Se pasó la vida pidiendo órganos para trasplantes, llegó a recibir un pulmón, y ayer falleció donando sus tejidos, que era lo único que su situación física le permitía entregar. Jesús Otero, coordinador de trasplantes en Asturias durante 31 años, murió a las tres y cuarto de la tarde en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), donde llevaba varios días ingresado. El mismo hospital en el que se pasó media vida de guardia, atendiendo a pacientes y, sobre todo, proponiendo a las familias de los fallecidos que entregaran sus corazones, hígados, riñones y pulmones para que pudieran salvar las vidas de otros. Tenía 70 años.

"Ha donado sus tejidos. Ha cerrado su ciclo vital devolviendo parte de lo que alguien también le regaló: un trocito de vida", declaró a este periódico Dolores Escudero, su viuda, jefa de la UVI general del HUCA y ahora coordinadora autonómica de trasplantes. El doctor Otero deja tres hijos: Jorge, músico; Javier, músico y artista; y Macarena, médica que está especializándose cardiología en Madrid. La capilla ardiente estará instalada desde las once de la mañana de hoy en el tanatorio ovetense de Los Arenales, que a las seis de esta tarde acogerá un acto de despedida.

"Es una figura irrepetible. Era una persona muy querida y valorada por compañeros y pacientes. Su aportación a la sanidad pública ha sido ingente, y su legado es un ejemplo a seguir para todos", subrayó Luis Hevia, gerente del Hospital Central.

Sus colegas manifestaron su pesar. "Ha sido la piedra clave de la historia asturiana del trasplante, un héroe en el sentido clásico del término", sentenció Lino Vázquez, jefe del servicio de Cirugía General del HUCA y especialista en trasplante de hígado. "Estamos en deuda con su impulso y energía", enfatizó el catedrático y cirujano Ignacio González-Pinto. A juicio del cardiólogo José Luis Lambert, responsable del programa de trasplante cardíaco, "Asturias le debe que por su empuje y 'cabezonería' pusiera en marcha el sistema de donación de órganos, y colaborara de manera decisiva en la puesta en marcha de los programas de trasplante de órganos y tejidos". "Es obligación de los que quedamos mantener lo conseguido y ampliarlo a otras formas de donación y a otros tipos de trasplantes", agregó el doctor Lambert.

Jesús María Otero Hernández -Chus Otero, para todos sus amigos y conocidos- nació en Zaragoza, el 17 de junio de 1947. Llegó a Asturias con 24 años. Fue, desde 1986, coordinador de trasplantes del HUCA y, desde 1990, responsable autonómico de esta disciplina. Desempeñó, asimismo, una jefatura de sección en la uvi del HUCA. Se había jubilado el año pasado, después de 45 años en activo. En su última etapa en activo había estado de baja por un grave problema de salud que en enero de 2011 le obligó a someterse a un trasplante de pulmón en el Hospital Marqués de Valdecilla, de Santander.

Por las manos del doctor Otero y de su equipo pasaron unas 1.300 conversaciones con familias para plantearles la donación. Su último gesto fue coherente con su trayectoria: donar sus tejidos para que alguien pueda ver su vida sustancialmente mejorada. "Es un referente del trasplante en Asturias. Cuando la gratitud es tan absoluta, las palabras sobran", destacaron Honorino Argüelles y Ana María García Menéndez, directivos de la Asociación de Trasplantados Hepáticos de Asturias.

En sus 31 años al frente del sistema regional de trasplantes, Jesús Otero promovió la donación e impulsó los diversos programas de trasplante. El resultado han sido unas tasas anuales de actividad que han mantenido a Asturias a los primeros puestos del ranking nacional. En su última etapa, se centró también en la terapia celular.

En una entrevista concedida tiempo atrás a LA NUEVA ESPAÑA, el doctor Otero subrayaba que, pese a los años transcurridos, no se había acostumbrado a solicitar órganos a una familia destrozada por la muerte de un ser querido: "La situación es suficientemente dramática y dura como para que nadie pueda hacer callo". A raíz del trasplante al que fue sometido, analizaba la diferencia entre ser médico y paciente: "No tiene nada que ver. De ir tumbado en la camilla a estar de pie, cambia la perspectiva de todo. Como médico te pones en el lugar del otro, lo entiendes, lo cuentas... pero no es lo mismo". Y apostillaba: "Por eso hay que resaltar una vez más la gratitud que debemos a todas las familias de los donantes".

Con motivo de su jubilación, también concedió una entrevista a este periódico. Le acompañaba su esposa, Dolores Escudero. En un gesto que de nuevo manifestaba su coherencia, no tuvo inconveniente en fotografiarse con una maleta que transportaba el equipo generador de oxígeno. "Es la realidad que he visto en cientos de pacientes, y es mi realidad; no tengo por qué avergonzarme de ella". Era el momento de hacer balance: "No puedo quejarme. He hecho lo que me gusta. Tuve suerte de encontrar a gente como mi mujer. Luego, la Administración me lo puso todo fácil; los compañeros, también; los donantes, lo mismo".

Ayer, la vida de Jesús Otero se apagó. Muchos de los que le lloran pueden decir que quizá él tuvo algo que ver en que hayan vivido lo suficiente para derramar estas lágrimas.