Un conocido refrán dice que "quien siembra vientos, recoge tempestades", lo que es de justicia; pero el problema se produce cuando unas determinadas personas siembran los vientos y son otras distintas quienes tienen que recoger las tempestades. Este símil sirve para explicar lo que está sucediendo con la pediatría de atención primaria en el área sanitaria IV, con cabecera en Oviedo. Durante años, los gestores sanitarios y políticos del Sespa y de la Consejería de Sanidad tomaron decisiones que han provocado tal déficit de pediatras en los centros de salud que gran parte de ellos se ven ahora obligados a enfrentarse a su trabajo cotidiano como si se tratase de una galerna.

Los vientos sembrados en forma de escasez de plazas MIR, insuficiente rotación por atención primaria de los pediatras en formación, contratos precarios, abuso en la utilización de la figura de pediatra de área, mala distribución de los recursos humanos, parquedad en plazas ofertadas en oposiciones... se transformaron en borrasca cuando los pediatras más jóvenes comenzaron a preferir quedarse en el hospital o irse a otra comunidad autónoma, al mismo tiempo que a los veteranos les iba llegando en mayor número la edad de jubilación sin posibilidad de relevo.

Un reciente proceso selectivo cuyo diseño propició que muchas plazas no hayan sido cubiertas por los ganadores de las mismas terminó por desencadenar la tormenta perfecta: no hay pediatras para ocupar plazas vacantes y, mucho menos, para realizar sustituciones. Un ciclón de agendas sobrecargadas, actividades reprogramadas, tareas preventivas y educativas imposibles de realizar por falta de tiempo... junto a la sensación de saturación y angustia del que sabe que después de la tempestad, en esta ocasión, no viene la calma. Un temporal que aguantan las mismas personas que avisaron reiteradamente de que esto se produciría y que durante mucho tiempo resistieron los primeros vendavales con esfuerzo, profesionalidad y, en ocasiones, renuncia a su función docente e investigadora.

¿A cuántos niños puede atender adecuadamente en una mañana un pediatra?, ¿a 30, 40, 60? ¿Se ha parado usted a pensar, por ejemplo, que este profesional necesita al menos un minuto para lavarse correctamente las manos entre paciente y paciente si no quiere servir de fuente de contaminación? Si son 60, una hora entera. ¿Cuánto tiempo emplea un padre o una madre en desvestir y volver a vestir a un lactante? ¿Cuánto es imprescindible para explicar a unos padres angustiados qué tienen que hacer ante la fiebre de su hija? Es milagroso que todo esto se pueda hacer con agendas que, a menudo, sobrepasan los 40 o 50 pacientes pediátricos.

Por esta razón, los pediatras de atención primaria del área IV instamos a la gerencia del área a que asuma su responsabilidad para gestionar esta situación, de forma que se garantice la calidad y seguridad de la atención pediátrica, y al Sespa y a la Consejería a que no desatiendan la suya, que es tomar ya de una vez las medidas estructurales necesarias para que este huracán no se lleve por delante lo conseguido en Asturias durante décadas por la pediatría de atención primaria: mejorar la salud de nuestra infancia.

También firman esta carta: Francisco Javier Fernández López, Luis Miguel Fernández Cuesta, M.ª Ángeles Ordóñez Alonso, Montserrat de Alaiz Rojo, Ana Avello Formoso, Ignacio Carvajal Urueña, Marta Eugenia Díaz Argüelles, María Fernández Francés, Águeda García Merino, Celia González Baschwitz, María Macho Díaz, Isabel Mora Gandarillas, Vanessa Moya Dionisio, Ariana Pellitero Maraña, Carolina Ruano Fajardo, Iciar Sola Casado y Laura Somalo Hernández.