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ENRIQUE VALDÉS JOGLAR | Abogado, recibe el lunes la Gran Cruz al Mérito de la Abogacía

"Es preferible una justicia un poco más lejana, pero con un juez mejor formado"

"Con el asturiano tengo el corazón partido; no me parece bien convertir en obligatorio algo que no necesitamos y que ya está protegido"

Enrique Valdés Joglar. IRMA COLLÍN

Al piloñés Enrique Valdés Joglar le entregan el lunes la Gran Cruz al Mérito en el Servicio de la Abogacía. Experto en derecho civil, y también en derecho rural, cree no obstante que todo el mundo, también en los pueblos tienen derecho a un juez especializado. "Mejor una justicia lejana, con un juez mejor formado", proclama. Ama el asturiano, pero cree que está suficientemente protegido y no aboga por la cooficialidad.

-¿Cómo se siente con esta condecoración?

-Es curioso, porque me están llamando para preguntar si me jubilo. Ni quiero, ni puedo. Tengo 62 años, soy autónomo y empecé a cotizar muy tarde. O sea que me quedan unos años. Es un reconocimiento a las horas que he quitado a la familia y los clientes para dedicarlas a los compañeros, la profesión y la administración de Justicia.

-Que hacía falta cuando usted llegó como decano en 2007.

-Hicimos cosas. Yo ya había sido diputado cuarto con Luis Varela, pero habló conmigo Fernando Castro. Me lo pensé, pero afortunadamente tuve a Luis Albo que me cubrió mucho las espaldas. Era un colegio bastante artesanal, para gestionar el día a día. Parecía más un club al que acudían las vacas sagradas para charlar. La formación estaba abandonada. Y nosotros queríamos que el Colegio prestara servicios a los compañeros y los prestara bien. Dimos un paso de gigante con la formación y con la modernización tecnológica. El turno de oficio se mejoró mucho. Hubo una avalancha de colegiaciones. Muchos compañeros, ante la posibilidad de que la oposición o el trabajo en la empresa que tenían previsto no saliese adelante, decidieron colegiarse.

-¿Cómo un chaval de Fresnosa, en la parroquia piloñesa de Anayo, acaba de abogado?

-Fue gracias a un maestro que vino a la escuela de Anayo. Era joven y con inquietudes, nos cogió a unos cuántos que parecíamos más despejados y planteó a nuestros padres que teníamos que hacer el examen de ingreso al Bachillerato. Ellos decían: "Pero, ¿dónde, si no hay instituto en Infiesto?". Pero él respondió que, hasta un cierto nivel, nos podía preparar. Me acuerdo cuando hice el examen de ingreso, el 30 de mayo de 1968. El maestro nos metió en el tren en Infiesto camino de Oviedo. Era la primera vez que subía a uno. Aprobé con buena nota el examen de ingreso. Luego ya abrieron el instituto de Infiesto y recuerdo que, en quinto, hubo charlas con un ingeniero, un veterinario, un médico... También fue un abogado, que no recuerdo quién era, pero me encantó lo que contaba.

-Y trabajó en Nestlé.

-En Sevares, como auxiliar de laboratorio. En Nestlé vi lo que suponía tener un título superior, y me decidí a estudiar. Saqué el COU mientras trabajaba, gracias a la empresa, que me eximió del turno de mañana. Pedí una beca, la cuenta y me vine a Oviedo.

-Usted sabe lo que es trabajar en el campo.

-Desde arar con bueyes, a ir al molino con el maíz en el burro o cuidar las vacas. Me quedé sin padre con 16 años. Afortunadamente, no seguí los consejos de que tenía que dejar de estudiar y ponerme al frente de la casería. Ahora tendría una explotación ganadera, pero, tal como va el campo, lo dudo. Cuando estudiaba en Oviedo, los fines de semana volvía a Infiesto a ayudar o hacer trabajos de albañilería o forestales. Aprendes a ganarte la vida, a trabajar todos los días, no esperar el sueldo a fin de mes.

-Llegó a una Universidad potente.

-Había una plantilla de profesores muy buena. El mejor, para mí, Julio González Campos. Era tan hueso que al final te olvidabas de lo bien que explicaba. Había que dedicar la mitad del tiempo a sus asignaturas (Derecho Internacional Público y Privado). El Privado me vino muy bien, porque, cuando empecé en el 79 como pasante de Gerardo Turiel, tenía una demanda de separación de un danés y una ovetense, y yo acababa de estudiar la legislación de los matrimonios mixtos.

