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MANUEL PIZARRO | Actor

"Soy un respetuoso enamorado del teatro, pero entré en 'Gesto' por amor a una chica"

"Siempre quise hacer personajes que lloraran y mostraran todo tipo de emociones, no me gustaba el teatro de denuncia y agitación política"

El actor Manuel Pizarro. MIKI LÓPEZ

El actor Manuel Pizarro (Guadalmez, Ciudad Real, 1951) llegó a Asturias con 7 años dentro de los movimientos migratorios de finales de los cincuenta. Su padre se ganó la vida, a duras penas, en mil trabajos hasta que entró en Fábrica de Mieres. Manuel, que pasó su infancia cuidando a cuatro hermanos, dejó el barrio de La Villa (Mieres) para estudiar en el convento en Santa María de Bujedo (Burgos), que abandonó antes de iniciar el noviciado.

Entró en "Gesto" en 1975, fue de los fundadores de "Tramoya" y de "Teatro Estudio de Gijón" y tiene siete premios nacionales como actor protagonista y nueve como autor de escenografías.

-Tenía 17 años, dejó el convento para no hacerse novicio y regresó al barrio de La Villa, de Mieres, su "Purgatorio".

-Una vuelta triste. Estuvimos dos años más en aquella casa. Luego mi padre buscó otra mejor.

- ¿Qué hizo en Mieres?

-Quinto y sexto nocturno y por el día mi padre me buscó trabajo de camarero en el bar Nápoles y los domingos iba a echar horas a Publicidad Cisne.

- ¿Qué hacía?

-Pintaba carteles de "venta de pisos, centro, gran confort, facilidades de pago" y dibujaba edificios. Sentía mucha responsabilidad, cubierto por mucha ropa, en aquel taller de frío tremendo .

- Lo dejó y...

-Un sastre que debió de verme pinta de serio le dijo a mi padre que trabajara con él cosiendo botones y llevando encargos. Vio que dibujaba bien y me puso a hacer patrones. Estaba bien, me pagaba, era un sitio agradable y no tenía que tratar con mucha gente.

- Aún le agobiaba la gente.

-Relacionarme con chicos en el instituto me costaba; con mujeres me parecía imposible. Me ponía muy nervioso y me daba vergüenza. Si se sentaba una en el pupitre de al lado era una distracción, una tensión, un miedo...

- ¿Y ahora?

-Me cuesta empezar, pero luego me encuentro muy a gusto y en cuanto me hago con el grupo llego a tener mucho cariño a la gente. Me cuesta, pero me gusta. Voy poco a poco, uno a uno. He dirigido bastantes obras.

- ¿Cómo llegó a Gijón?

-Mi padre trabajaba en Fábrica de Mieres y vinimos con Uninsa. Gijón es otra cosa: el horizonte del mar, casa al lado del parque de Isabel la Católica, guapísimo.

- ¿Sabía qué quería hacer?

-Me hubiera gustado estudiar Filosofía y Letras, pero hice Graduado Social, una carrera media. Estudiaba en Gijón y me examinaba en Oviedo. Luego empecé a trabajar en montajes para Abengoa, mi padre echó una solicitud para Ensidesa y me admitieron.

- ¿Cómo llegó al teatro?

-En 1975 salía con una chica también muy tímida que hacía teatro en "Gesto". La acompañaba y quedaba de mirón.

- ¿Quién era?

-Margarita Rodríguez, que fue profesora de la Escuela de Arte dramático aquí y en León. No me atraía que hacían teatro político y tenía miedo de que llegaran los "secretas".

- ¿Qué teatro le gustaba?

-Había visto "Prohibido suicidarse en primavera", de Casona, en "Estudio 1" y, por primera vez, pensé "me gustaría hacer esto". Personas con sentimientos, no denuncia y agitación política.

- Pero entró en "Gesto".

