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JOSÉ CARLOS FERNÁNDEZ ROZAS | Catedrático de Derecho Internacional Privado de la Universidad Complutense

"Tengo grandes vínculos en México, donde ser asturiano todavía te abre las puertas"

"En 1987 gané la plaza de catedrático en la Complutense, la primera Universidad de España; era feliz en Oviedo, pero Madrid es para mí la capital de Asturias"

José Carlos Fernández Rozas. FERNANDO GORENA

José Carlos Fernández Rozas (Oviedo, 1950) es catedrático de Derecho Internacional Privado en la Universidad Complutense de Madrid. Tras participar en la elaboración del Estatuto de Autonomía de Asturias, y dejando atrás su militancia política, Fernández Rozas se volcó en su carrera universitaria e inició una prolífica trayectoria en el campo del arbitraje, aspectos sobre los que habla en esta segunda y última entrega de sus memorias.

León. "Las autonomías empezaron a reclamar una Universidad en cada provincia, era una política loca y fue un desastre, porque eso no se podía improvisar. Pero la de León no, ésa estuvo bien creada. La Universidad de Oviedo tenía una Facultad de Veterinaria allí, hicieron un colegio mayor y hacia 1981 crearon una Facultad de Derecho. Así que cuando saqué la cátedra, pude elegir entre irme a San Sebastián o a León, y me fui a León por cercanía con Asturias. Estuve poco tiempo, hasta que pude volver a Oviedo, pero fue una experiencia interesante, y coincidí allí con José Luis Rodríguez Zapatero, que era alumno. Aunque he de reconocer que no me acuerdo de él, la verdad. En cuanto pude me volví a Oviedo y me incorporé a la cátedra de Derecho Internacional Privado".

Madrid. "En 1987 se jubiló Mariano Aguilar Navarro, que estaba en la Universidad Complutense de Madrid, y me presenté a las oposiciones para cubrir la plaza. Yo estaba muy a gusto en Oviedo, pero soy profesor de Derecho Internacional Privado, una materia que se vincula a la actividad internacional, a temas de empresas y negocios, y Asturias no era terreno para ello. No había ninguna actividad internacional. Y aparte estaba el gusanillo de Madrid. Para muchos asturianos, Madrid es la capital de Asturias. Por eso siempre digo que yo no me marché al extranjero, me marché a la capital de Asturias. Aquí los asturianos nos protegemos, no hablamos mal unos de otros. Y también pesaba, claro, que la Complutense era la primera Universidad de España, y yo tenía el prurito de hacer carrera. Así que abandoné la plácida Asturias y me fui a un Madrid que se estaba desarrollando y era tierra de promisión. He pasado prácticamente la mitad de mi vida en Madrid, y han sido años felices. Aunque a mis hijas les costó irse de Oviedo, aún hoy mantienen el acento asturiano".

Gestión. "En 1990, el exministro Jiménez de Parga me llamó para proponerme que me hiciese cargo de la gestión de la Universidad Rey Juan Carlos. Era un regalo envenenado, luego me enteré de que nadie quería hacerse cargo. No había subvenciones y tenía muchos problemas administrativos y urbanísticos. No sabía dónde me metía. Hablando claro, el PSOE tenía la Carlos III, que era su propia Universidad, y el PP quería tener la suya, así que cuando este proyecto cristalizó, el PP se quedó con ella. Hablamos ya del año 1996, que es cuando el PP, que venía de ganar las autonómicas, puso allí sus intereses. Pero en esos años previos habíamos tenido una labor muy dura. Nos instalamos en unos cuarteles donde nació la Guardia Civil, que se adecuaron para habilitar la Universidad, y había muchos problemas urbanísticos. Cuando llegué teníamos 700 alumnos, y lo dejé seis años después con 19.000 y 700 profesores. Luego la Universidad se expandió y se hicieron más campus, y ahora, que ya está desvinculada del PP desde hace años, es una Universidad muy pujante. Pero yo no volvería a la gestión, se aprende mucho, pero se sufre mucho también. En investigación publicas un libro y eso queda, pero en la gestión sólo queda lo malo, los errores que has podido cometer, y no se valora el sacrificio, a no ser que seas un político profesional".