-Tanto Turiel como usted estuvieron vinculados a la izquierda.

-Sí, en aquella época de la efervescencia había grupúsculos por todas partes. Yo caí en el PCE de Carrillo, porque la mayoría de la gente en la facultad terminó ahí, y porque había leído libros de Carrillo y de Tamames, y me gustaba lo de la reconciliación. Yo siempre digo: estuve en el PCE, pero nunca fui comunista. Lo dejé pronto. A IU ya no la voté, y menos a Podemos.

-Trabajó mucho el derecho laboral ¿Están más desamparados ahora los trabajadores?

-La situación laboral es tan mala, que hay cosas que ya no se reclaman. No me acuerdo cuantos pleitos tuve de movilidad geográfica y funcional en los ochenta. Ahora de eso no entra nada. La gente no reclama las horas extra. Nos entraban más asuntos de la seguridad social, y de la seguridad social agraria, puesto que fui abogado de la Unión de Campesinos Asturianos (UCA). Fui de los primeros en sacarle una pensión a un campesino viudo de Villayón.

-¿Están mejor preparados los abogados ahora?

-Sí, porque el derecho es más complicado. Antes, los cuatro civilistas se arreglaban con cuatro cosas, estaban al tanto de las sentencias de la Audiencia y eran muy buenos con la prueba, algo con lo que algunos, con más formación teórica, son más bien despectivos. Pero los pleitos se ganan y se pierden con la prueba. Ahora la formación general es mayor, pero la específica era mejor antes. No se les puede enseñar tanto como antes con la pasantía.

-Hay una mayor litigiosidad.

-La gente es más consciente de sus derechos, tanto que a veces olvida sus deberes, y reclama, reclama por todo. Aunque yo, que llevo mucho derecho rural, me encuentro con que la gente es muy remisa a demandar al ayuntamiento o al Gobierno.

-Los jueces y los políticos parece que quieren poner límites.

-Cuando se produjo el problema de las tasas, y la bajada de demandas, un juez de la Audiencia llegó a decirme que temía que se eliminase alguna sección civil. Lo que hay en Asturias es mucho desajuste, las demarcaciones judiciales están mal hechas. Cuando fui decano tuve algún altercado con los alcaldes, porque defienden su municipio, pero es mejor una justicia un poco más lejana físicamente, con un juez mejor formado. A un señor que se divorcia en Oviedo, le lleva el asunto un juez de familia. A un señor de Infiesto, un juez generalista. Los ciudadanos tienen pocos pleitos a lo largo de su vida. No pasa nada por tener que venir a un juicio a Oviedo, Gijón o Avilés desde Llanes o Castropol.

- ¿Hay que reformarla?

-Si se considera que debe haber jueces especializados, debe haberlos para todos los españoles. La Justicia de calidad es un bien. Si quitas el Juzgado de un pueblo puedes causar mucho trastorno a la cafetería o a la papelería de al lado. Pero hablamos de la Justicia. La gente viene al fútbol, al teatro, al cine o a las rebajas. ¿Por qué no a un juicio?

- No interesa la justicia.

-Los medios al poder judicial, se los facilita el ejecutivo, y puede interesar que sean escasos, principalmente en la justicia administrativa. Al Principado quizá no le interese que en el TSJA estén cómodos, porque son los que les tiran los concursos. Quizá lo mejor es el Consejo del Poder Judicial dispusiese de sus propios fondos. El problema es que la Justicia depende de diferentes administraciones.

- También ha trabajado el derecho consuetudinario.

-Por mis raíces y clientela rural, tengo algún tema: la antojana, los bistechos, los pingos... A veces cuesta trabajo porque a algunos jueces no les suena de nada. La recopilación que hizo el Principado viene bien porque recoge 19 costumbres que ya no tienes que probar que existan.

- ¿Justicia en asturiano?

-Con el asturiano tengo el corazón partido. En el pueblo lo hablaba y algún coscorrón llevé para aprender castellano. Pero, en una región como la nuestra, en la que poca gente habla inglés, no me parece bien convertir en obligatoria una cosa que no la necesitamos, que está ya protegida.

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