el mar

El castro de las Gaviotas, cercano a la playa de la Huelga, en Villahormes, en el concejo de Llanes, engancha a los amantes de la fotografía y de los paisajes singulares

Detalle del castro de las Gaviotas desde La Canal, muy cerca del mirador natural, en una imagen tomada en plena marea baja. ANA PAZ PAREDES

Diciembre es un mes tan bueno como cualquier otro para disfrutar de algunos rincones de Asturias. Bien es verdad que tanto la climatología como la luz hacen que viajemos equipados de otra manera y más pendientes del reloj por eso de que anochece pronto, y aún más si somos de disfrutar de la fotografía. Uno de esos lugares que enganchan de inmediato cuando se descubren y que en cierta forma se apoderan del espíritu de quien los contempla es el castro de las Gaviotas, cerca de la playa de la Huelga, en Villahormes, en el concejo de Llanes.

En verano, cuando la luz es más cálida y el cielo está despejado, los atardeceres rojizos y rosados invitan a quedarse allí contemplando cómo ese impresionante arco de piedra, enamorado del mar pero muy cercano a la tierra, se enfrenta al oleaje y a las mareas que desde los comienzos de su existencia lo van esculpiendo. Ahora bien, también en invierno tiene su magia. Sobre todo, cuando cesa la lluvia, el mar se calma, el frío se reduce y el paisaje se entrega por completo a quien entra en él como protagonista absoluto de su descubrimiento. A diferencia del verano, apenas se ve a nadie paseando camino del castro o de la playa, en la que desemboca el río San Cecilio, pues a ambos lugares se puede ir al estar en el mismo camino, aunque en direcciones distintas. Todos los sonidos de la naturaleza que acallan las voces de los otros se perciben ahora con total intensidad y entrega.

El descubrimiento de la capilla de Santa Olaya y esos prados verdes que con buen tiempo puebla el ganado que pasta tranquilo entre el mar y la montaña anuncia que se va por el camino correcto. Todo el entorno forma parte del paisaje protegido de la costa oriental. Después de caminar un rato, sin prisa pero con ganas, descubrir finalmente allá al fondo este impresionante arco pétreo, morada de gaviotas en medio del mar, alegra el alma a cualquiera que se emocione con la belleza de Asturias, siempre distinta y cambiante para gozo de quien tiene la suerte de darse cuenta de ello cada mañana.

Un soleado día de invierno, bien abrigados, es sin duda un sitio ideal para relajarse y, sobre todo, para disfrutar de la fotografía, si bien es cierto que hay quien prefiere fotografiar oleaje, algo que también pueden hacer, eso sí, siempre evitando ponerse en riesgo de cualquier tipo. Mejor consultar el estado de la mar antes de ir. Este lugar es uno de esos sitios que relajan y sorprenden, que enamoran y enganchan. Y es que tanto el camino que lleva hasta este rincón llanisco como descubrir lo mucho que mereció la pena hacerlo invita a desear volver pronto.

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