-Por un halago. El director, Juan Otero, quería hacer "El retablo de la lujuria, la avaricia y la muerte", de Valle-Inclán, yo estaba con un cigarrillo encendido y me dijo: "Ponte de pie y fuma". Me levanté y eché dos caladas. "¿Sabes recitar algo?". Me acordé del poema del Cid de Manuel Machado "el ciego sol se estrella / en las duras aristas de las armas". Cuando acabé dijo: "Vale, tenemos un Lawrence Olivier". Yo no sabía de quién hablaba. Me dio el protagonista de "La rosa de papel", de Valle-Inclán. Y empezamos a ensayar. Era 1977.

- ¿La estrenó?

-No. Se perdía mucho tiempo. En vez de ir a misa nos juntábamos a hablar de "El pequeño organón", de Bertolt Brecht. Yo quería hacer obras como las que me habían enamorado. Allí conocí a Miguel Expósito, el mejor director con el que he trabajado. Montamos "Tramoya" con Margarita, que ya era mi mujer.

- Primera obra.

-"Milagro en el mercado viejo", del argentino Osvaldo Dragún, donde hacía de actor fracasado, papel maravilloso que me dejaba llorar y tener emociones.

- ¿Cómo gestionaba usted en la vida sus emociones?

-Bien. Cuando quiero, las manifiesto; cuando no, disimulo. El teatro, al principio, me proporcionó cierta seguridad de que podía hacer algo y eso me tranquiliza a la hora de reaccionar. Por mi inseguridad, siempre pienso que no voy a estar a la altura y lo voy a hacer mal. Soy muy autocrítico y obsesivo, de "¿por qué no hice esto?". Necesito tener todo muy atado, también en la vida.

- ¿Cuánto duró su matrimonio con Margarita Rodríguez?

-Un tiempo engañoso porque ella trabajaba con "Margen" y pasaba mucho tiempo fuera. Nos veíamos poco y al vernos más no fue bien. No reñimos, pero nos separamos. No tuvimos hijos ni me volví a casar.

- ¿Y ahora?

-Salgo con una mujer hace tiempo; cada uno vive en su casa.

- ¿Cómo convivió su trabajo con el teatro?

-Muy bien. Fui electricista y luego jefe de almacén y tuve jefes que, al verme reconocido y en los medios, me facilitaron mucho canjear días para hacer funciones y giras. Estuve casi un año sin trabajar para facilitarme la temporada de "El desdén con el desdén", patrocinada por el teatro Jovellanos, que hicimos con Javier Cámara y Cristina Marcos. Ahora estoy como prejubilado y todo lo que hago es profesional.

- Es de dramas.

-Sí, la comedia me parece muy difícil. El teatro es mi mujer y el cine y la televisión, mis queridas. Acabo de rodar una serie, "Accidente", un thriller de 13 capítulos. Ya se emitió todo mi papel. La tele exige que estés en Madrid para que te llamen, atentos a castings. Acabé "Enterrados", una película de Luis Trapiello, y voy a empezar dos cortos.

- ¿Qué tal siente que le ha tratado la vida hasta ahora?

-La vida te trata mal siempre porque al final te mata. Se trata de que te trate bien la gente y me siento bien tratado. Tengo pocos amigos cercanos, pero muy importantes y suficiente gente no tan cercana por la que siento amistad y cariño. A partir de los 40 años importa la salud y me siento muy bien físicamente. Soy de gimnasio. Joaquín Fuertes escribió de nosotros que deberíamos tener una ambulancia cerca porque parecía que nos íbamos a morir. No era para tanto.

- ¿Alguna vez dijo quiero ser actor?

-No fue un jueves por la tarde. En mi tiempo no decías "quiero ser actor" y te apuntabas a la escuela de teatro porque no la había. Lo casual fue conocer a Margarita. Si hubiese conocido a una jugadora de balonmano a lo mejor estaría jugando a balonmano. Entré en teatro por amor. ¿Por amor al teatro? No, por amor a una chica. Pero soy un enamorado del teatro y tan importante como ese amor es el respeto que le tengo y que no perderé.

- Dicen que es un yonqui del ensayo.

-Por el respeto que sentí ante la lejana representación de "El condenado por desconfiado" en el colegio. Me pareció inalcanzable, con aquellas capas, aquellas palabras que sonaban tan bien, que no eran las de la calle, que te elevaban y todo hecho por chicos que tenían dos años más que yo.

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