Abogacía. "Había fundado un despacho en la calle Velázquez, así que cuando retorné a la Complutense compatibilicé ambas actividades, porque se daba la circunstancia de que nunca había ejercido la profesión de abogado. Estaba asociado con unos abogados del Estado y aprendí mucho con ellos. Yo no me dedicaba a llevar clientes, sino que lo mío era el asesoramiento en cuestiones de derecho internacional."

Arbitraje. "En los litigios internacionales, como no hay jueces internacionales, hay que revisar las distintas jurisdicciones. Así que los abogados prescinden de las jurisdicciones y nombran a sus árbitros. Sucedió que yo tenía mucha relación con Bernardo Cremades, que era uno de los árbitros más importantes de España, y él me dio el espaldarazo. Empecé a trabajar en arbitrajes con Cuba, sobre todo en temas de hoteles. Tuve nueve seguidos y decidí dedicarme al arbitraje. Luego, hace cosa de quince años, el Gobierno me nombró árbitro del Banco Mundial, y desde entonces siempre he estado llevando uno o dos casos. En este momento presido un tribunal sobre la reclamación de unas compañías holandesas a Venezuela, y también un tema de preferentes para el que me nombró el Gobierno de Italia".

Casos. "Muchos de los casos de arbitraje que he llevado son secretos, suelen ser temas de inversiones, pero hay otros que son públicos. Quizás el más llamativo que tuve, de los que puedo hablar, sea uno que se realizó en Panamá, decidimos cuál era la propiedad de toda la energía eléctrica de El Salvador. De los otros sólo puedo decir que hubo uno sobre un tema de cervezas aquí en España, muy importante y del que nadie se enteró. Eran temas complejos, con muchos millones en juego y mucha presión. Hoy en día, un abogado de un despacho mediano no puede asumir toda la infraestructura que conllevan estos pleitos internacionales, porque los grandes despachos han hecho subir muchísimo los precios".

Latinoamérica. "Gracias al arbitraje he conocido toda América Latina. A partir de los años 90 del pasado siglo, mi vida transcurre prácticamente la mitad del tiempo en Madrid y la otra mitad en América. He sido asesor de varios gobiernos y cruzo el charco más de quince veces cada año. Tengo grandes vínculos allí, sobre todo en México, donde ser asturiano es todavía hoy un título que te abre todas las puertas. Todavía hay un lobby asturiano muy fuerte allí, y en Cuba también. Últimamente asesoro al Gobierno de la República Dominicana".

Discípulos. "Me quedan tres años para acabar mi profesión y jubilarme. Sigo publicando libros, y tengo discípulos como Sixto Sánchez Lorenzo, catedrático en Granada, o Rafael Arenas, de Piedras Blancas, catedrático en la Autónoma de Barcelona, que ha sido presidente de la Sociedad Civil Catalana. Y Santiago Álvarez, que está en la Universidad de Santiago de Compostela y es de un pueblo al lado de Boñar, lo conocí cuando fui catedrático en León. Hice escuela, la segunda generación de la Escuela de Oviedo, donde ha quedado una semilla muy buena de internacionalistas. Hacemos muchos proyectos conjuntos, escribimos libros y trabajamos en proyectos de ley. No paramos".

Familia. "Mi mujer, Conchita Pérez Cubero, es santanderina, pero vivió en Oviedo toda la vida. Y tengo dos hijas, Ana es profesora de Derecho Internacional, como yo, en Alcalá de Henares, y María, la pequeña, es vicepresidenta de la Comisión Nacional de Mercados. Tengo nietos ya mayores. Pero mantenemos los lazos con Asturias, y aún hoy cuando salgo a comer sólo lo hago en restaurantes asturianos. Aunque en Madrid es difícil, es más fácil en México".

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