"El casco de papá", que Verónica Iglesias entregó a su hija Nerea, de 15 años, a la llegada del féretro de su esposo, Rubén Fonseca Patallo, a la iglesia de Marcenao (Siero) fue la simbólica despedida al "héroe" de El Berrón, fallecido el martes en el incendio que se declaró en el cuadro de contadores de su portal, en la calle Magostales. El hombre trataba de salvar a la familia y encontró la muerte cuando llevaba en brazos a su hija pequeña, Carla, de 5 años. La menor permanece muy grave en el hospital madrileño de La Paz. "Toma, llévalo tú", le dijo ayer la esposa de Rubén a su hija Nerea, como tratando de que la niña le brindara así el último abrazo a su padre.

Alrededor de la familia mandaba un silencio sepulcral que cortaba la respiración, sólo roto por el llanto y la incredulidad de los suyos: "Es horroroso; esto no puede ser verdad", decían, entre lágrimas, los amigos de "un buen padre, hijo, esposo y vecino", como coincidían todos en definirle.

El párroco de Pola de Siero, Juan Hevia Fisas, no acertaba a encontrar las palabras de consuelo ante una muerte "absurda e inesperada". "Todos queremos hallar gestos auténticos y sencillos", aseguró el sacerdote ante una tragedia que ha encogido el corazón de toda Asturias. La madre de Rubén, Covadonga Patallo, de Aramil, repetía, desconsolada, mirando hacia el féretro: "Tenía que estar yo ahí". Mientras, la hija del fallecido se aferraba al casco de su padre que les entregó la familia motera. "No hay palabras que sustituyan la ternura y la caricia de Rubén", reconoció el párroco sierense, visiblemente emocionado como las decenas de allegados, familiares, vecinos y amigos que acudieron a la iglesia de Santa Cruz de Marcenao, en el caserío de La Plazuela, para dar su último adiós a la primera víctima mortal del incendio del lunes en El Berrón. "Ningún fallecimiento resulta indiferente, pero hay circunstancias que son especiales y la muerte de Rubén me llegó muy de cerca", continuó el sacerdote Hevia Fisas.

De lo inesperado del fallecimiento daba cuenta Raúl García, uno de los amigos íntimos de la infancia. "Era un chaval de lo mejor, los hechos están ahí, con la cantidad de gente que ha acudido a despedirle", rememoraba el joven a pocos metros de donde compartieron juegos de infancia, a la orilla de la vieja nacional 634 que atraviesa Siero. "Él dormía en mi casa y yo, en la suya. De críos jugábamos al fútbol en el Romanón. Era extraordinario", apuntaba uno de sus más íntimos, quien recuerda cómo cada día Rubén acudía a la casa de sus padres en Aramil. Para ellos no había consuelo. Covadonga Patallo y José Luis Fonseca emprendían el camino de vuelta a casa desde el cementerio desolados. "Dejo al fiu ahí enterrado, tenía que estar yo ahí. ¡Cómo no lo voy a decir!", clamaba la mujer.

A la esposa e hija del fallecido les queda la peor parte. La otra niña, Carla, de 5 años, lucha por la vida en la unidad de quemados del Hospital de La Paz (Madrid). Dice la familia que "va mejor", dentro de la gravedad de sus heridas. Pero le espera una larga recuperación. Para esa etapa, pidió ayer el párroco de la Pola, Juan Hevia, "no los dejéis sólos; estad pendientes de ellos. Todo lo que tenía Rubén de bueno, generoso, justo y honrado, ponedlo en práctica". Así lo harán sus amigos de la familia motera. Una veintena de ellos de Siero, Oviedo y Gijón acompañaron ayer el féretro desde el tanatorio de Pola de Siero hasta el cementerio de Marcenao. Dos de ellos, Cris Corujo y José Álvarez lo recordaban como "un fenómeno, un tío de lo mejor; era bueno desde pequeño". Su última quedada tenía que haber sido el pasado sábado pero el trabajo impidió a Rubén Fonseca salir con su Suzuki. Fue su primo Roberto Fonseca, considerado "el mejor amigo de Rubén", quien le inculcó su afición a las motos. "La última salida fue el 31 de diciembre, en nuestra quedada habitual para despedir el año al Fitu", explicó Álvarez.

Pilar Lastra le definió como una persona "super maja y trabajadora". Agregó que "en seguida estaba dispuesto para cualquiera que se lo pidiese. Se dedicaba a trabajar, trabajar y a la moto", su otra gran pasión además de la familia y el pádel. "Era un joven emprendedor", matizó Covadonga Rodríguez.

Ángel del Molino y Paloma Luis coincidían en la "enorme pérdida". "La familia tiene que estar en condiciones pésimas", apuntaba Adolfo Antuña. América Rodríguez les desea "que lo lleven lo mejor que puedan" y destaca que son "muy buena gente". "Eso no se olvida jamás", sentenció Constantino Peña. "Para lo que necesitaras, ahí estaba él. Era muy servicial", remarcaron sus amigos Benito Quintas y Javier Crespo, aún en "shock". "Es una desgracia muy grande que no vamos a olvidar en la vida", concluyó Manuel Roces, el vecino que auxilió a la mujer y la hija mayor del fallecido impidiendo una desgracia mayor.