Más de doce horas surcando el airbus como un albatros sobre las olas del proceloso océano, desde que abandonáramos el aeropuerto de la Villa y Corte para ver ahora a lo lejos las cumbres de Iztaccihuatl -La mujer dormida- y el Popocatepelt lleno de nieve, con una buena fumata saliendo de las entrañas de la Pachamama.

Por el camino se fueron quedando atrás, a través de los tiempos, cientos de hazañas y aventuras de emigrantes, marinos, navegantes y conquistadores del Nuevo Mundo. Desde el cielo, la Ciudad de México (CDMX) -como ahora se la denomina- es inmensa con una gran boina de contaminación sobre gentes y edificios, y un caos de autos se mueve por sus calles.

Los anfitriones no faltan a la cita. Alfredo y César García Arias -empresarios teverganos y amigos del alma- están esperando al viajero para llevarlo a los cerros de Contadero en Cuajimalpa, donde tienen su residencia.

Al día siguiente, con una mañana soleada -Paseo de Reforma abajo entre la pobreza y la riqueza de Santa Fe- nos acercamos al Centro Asturiano de Tlalpan. Es una ciudad viva con numerosos edificios, muy bien cuidados y restaurados, amplios jardines con arbolado y gentes que se mueven de un lado para otro. Manuel Arias Díaz, presidente de la directiva de la enorme finca, nos recibe de manera cordial y nos invita a conocer todas las instalaciones en vísperas de cumplir su primer centenario.

Para este acontecimiento, se han emprendido nuevas obras y diversas instalaciones que hacen del solar un lugar lúdico, cultural y de encuentros y convivencia de asturianos, españoles y mexicanos. En el recorrido van apareciendo canchas de tenis, campos de fútbol, de juegos infantiles, amplias zonas verdes, piscinas exteriores y de invierno, salas múltiples de recreo, ludotecas, vestuarios, salas deportivas y de mantenimiento, restaurantes, cafeterías, boutiques, servicios médicos? con un monolito que recoge la efeméride y la estatua de Pelayo en una bella escultura de bronce.

Durante el almuerzo, Manuel Arias Díaz (octogenario de buena presencia y mejor salud), natural del pueblo de Vigidel en Valdecarzana, concejo de Teverga, nos cuenta con voz dulce y pausada la vida interna de esta gran asociación civil formada por unos treinta y tres mil integrantes, en la que lleva nueve años como presidente.

Ante una labor seria y solidaria para la convivencia de hombres y mujeres, ante las emociones con seres queridos, a tanta distancia de la tierra natal, uno se siente orgulloso de ser asturiano. De haber sido nacido en Teverga y de llevar sus nombres por el mundo.