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ENRIQUE CORRIPIO MONESTINA | CRONISTA OFICIAL DE CABRANES, PERIODISTA Y FUNCIONARIO LOCAL

Cabranes, el verde que huele a verde

Los neorrurales del concejo son una referencia ecológica que siembra esperanza

Enrique Corripio, con Santa Eulalia de Cabranes al fondo. E. G.

- Cuénteme una historia.

-Ésta es una historia muy antigua, que tiene que ver con nuestros ancestros. En estas tierras vivían los Cabrangini, también llamados Cabruagénicos. Pastoreaban y cuidaban grandes rebaños de cabras. Se establecieron, entre otros lugares, en la Coroña de Castro, un promontorio estratégico que hace límite con Nava. Por su falda circula la Riega de la Carnicera, así llamada porque cuenta la leyenda que allí se libró una batalla en la que los asentados en la zona prendieron antorchas en los cuernos de las cabras para simular un gran ejército y confundir al invasor.

Enrique Corripio Monestina, cronista oficial de Cabranes, nació en 1954 en Casa del Río, un lugar a pie de la vieja carretera que conduce a Nava e Infiesto. En aquel hogar fundado por sus bisabuelos, tiene hoy Corripio un bar tienda y estanco que es un poco museo y un pozo de recuerdos con chimenea. "Una vez, cuando mi abuelo estaba al frente de esto, entraron el bandolero Bernabé y algunos de los suyos. Y toda la clientela brazos en alto. Mi abuelo había cobrado un cargamento de manzana para sidra y en un descuido sacó la cartera del bolso y la tiró entre unos odres de vino. Si se la encuentran, la ruina".

Cabranes es un concejo en miniatura, 38 kilómetros cuadrados, seis parroquias, 27 pueblos y 78 caseríos, en su mayoría aún poblados. Santa Eulalia (Santolaya), la capital, es uno de esos lugares en que todo está a mano: parque, plaza, bar, Ayuntamiento, residencia de la tercera edad, iglesia y polideportivo.

Un poco más abajo, la escuela, y cerca de ella un polígono industrial -donde antes se asentaba el campo de fútbol- que huele a crema de avellana. Sirve, como anécdota para explicar este aprovechamiento máximo del territorio el pueblo de Vegapallía, en la AS-255: entre el cartel que anuncia la entrada en la localidad y la señal que informa de su final hay un trecho de 150 metros; principio y término que se dan la mano.

En la escuela de Santa Eulalia, perteneciente al CRA La Coroña, hay neños y a la salida de clase se forma un pequeño atasco de padres y coches. Es casi un milagro que tiene que ver en parte con el movimiento neorrural que vive Cabranes desde hace años. "Son en su mayor parte parejas jóvenes con vocación de autoconsumo. El pueblo de Arriondu se ha llenado, sobre todo de ingleses. Cada segundo domingo de mes organizan un mercado en Santa Eulalia donde venden sus productos artesanales y hay intercambio". Lo denominan El Tenderete.

Esto es "un foco de atracción y de referencia ecológica, y siembra de relativa esperanza nuestro porvenir", asegura Enrique Corripio, licenciado en Ciencias de la Información, funcionario del Ayuntamiento local y cronista oficial del municipio desde 1992.

La plaza central de Santa Eulalia es la plaza del Emigrante. Los cabraniegos apuntaron a tres destinos americanos, México, Argentina y República Dominicana, y a otros tres europeos, Bélgica, Holanda y Alemania. ¡Cuánta ayuda llegó desde América en los años veinte y treinta! Y cuánta querencia de los que se fueron hacia su tierra natal. No fueron casualidad las banderas mexicanas y argentinas que ondearon en Torazo cuando en 2008 fue elegido "Pueblo ejemplar de Asturias".

Corripio guarda un recuerdo particular, el día en que encontró en un desván un ejemplar de "El Eco de Cabranes", publicación nacida en 1906 que ha llegado, con lógicas interrupciones, hasta nuestros días. Ahora lo dirige este periodista que quiere rendir tributo a los cuatro pioneros que pusieron en marcha un periódico que fue nexo de unión sentimental con la emigración cabraniega.

Son Joaquín Álvarez de la Villa, Jesús G. Robés, Jesús Arango y Cesáreo del Valle, un personaje fascinante este último, tío abuelo político del actual cronista, abogado, director del hospital de Oviedo, y al que le tocó poner firma en la declaración que abría el primer número: "El Eco de Cabranes, lector amable, no tiene pretensiones de ser un periódico; es, sencillamente, una crónica de Cabranes y para Cabranes...".

"El Eco" tiene hoy carácter semanal, con doble tirada en papel y en digital. Las noticias de Cabranes siguen "viajando" a los cinco continentes. Éste es un concejo bien contado y, por tanto, bien sentido.

"Aquí siempre hubo espíritu aventurero, pero sobre todo necesidad. Y esa necesidad se acentuó desgarradoramente en la década de los sesenta, en la que un gran número de jóvenes del concejo fueron arrastrados a la emigración. Aquellos que se tuvieron que ir merecen hoy nuestro reconocimiento y nuestro afecto", dice Enrique Corripio.

"Cuentan que las madres de los emigrantes esperaban a ver el vuelo de una mariposa junto a su casa como prueba de que pronto llegaría una carta del hijo ausente". Hoy, las nuevas tecnologías permiten videoconferencias "y eso atenúa la dureza de la distancia, pero siguen estando lejos".

La plaza del Emigrante está presidida por Montesín, el cabrito que vive en la cresta de la "N" de Cabranes, un logo rescatado del relato referencial de la figura cultural más ilustre del municipio, María Josefa Canellada.

La filóloga buscaba para el cabritín una Arcadia en la que brincar. Y escribió desde El Escorial: "Si pudiéramos, Montesín, llevate a un paradisu verdi, con bayura de verdi, llevábamoste a Asturies. Ellí, el verdi yé otra cosa. El verde güel a verde. Los praos, les cotolles, les sebes. Asturies ye como un reinu de los cuentos, suave y duru al empar, y vieyu como é vieyu el so falar tamién".

"Nuestro paisaje es un tesoro", afirma el cronista con el Picu Incós, cima del concejo, al fondo. "Sigue habiendo ganaderías, no muchas, pero sí potentes. Me pregunto qué dirían nuestros aborígenes los Cabrangini si vieran los ordeños por computadora".

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