La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los Tesoros Forestales De Asturias | Carbayeda Del Tragamón

El último resplandor del carbayu

El bosque adehesado de Gijón, integrado parcialmente en el Jardín Botánico, constituye una excepcional mancha de árboles centenarios

El último resplandor del carbayu

Las carbayedas, las formaciones de carbayu (roble carvallo), son casi bosques virtuales: no quedan sino pequeñas manchas, dispersas y en su mayor parte muy alteradas, un pálido reflejo de lo que fue la cubierta forestal dominante en los territorios de Asturias situados por debajo de los 700 metros de altitud; unos suelos demasiado apetitosos (por calidad y accesibilidad) para el desarrollo agroganadero, silvícola, urbano e industrial. Se trata, además, de rodales de árboles jóvenes, que no representan la naturaleza real de estos bosques. Únicamente la carbayeda del Tragamón, integrada parcialmente en las instalaciones del Jardín Botánico Atlántico de Gijón, conserva un buen conjunto de árboles centenarios, aunque intervenidos para favorecer la producción de fruto y con una estructura forestal que no es la de un bosque, sino la de una dehesa, con el vuelo muy aclarado por el manejo humano.

Las cuatro hectáreas del monumento natural del Tragamón (2003) están divididas en dos núcleos: La Isla, una carbayeda pura con unos 70 pies de carbayo de entre uno y tres siglos de edad, y El Tragamón propiamente dicho, donde los carbayos, aunque dominantes, con un censo de 235 ejemplares -muchos de ellos de entre dos y cuatro siglos de edad, aunque también hay "cincuentones"-, se mezclan con castaños, arces, fresnos, acebos, tejos, laureles y exóticos como el roble pubescente y el laurel cerezo. El mayor de los carbayos de este bosque adehesado mide 16 metros de alto, mientras que el perímetro de tronco más amplio es de 5,2 metros y la copa más desarrollada tiene 13 metros de diámetro.

La apariencia de candelabro de estos robles, de troncos gruesos y cortos, con ramas robustas desde muy abajo, no es sino la huella de su secular aprovechamiento para leña, mediante aclareos y desmoches, particularmente intensivos entre el siglo XVIII y finales del XIX, del mismo modo que el paisaje adehesado informa sobre su antiguo uso ganadero. Esta explotación "blanda", sostenible, difiere del destino generalizado de las carbayedas asturianas, esquilmadas primero por la demanda de su madera para la construcción civil y naval, destruidas después para el desarrollo de cultivos y, desde mediados del siglo XX, suplantadas masivamente por cultivos forestales de pinos y eucaliptos. Por otra parte, muchos rodales supervivientes han pasado a convertirse en bosques mixtos con castaño, cuando no castañares directamente, pues este árbol -en origen autóctono, luego extinguido y, finalmente, reintroducido como cultivar- se ha visto favorecido por el manejo forestal debido a la importancia que tuvo la castaña en la dieta campesina durante siglos, y por el aprecio de su madera, además aprovechable en ciclos más breves que la del carbayu, de crecimiento lento.

Los bosques naturales de carbayu difieren notablemente en su composición y estructura según se desarrollen sobre suelos silíceos, pobres, o calcáreos, ricos en nutrientes. Los primeros, típicos del centro-occidente, suelen dar cabida en el estrato arbóreo a castaños y abedules, mientras que en las carbayedas orientales se integran fresnos, arces y avellanos, todos ellos más frecuentes en los claros y en los bordes. Con la naturaleza del suelo también cambia el sotobosque, cuyo desarrollo y variedad se ven influidos, asimismo, por la altitud, de manera que en las zonas bajas, más templadas, aparecen plantas termófilas como el rusco, el aladierno, la nueza negra y el laurel, y en las más altas toman el relevo una serie de plantas endémicas del oeste peninsular como "Saxifraga spathularis" y "Omphalodes nitida", que las equiparan con las carballeiras galaico-portuguesas.

El Tragamón alberga parte de esos elementos herbáceos y arbustivos, pero su nexo con las carbayedas no intervenidas es mayor en lo que concierne a la fauna, que carece de elementos específicos y se asimila también a la propia de las campiñas atlánticas. Entre las especies con más querencia por estos bosques destaca el pico menor, el más pequeño de los pájaros carpinteros (del tamaño de un pinzón), con una población estimada de 25-50 parejas en Asturias, así como el mosquitero común, atraído a este bosque por el alimento que le suministran los arbustos que crecen bajo los carbayos y en el borde forestal.

Compartir el artículo

stats