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La Guía Secreta De Asturias

Villar, el vigía de Tazones

El pueblo maliayés, que dista pocos kilómetros del famoso puerto marinero, invita a descubrir sus rincones y el lugar donde mandan el faro y la Ruta del Azabache

Casas y playa del puerto de Tazones desde el pueblo de Villar. ANA PAZ PAREDES

Depende el lugar desde el que se mire Asturias, y por más que se vaya a un sitio siempre resulta diferente cuando nos percatamos de que el camino que elegimos es tan gratificante como el destino final de nuestra ruta. Eso sucede cuando en vez de bajar directamente por la carretera hacia el precioso puertín de Tazones se gira hacia arriba, donde un indicador señala Villar, un pueblo con no muchos habitantes, pero con una ubicación y unas vistas envidiables. Y es que ya poco antes de entrar al pueblo y cuando la arboleda lo permite, Tazones muestra algunos de sus tejados, además de buena parte de la costa y el mar inmenso y azul grisáceo en estos días de invierno.

A este pueblo maliayés, donde habita el faro y que comparte sus historias cotidianas con la de aquellos que lo pasean o bien buscan huellas de dinosaurios, se llega también caminando desde el propio puerto, estando señalizado abajo el camino, dentro de la conocida como Ruta del Azabache, que pasa por el mismo y cuyo destino final es Oles. Hay que subir poco a poco pero, sin duda, tanto cada paso como la llegada merecen la pena. Y aún más para los que tienen querencia por los faros. En este caso, el de Villar se puso en funcionamiento en 1864, siendo electrificado en 1928 e instalándose una sirena en 1953. Está, concretamente, en la Punta del Olivo o de Las Ariceras, a una altura cercana a los 130 metros sobre el nivel del mar y en un recinto ajardinado y cerrado por un muro de piedra.

No faltan en Villar caserías donde algunos aún mantienen sus ganaderías con vacas de leche que pastan tranquilas en praos cuyo horizonte linda con la mar, mientras alguna otra ha cerrado sus puertas y se muestra en venta, como reza un cartel a la entrada de una de ellas.

Además de casas tradicionales y hórreos, donde aún hay cebollas puestas a secar, también hay casas de nueva construcción, así como otras rehabilitadas, con lo que el pueblo luce muy cuidado por sus habitantes. Llama inclusive la atención una casita pintada de azul intenso en un árbol y en cuya fachada se puede leer el nombre de su propietaria, Noe, con un sol asomando en el tejado.

Sin duda, se puede disfrutar de unas buenas vistas en un pueblo con encanto, un lugar que transmite paz al caleyarlo, así como también la posibilidad de conocer y entender la importancia del azabache en esta zona, sin olvidar la presencia de huellas de dinosaurios en el yacimiento del faro. Y es que al poco de entrar en el pueblo de Villar, en la carretera existe un indicador, en un cruce a la izquierda, frente al cual está el cartel que señala el yacimiento, que está, concretamente, en el pedrero.

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