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La guía secreta de Asturias

Molinos de Yerbo, testigos de la historia

El pueblo tinetense cuenta con varios ingenios hidráulicos junto al río que da nombre al lugar, alguno de ellos restaurado y en funcionamiento

El molino de arriba, conocido también como de Casa Gómez, su familia propietaria, restaurado hace tiempo y que funciona a la perfección. ANA PAZ PAREDES

Los amantes de la historia de los pueblos, reflejada en sus edificios y en sus piedras, van a encontrar en el pueblo de Yerbo, en el concejo de Tineo, una importante muestra de cómo era, en parte, la vida de los habitantes de esta bella aldea asturiana allá por los años cincuenta. Y es que a la orilla del río que lo baña y de igual nombre, Yerbo, existen varios molinos harineros, algunos en desuso y otros restaurados, que recuerdan aquellos años de grandes siembras de maíz y trigo que una vez recogidos pasaban a convertirse en harina para consumo humano y animal.

Tienen los molinos un encanto especial para quienes los descubren, mientras que para algunos de sus dueños son también los testigos más fieles de cómo se desarrolló la vida tanto de ellos mismos como de quienes les precedieron. Así lo recuerda Paco Álvarez García, natural de lugar, con una excelente memoria y, como el resto de sus vecinos, con una intensa querencia por el sitio al que pertenece. "En vida de mi padre teníamos dos molinos. En los años 50 se sembraba mucho maíz sobre todo y también trigo. Había más ganado de todo tipo y con un solo molino nosotros no dábamos abasto. No son los únicos molinos. En el pueblo hay unos cuantos más, como el de Ca Lulón, que está restaurado pero no en funcionamiento. Eran todos estos molinos maquileros, pero también había otros que molían sólo para su dueño".

La decadencia de su intensa actividad comenzó en los años 70 con la llegada de los piensos compuestos y los molinos eléctricos. "Los almacenes que había por aquí de pienso cambiaron al sistema de los piensos compuestos y, por lo tanto, empezó a haber menos grano y los molinos cada vez molían menos. A finales de los 70 prácticamente fueron parando todos", recuerda.

Un paseo por este hermoso pueblo tinetense es un placer para los amantes de estos ingenios hidráulicos, que en sus buenos tiempos no sólo suministraban harina a los vecinos de Yerbo sino también a los de otras zonas, que bajaban a caballo cargados con los "fueches" de grano y pasaban el día en el pueblo, momento en que aprovechaban para saber unos de otros e inclusive para hacer intercambios o comerciar con algunos de sus productos.

Hoy, en este lugar, como recuerda Paco Álvarez, quedan diez casas abiertas. El tramo de los molinos junto al río es tan singular que todos esperan que sea realidad un proyecto de una ruta etnográfica, de unos cinco kilómetros, que ponga en valor la presencia de esta historia harinera. Aguas abajo y hasta el pueblo de La Tejera hay otros dos molinos bien conservados. "Si se habilitase como ruta el camino vecinal que va junto al río entre La Tejera y aquí, sería muy guapo", dice Paco, encantado de que su hijo Pablo restaurase y volviese a la vida el viejo molino familiar, ese mismo que de nuevo le suministra hoy la harina para hacer los mejores tortos y fariñes de Yerbo.

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