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La Universidad examina de empatía animal

Beatriz Cimadevilla dirige los primeros proyectos fin de grado en la Facultad de Profesorado sobre el arte de comprender las emociones de todos los seres vivos

La profesora Beatriz Cimadevilla, en su despacho de la Facultad de Profesorado. IRMA COLLÍN

La profesora Beatriz Cimadevilla dejó atrás doce años de docencia en la Escuela Superior de Arte del Principado (ESAPA) y la de Oviedo, para introducir en la Universidad la noción de empatía y respeto a todos los seres vivos. Dirige la primera hornada de futuros graduados de Magisterio que realizarán su proyecto fin de carrera sobre expresión plástica y empatía hacia los animales, un asunto que se aborda, por primera vez, a este nivel, en la Universidad. Cimadevilla reivindica a Peter Singer para justificar su proyecto. El profesor de Bioética en Princeton instaba a "derribar la barrera del especismo antropocentrista, igual que desterramos hace tanto tiempo los prejuicios racistas y sexistas".

Mientras algunos pensadores consideran el trato y uso hacia los no humanos como una muestra de la superioridad racional del humano; para otros, entre los que se incluye esta profesora asociada de la Universidad de Oviedo, es una muestra mas de lo que es una sociedad injusta. Por eso, Cimadevilla destaca la oportunidad de formar a los futuros profesores en esa capacidad de reconocer estados emocionales de otros individuos y responder a ellos, sean o no humanos. "Empecé en todo esto por 'Tita' (su perrita). Cuando me la dieron pensaba que era una mascota [como concebía inicialmente a los animales de compañía] pero con el paso de tiempo me di cuenta de que todos los animales son seres sintientes, ni más ni menos perfectos que nosotros como especie humana, que evolucionamos a base del miedo y por agrupación", explica. "Las plantas y los animales también evolucionaron porque si no, hubieran dejado de existir", continúa esta docente que compagina la dirección de proyectos con su propia tesis doctoral. Se ha puesto a las órdenes de José Antonio Méndez Sanz, profesor del departamento de Filosofía, para desarrollar un trabajo que lleva por título "Una nueva filosofía de la educación: la empatía animal".

Si bien en su etapa en la Escuela de Arte ya daba conceptos sobre este tema a sus alumnos, ahora ha decidido introducirlo también en la Universidad. "Lo abordo sin entrar en el veganismo", precisa, aunque la primera ciudad cien por ciento vegana del mundo, Palitana, en India, también se destaca por no existir el maltrato animal. "Nosotros, los seres humanos, nos consideramos la especie dominante, no debe ser así. Todos estamos relacionados por este planeta, todos nos necesitamos", plantea Cimadevilla. Ese proceso cognitivo y emocional a partir del cual somos capaces de ponernos en el lugar del otro, interpretar y sintonizar con su lenguaje corporal, imaginar cómo se siente, en definitiva, cuando empatizamos con las emociones del otro (humano o animal) es el que ahora se examinará desde la perspectiva de los futuros docentes. "La Universidad puede hacer mucho para que todos estemos más a gusto en el planeta", sostiene Cimadevilla. "Creo que éste (la Facultad de Profesorado) era el sitio adecuado pues es dónde se están formando los educadores de los niños del futuro", agrega. Tras una estancia reciente en la Universidad Democritus de Tracia (Xanthi, Grecia) ha podido constatar que hay muchas personas sensibles a sus tesis. En la Universidad griega los alumnos quienes cuidan de perros abandonados. "Con esto no busco ningún mérito para mí sino para que vaya calando en la sociedad", aclara Beatriz Cimadevilla. Educar en el afecto y la empatía hacia todos los seres vivos también favorece la comunicación. "Los niños comienzan a desarrollar la empatía a partir de los 3 años", continúa en sus explicaciones, "y a partir de los 4 o 6 comienzan a entender conceptos morales". A ella le angustia el "holocausto" que a diario se produce con todo tipo de animales, ya sea en granjas peleteras o a través del abandono de los mal llamados animales de compañía. Por eso, precisa, la empatía animal "no es compasión sino justicia; no resta sino que suma y nos permite avanzar como una sociedad más justa", dice rotunda. Los dos grandes impulsos que mueven a la humanidad son, a su modo de ver, el amor y el asombro "y los animales nos dan asombro", certifica esperanzada en que su investigación podrá abrir un campo futuro sobre la empatía animal aprovechando que las leyes ya se están modificando para impedir la cosificación de los animales. "Si otorgamos derechos morales a seres con capacidad de sentir y sufrir, entonces la consideración moral ha de extenderse a los animales. Les debemos ese derecho moral", concluye.

"En mi aula siempre se trabaja el afecto y la empatía; los trabajos fin de grado que desarrollo son sobre expresión plástica y empatía animal. Se han cubierto todos pues existe una demanda y una necesidad", asegura confiada en avanzar hacia "la revolución emocional" a la que se refería Peter Drucker en su libro "La sociedad poscapitalista".

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