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CARMEN RUIZ-TILVE | CRONISTA DE OVIEDO. FILÓLOGA Y PROFESORA UNIVERSITARIA JUBILADA

Oviedo, retorno al Fontán

Conocí una ciudad en la que la calle era lugar de juego y vida; de merienda, pan y chocolate, y con el Campo San Francisco como mi patio particular

Carmen Ruiz-Tilve junto a los puestos del mercado de El Fontán. IRMA COLLÍN

- Cuénteme una historia.

-Esta es una historia de niñez, la memoria de mis paseos por El Fontán de la mano de mi padre, que era muy de Oviedo, un gran aficionado a la fotografía y a la montaña. Y un hombre extraordinario. A su lado, paseando por la ciudad, aprendí a mirar y a escuchar. Recuerdo los escaparates de la calle Uría, iluminados al atardecer. Y me ponía frente a las cristaleras de Blanco y Negro, que era una tienda de tejidos, y aquellas luces, aquellas telas, me parecían mágicas, como si estuviera en Nueva York o en París.

Carmen Ruiz-Tilve Arias (1941) es cronista de Oviedo desde septiembre del año 2002. Ya se lo había anunciado su antecesor Manolo Avello, más en clave de deseo que otra cosa. "Nos encontrábamos a menudo y dábamos paseos hablando de Oviedo. Avello era muy buen conversador y siempre me decía: tú tienes que ser cronista, neña".

Una neña "rarita", a la que Paulino Vicente retrató con ojos lánguidos, tristes. "Me crié como una niña antigua, sin ir al colegio y recibiendo clases particulares en casa de mi abuela, que vivía en la calle Santa Susana. Mi abuela era directora de la escuela del Fontán, pero yo no estaba escolarizada, fíjese. El Campo de San Francisco era mi patio particular".

Del brazo de Carmen Ruiz-Tilve Oviedo se ilumina. Es jueves, día de mercado, puestos de flores, olor a caldo y quesos asturianos, y ropa interior de oferta, de todas las tallas y colores posibles, colgadas con pinzas en los tenderetes ambulantes.

"Mis primeros recuerdos de Oviedo son los de una ciudad aún con cascotes, años después de la guerra civil. De merienda, pan y chocolate. La calle como lugar de juego y vida, y las familias que daban vueltas al paseo de los Álamos. A la una del mediodía y a las siete de la tarde. Y en medio, pastelinos con café. Ya con unos añinos aquellos paseos servían para presumir un poco y, de paso, encontrarte con algún mocín que te gustaba".

Carmen Ruiz-Tilve anda ahora a pasos cortos, lo que le sirve de perfecta coartada para detenerse y desentrañar sobre el terreno pequeñas historias ciudadanas. No es fácil, sin embargo, dejarse caer por Oviedo con una cronista a la que conoce medio municipio, y ese parar, saludar, contar, besar, sonreír y quedar para otro momento, se convierte en un ritual que aviva el vínculo con la ciudad del alma.

Calle San Francisco. El edificio histórico de la Universidad sigue jugando, como hace quinientos años, con el sol y la sombra en el claustro principal. Allí conoció a Luis Carlón, el que fue su marido. Una pareja en el mismo entorno pero con distintos roles. Él, ya profesor; ella, una alumna de Filosofía y Letras, aplicada y con buen expediente. "A las doce de la mañana, este patio universitario era una maravilla. Éramos muchos en clase, con abrumadora mayoría femenina. Entre los alumnos varones había algún cura. No sufrí grandes huesos en el profesorado, aquello era un régimen universitario llevadero; yo diría que un tanto escolástico".

Catedrática de Didáctica de Lengua y Literatura. "Nunca regalé aprobados". Su tesis doctoral se centró en la figura de Dolores Medio, aquella jovencina de Oviedo a la que le gustaba escribir y a quien los de la eterna contracorriente tildaban de chiflada.

"Pero, amigo, en esto va y gana en Nadal en 1952, que de aquella era algo muy importante. El libro se vendió muchísimo en Oviedo pero decía don Alfredo, el de la librería Cervantes, que la gente lo compraba temblando, para ver si salía en la novela. Por puro miedo".

Dolores Medio y "Nosotros los Rivero" se hicieron un hueco en la historia local de una ciudad a la que no le gusta que la retraten desnuda. La Vetusta de Clarín es un claro antecedente. Carmen Ruiz-Tilve (así, con guión, uniendo los dos apellidos de su padre para hacerlos uno) recuerda al milímetro su primer encuentro personal con Dolores Medio. "Fue en la calle, me acerqué a ella y le dije: doña Dolores, soy hija de fulano de tal. Conocía a mi padre y me recibió con los brazos abiertos. No era una mujer de trato fácil pero tengo de ella un recuerdo maravilloso. Persona singular, vital, lista y voluntariosa, capaz de mezclar lo verídico con lo soñado. Era novelista todo el día y eso también es un poco peligroso".

Dolores se fue a Madrid persiguiendo el éxito. "Escribió mucho, más de lo que debía. Logró fama, una buena casa e ingresos suficientes como para ser muy generosa. Al final, en tiempos de vacas flacas, acabó editando con su propio dinero. Retornó a Oviedo y yo creo que esa fue una buena decisión".

Casi de recién casada, Carmen Ruiz-Tilve vivió un corto tiempo en Valencia "pero volvimos porque yo estoy enganchada a Oviedo, que es ciudad aparte".

Plaza del Paraguas. "Es uno de mis rincones favoritos, símbolo del Oviedo popular, hoy con mucha casa cerrada. Es una pena. Es preciso un esfuerzo de rehabilitación de inmuebles, que no tiene nada que ver con levantar pastiches. ¿Sabe lo que echo en falta? Un museo de la ciudad porque Oviedo tiene mucho que contar. Está ese solar, el de la Iglesia, casi enfrente del Museo de Bellas Artes... qué gran sitio sería".

Llueve en Oviedo, que se envuelve en esa luz diáfana que aporta el agua del norte. Bajo los soportales de El Fontán, ese corazón urbano al que la cronista siempre vuelve, Carmen Ruiz-Tilve hace memoria ovetense con personajes pasados, de otro tiempo. "La ciudad estaba llena de modistas y por las calles se podía ver a las aprendizas que iban con su caja de hule a entregar ropa a las clientas. Había también oficialas, oficialas de primera y maestras. Recuerdo a Maruja Valtueña, que te ponía una tela encima del cuerpo y hacía los cortes sobre la marcha. Una artista".

El Campo de San Francisco es el último punto en este bucear urbano y sentimental en compañía de la mujer que más escribió sobre Oviedo (siete libros de Pliegos de Cordel lleva, con vocación de seguir ruta literaria).

"Mire la Fuente del Caracol. Tiene más de cien años, ahora está estropeadísima pero es un ejemplo de modernidad. Los niños bebíamos en esa fuente entre juego y juego. Y pasa la vida, pero ese caracol sigue ahí. Esperándonos".

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