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Alonso Rodríguez, biólogo molecular de plantas: "Sin los fertilizantes hoy sólo comerían los ricos"

"La agricultura ecológica es una absoluta tontería"

Alonso Rodríguez. F. RAMÓN ARECES

Dos graves asuntos preocupan al profesor Alonso Rodríguez Navarro: la falta de alimento para los pobres y el mal camino que lleva la investigación científica en España, precisamente dos ámbitos en los que tiene una autoridad indiscutible, en el primer caso como catedrático emérito de Microbiología de la Universidad Politécnica de Madrid y en el segundo como excoordinador general de la Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora (CNEAI). Sus conclusiones son tan claras como rotundas: "Si prescindimos de los fertilizantes, sólo comerían los ricos". Su confianza en la agricultura ecológica está al nivel de la opinión que le merece la investigación científica en España, país que en su opinión jamás ha apreciado la ciencia y que ahora presume de producir muchas publicaciones pero de escasa calidad, como demuestran sus irrelevantes descubrimientos.

-Profesor Rodríguez, empecemos por su especialidad científica, la lucha contra el hambre en el mundo. ¿Tenemos que recurrir necesariamente a los fertilizantes pese a su mala fama?

-El problema es que no sabemos cómo vamos a poder alimentar a la población que exista en 2050, y hoy no podemos dejar de usar fertilizantes porque en ese caso sólo comerían los ricos. Es cierto que los fertilizantes nos llevan a una agricultura que no es sostenible porque muchos de ellos, sobre todo el nitrato, no se atrapan en el suelo, se van a las aguas subterráneas y las hacen no potables. Eso necesita una alternativa que hay que investigar y además habría que apostar por la plantación de leguminosas, que tienen un grupo de bacterias capaces de fijar el nitrógeno de forma natural, aunque su productividad es más baja que la del maíz o el trigo.

-¿Qué hay de verdad en la denuncia de los ecologistas contra los herbicidas de la multinacional Monsanto por considerar que pueden producir efectos cancerígenos?

-En esta cuestión hay dos partes interesadas enfrentadas, la multinacional Monsanto y Greenpeace, que ha cogido la demonización de los transgénicos como bandera.

-¿Quién tiene razón?

-No lo sé, pero sabemos que Greenpeace impide el cultivo de arroz dorado, que ayudaría a combatir la ceguera en muchos países pobres del mundo. En este asunto en concreto, los ecologistas no tienen razón, pero está claro que Monsanto defiende también sus intereses utilizando herbicidas, sobre todo el glisofato, que está muy cuestionado, para acabar con las malas hierbas donde crecen los cultivos.

-¿Defiende entonces usted el uso de transgénicos en general para combatir el hambre?

-Las plantas transgénicas no dañan la salud y creo que no habría que rechazarlas de forma general.

-¿Cómo van sus investigaciones para emplear agua salada en los regadíos?

-Ese proyecto está en fase de investigación y lo que pretendemos es conseguir que la planta crezca sin problemas con agua de mar, la más abundante del planeta, para ganar muchos kilómetros de terreno cultivable en cualquier delta del mundo.

-¿Es realista aspirar a una agricultura ecológica?

-Lo que hay que aspirar es a una agricultura más sostenible. La agricultura ecológica es una absoluta tontería que sólo alimenta a los ricos. Lo que hay que hacer es investigar.

-Ya sé que usted opina que en España se investiga poco y mal. ¿Por qué no le satisface que ocupemos el noveno lugar del mundo en producción científica?

-Quizá sí somos la novena potencia en el número de trabajos publicados, pero eso no significa nada porque la cantidad no significa calidad.

-O sea, que las publicaciones científicas son un camelo a menos que sean directamente útiles para la sociedad.

-Según Thomas Kuhn, hay una ciencia revolucionaria que anima al progreso científico y una ciencia normal, dedicada a la resolución de enigmas concretos y parciales que no asegura ese progreso científico. Europa está perdiendo la batalla científica y tecnológica frente a Estados Unidos y China al no darse cuenta de que medir la producción científica es algo muy difícil porque el conocimiento es algo intangible.

-Pero España ha publicado en este siglo tanto en revistas científicas como en las principales universidades norteamericanas que están entre las mejores del mundo.

-España nunca ha sido una potencia científica porque aquí nunca se ha apreciado la ciencia. Es cierto que Mariano Rajoy puede recorrer el mundo presumiendo del número de publicaciones científicas que produce España, pero esa verdad hay que matizarla porque descubrimientos se han hecho pocos o ninguno. Funcionamos bien en lo que es ciencia normal, pero no en esa ciencia que tiene que ser útil para la sociedad.

-¿Por qué España no consigue un premio Nobel en Ciencia desde Ramón y Cajal y Severo Ochoa y, en cambio, el MIT ya lleva cinco en este siglo?

-No se puede comparar el MIT, que cuenta con la crema de la crema de los investigadores de las mejores universidades de Estados Unidos, con la base universitaria de España. Las veinte mejores universidades españolas e incluso el Consejo Superior de Investigaciones Científicas no tienen el mismo rendimiento que el MIT, y es porque no se financia a los investigadores sino que se les presiona para que publiquen y no para que descubran.

-Se supone que las publicaciones son medios para conseguir una investigación útil. ¿Es que las consideramos fines en sí mismas?

-Exactamente. Las publicaciones tendrían que ser un medio para comunicar lo que se averigua, pero cuando se convierten en un fin, todo se pervierte.

-¿Cómo afecta esa supuesta concepción errónea de la ciencia a la política de subvenciones a la investigación?

-En que el investigador sólo recibe subvenciones si publica y nadie se ocupa de ver lo que se publica. No se analiza si esa publicación científica se merece o no la subvención.

-Usted critica las primas que se dieron a las energías renovables al compararlas con el apoyo estatal a la investigación científica y técnica.

-Quiero dejar claro que hay que apoyar la implantación de las energías renovables, pero lo que comenté en alguna ocasión fue que durante el segundo Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero las ayudas que se dieron a estas energías eran muy superiores a las que se destinaron a la investigación científica.

-Según usted, los actuales políticos españoles son el mayor obstáculo para el desarrollo tecnológico del país. ¿Ha sido siempre así?

-No. Hubo una época dorada para la ciencia entre 1985 y 1994 cuando se le dio un apoyo político soberbio. Después de 1994 empezamos a entrar en un periodo gris del que no hemos salido porque los políticos no se toman en serio la importancia de la ciencia. La situación se volvió gravísima a partir de 2011. Nuestro sistema científico es de bajo rendimiento, pero podemos presumir de tener gente capaz entre los investigadores.

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