Los asturianos del siglo XIV pasaban más frío que los del siglo XXI y no solo porque ahora vivamos en un mundo de confort que ni podían soñar en el medievo. Un estudio en el que intervino la Universidad de Oviedo y que acaba de ser publicado en la revista científica Earth Science Reviews define lo que los investigadores bautizan como la "pequeña Edad de Hielo" de la península ibérica, un periodo de temperaturas bajas que se alargó desde inicios del siglo XIV hasta mediados del XIX. Ocurrió a nivel global, sobre todo en el hemisferio norte, pero hasta ahora no se había documentado con tanta exactitud en nuestro país.

La Cordillera Cantábrica y los Picos de Europa fueron dos de los escenarios del estudio que tuvo en Asturias a uno de los firmantes, el geógrafo de la Universidad de Oviedo Jesús Ruiz. "Estamos ante el periodo más frío de los últimos 11.000 años, registrado en todo el planeta", señala.

La investigación, liderada por Marc Oliva, científico "Ramón y Cajal" del Departamento de Geografía de la Universidad de Barcelona, presenta la síntesis más precisa realizada hasta ahora de la evolución del clima peninsular durante los últimos 700 años para contextualizar ese periodo frío y su evolución posterior, y se basa en el análisis de diversas fuentes históricas y registros naturales como el comportamiento de los glaciares, los sedimentos de los lagos o los anillos de los árboles.

El estudio se centra en áreas de montaña de la península, de ahí el protagonismo asturiano. Jesús Ruiz lo justifica: "Son zonas menos humanizadas y en las que por tanto se han conservado bien una serie de registros naturales, como los glaciares, la dinámica periglaciar o las turberas". Pero también se han tenido en cuenta documentos escritos y datos instrumentales.

La intensidad del frío y sus implicaciones eran conocidas en otras regiones del continente europeo, pero faltaban datos ibéricos. El investigador Marc Oliva señala que "una de las principales novedades del estudio es demostrar la elevada variabilidad del clima durante esta fase fría con una mayor recurrencia de eventos climáticos extremos, como olas de frío, nevadas, sequías o inundaciones". Se sabía que era un período más frío que el actual, "pero no sabíamos que había tenido tanta variabilidad ni con tantos episodios extremos que tenían repercusiones decisivas en la vida diaria de las sociedades de la época", explica Oliva.

Episodios de inundaciones extremas como los registrados en el levante peninsular en noviembre de 1617, o en la fachada atlántica en enero de 1626, implicaron la pérdida de cosechas, la destrucción de caminos y puentes y graves daños a la economía. Las recurrentes olas de frío supusieron más mortalidad y cambios en la dieta de las sociedades del noroeste peninsular. Hubo nevadas de gran envergadura que desencadenaban aludes catastróficos, como sucedió en la "nevadona" de 1888 en Asturias.

Según los investigadores, el aumento de temperatura experimentado desde el inicio de la Revolución Industrial es de aproximadamente 1 grado, justo el mismo aumento que se produjo por causas naturales desde la fase más fría de la pequeña Edad de Hielo (1675) hasta sus episodios finales, que coinciden con el inicio de esa actividad industrial humana.

"Un grado de diferencia en la temperatura media anual puede parecernos poca cosa, pero es una barbaridad", dice Jesús Ruiz.