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Los apóstoles de la bioquímica

El catedrático Pedro Sánchez Lazo reúne en Oviedo a una docena de exalumnos distribuidos por centros de investigación de todo el mundo

Pedro Sánchez Lazo, en primer término, acompañado de sus discípulos, ayer, en un restaurante ovetense. IRMA COLLÍN

El catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo, Pedro Sánchez Lazo, se cita por Navidad con sus discípulos distribuidos por medio mundo. Es una reunión informal en la que discuten de asuntos académicos y extraacadémicos, de las experiencias de los más jóvenes en el exterior y de las que están por llegar a próximas generaciones y donde se recuerdan también las enseñanzas del maestro. Alemania, Estados Unidos e Inglaterra son sólo algunos de los destinos de este grupo de apóstoles de la bioquímica.

"Tengo a unos veinte fuera de España", dice orgulloso el maestro, que se estableció en la Universidad de Oviedo hace tres décadas. Aunque reconoce que el consejo que da a todos sus doctorandos es que salgan fuera, siempre agradece, como buen mentor, la vuelta a casa del discípulo. Buena parte de ellos se reunieron ayer en Oviedo en torno a uno de los platos, tras la fabada, que más extrañan los asturianos de la diáspora: el cachopo. "La norma, tras la lectura de la tesis, es irse fuera", reconoce Sánchez Lazo, quien realizó un camino muy parecido a sus discípulos cuando se desplazó a Estados Unidos. No en vano, toda su actividad investigadora está relacionada con los mecanismos de regulación del crecimiento y la muerte celular, trabajos que ha desarrollado en las universidades de Nueva Jersey, Boston, Birmingham, Washington o el MD Anderson Cancer Center de Houston (Texas). En su etapa americana conoció al "Nobel" Severo Ochoa, con quien comía en algunos ocasiones. "Nos llamaba a los españoles que estábamos allí", recuerda.

Lucía Cabal-Hierro, licenciada en Bioquímica y una de las discípulas de Sánchez Lazo que se sentaron ayer a la mesa, está en el Dana-Farber Cancer Institute, en Boston, desde hace tres años. Antes pasó por la Universidad de Pensilvania, donde permaneció dos años. Le gustaría volver a Asturias, pero reconoce que esta etapa en Estados Unidos, junto a su pareja, Miguel Prado, está resultando muy fructífera. "Allí aquello que te planteas puedes llevarlo a cabo", indica, "y te facilitan el contacto con otras personas". La joven trabaja en los cambios epigenéticos en leucemia mieloide aguda. "La gente se vuelca contigo, enseguida te enseñan lo que necesites sin esperar nada a cambio", subraya sobre el espíritu que manda en la investigación en Boston. Al final, esta etapa le ha permitido "crecer un montón en poco tiempo".

El mundo allí, subraya el maestro, desde su experiencia personal en Estados Unidos, resulta "más accesible" para los jóvenes investigadores. Lucía Cabal ha experimentado también lo que llaman "charla con el líder", para que los recién incorporados que no son jefes de grupo puedan acercarse a los que se consideran ya como grandes figuras de la investigación. "Se fomenta mucho el trabajo multidisciplinar", relata la joven, quien regresará en unos días junto a su pareja a la actividad investigadora en Boston. Pese a las grandes nevadas, las temperaturas bajo cero y el elevado nivel de vida que lleva a pagar una renta mensual por una vivienda de 2.200 dólares, todas esas dificultades, coinciden Cabal y Prado, merecen la pena. "Es una ciudad única. Nos recibieron con los brazos abiertos y hay una comunidad de españoles que es como tu segunda familia allí", detalla ella.

Su maestro Sánchez Lazo, miembro del Instituto Universitario de Oncología del Principado, licenciado y doctor en Ciencias por la Universidad de Salamanca, donde trabajó bajo la dirección de Julio Rodríguez Villanueva -fallecido este año- y Santiago Gascón, anima a sus discípulos a repetir la experiencia de Cabal y Prado. "Salir al extranjero te cambia la perspectiva y te enriquece, además aprendes a organizarte", resume sobre esta etapa. Pero permite poner en su lugar algunos aspectos que antes no valoraban tanto desde España. El hecho de tener que pagarse un seguro médico de su bolsillo -"cuando una entra en la sala de Urgencias, enseguida te piden la tarjeta de crédito", advierte- les ha hecho percatarse de la importancia del sistema de salud pública español. Sánchez Lazo recuerda que ya en su etapa en Estados Unidos, donde residió un tiempo junto a su mujer y sus dos hijas, llegó a pagar hasta 800 dólares mensuales por un seguro médico. "Al final te das cuenta de que España no es un país tan malo, ni se vive tan mal", resume la discípula.

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