"Todas las noches fingía desmayos y crisis. Se hacía el muerto, se tiraba de la cama, se daba golpes contra la pata de la mesilla de noche. Hasta que se cansaba y paraba". La estancia en la UCI del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) de Gonzalo Montoya Jiménez -el preso que fue dado por muerto por tres médicos y que más tarde revivió cuando iban a hacerle la autopsia- se convirtió en una experiencia traumática para algunas enfermeras. Las profesionales han denunciado el trato recibido ante el servicio de Riesgos Laborales del complejo sanitario ovetense.

El paciente, de 29 años, recibió el alta voluntaria anteayer, martes. Acto seguido, fue conducido de nuevo a la cárcel de Asturias, para seguir cumpliendo su condena. Dejaba atrás 17 días hospitalizado, de los que la mayor parte los transcurrió en la UCI, decisión que no se debió tanto a su estado de salud como a que se juzgó que era mejor sitio que la planta para controlar su comportamiento, muy conflictivo.

"Hubo humillaciones, expresiones obscenas e incluso amenazas de muerte al personal de enfermería. Una compañera que no es precisamente una persona apocada, terminó llorando porque le dijo que su familia se encargaría de castigarla", relató a este periódico una de las enfermeras de la UCI del HUCA. Esta versión ha sido corroborada por varias profesionales de enfermería del área de cuidados intensivos, y también por diversos representantes sindicales del HUCA. Éstos fueron precisamente los que les recomendaron emitir una queja por escrito al departamento de Prevención de Riesgos Laborales, encargado de velar por la salud y la seguridad de los trabajadores, frente a situaciones de estrés, agresiones, violencia... La denuncia fue firmada por las enfermeras de uno de los cinco turnos en los que está organizado el trabajo de cuidados intensivos.

Cuando fue reanimado después de su muerte aparente, los análisis realizados descubrieron en su organismo restos de heroína, cocaína, hachís, barbitúricos y metadona. De hecho, su caso devolvió al primer plano el problema de la droga en la cárcel de Asturias.

Una vez que fue llevado al HUCA y que se repuso, en la UCI hizo gala de un comportamiento muy criticado por los trabajadores sanitarios que tuvieron que atenderlo. "Al principio, nos asustaba, pero su conducta era tan repetitiva que acabamos dejándole hacer lo que quisiera", señala una enfermera. "Quería que por las noches lo sedasen a toda costa. Nos decía: 'Si me despierto y me encuentro atado os mato'. O también: 'O me sedáis o me meto todos estos sueros'. En realidad, eran sueros limpios, era imposible que le hicieran daño", explica una profesional.

La policía estaba a la puerta de la UCI observando lo que sucedía, pero no entraba ni intervenía salvo que los sanitarios así lo reclamasen. "Un día salimos a avisar a los agentes porque se salió de madre. Nos dijeron que si queríamos denunciar que podíamos hacerlo, y que ellos testificarían. En una ocasión, la policía intervino para levantarlo del suelo y meterlo en la cama. Acusaba a los agentes de agresión. Montaba comedias a diario", agrega otra profesional.

Gonzalo Montoya tiene la función renal deteriorada, y eso obligaba a un equipo de nefrología a acudir a la UCI a dializarlo. "Debería seguir una dieta muy estricta, pero su familia le traía a la UCI pinchos y botellas de refrescos", indican las enfermeras. En algunos casos, los médicos trataban de atemperar la situación "negociando" con él, pero los momentos de serenidad no eran demasiado prolongados.