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Ellas ya ganaron la batalla

Las mujeres del acuartelamiento Cabo Noval, 73 sobre un millar de militares, niegan cualquier discriminación en el Ejército, donde "no existe la brecha salarial" y nadie coarta sus aspiraciones

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Mujeres soldado en Cabo Noval

"No aguantas ni una semana". El vaticinio se lo hizo a Esther Galán su propio padre, antiguo guardia civil, cuando en 1999 ella se propuso entrar en el Ejército. El hombre tenía en mente el "chopo" y las largas guardias, las marchas por el monte, la disciplina, y no le cuadraba que aquella joven de 24 años pudiese soportarlo. Pero vaya si lo hizo. Llegó a un Ejército donde "ya había bastantes mujeres". Hoy en día, esta cabo primero natural de Cangas del Narcea lleva 18 años en el Ejército, ocho en el Regimiento "Príncipe" número 3, acuartelado en Cabo Noval, en La Belga (Siero). "Tengo vocación militar", confiesa. Ha estado destacada en Madrid, en Fuerteventura, en el Cuartel General de Estrasburgo... Ha sido infante, operadora de transmisiones, conductora de camiones... "Muy de armas no soy, peor me gusta salir al campo, el compañerismo", dice. En 2008 estuvo en Pristina (Kosovo), en una época "tranquila". "He vivido situaciones más peligrosas de maniobras, cuando estás un mes tirado. Es trabajo y te involucras, te dejas llevar por el grupo y la misión que tengas", señala.

Casada con un guardia civil, ha tenido tres hijos, el mayor de cinco años. "Les llama la atención ver a su madre en uniforme", asegura. Ahora realiza labores administrativas. "No hay problemas de conciliación, tengo reducción de jornada para poder dejar a los niños en el colegio", asegura. Galán no se ha sentido discriminada. "Vienes y eres militar. Se nos exige lo mismo, y tenemos acceso a los mismos puestos. Cobramos lo mismo, aquí no hay brecha salarial. He conseguido todo lo que quería, y espero seguir hasta que me jubile", concluye. Todo un logro a destacar cuando faltan pocos días para el Día de la Mujer Trabajadora.

Esther Galán es una de las 73 militares en el acuartelamiento Cabo Noval, donde está el "Príncipe", un Centro de Comunicaciones (CeCom) y una unidad de servicios. Es cierto que solo hay una oficial -una capitán-, y cinco suboficiales, pero, como remarca el coronel jefe de la unidad, Manuel Pérez López, es que en el conjunto del Ejército español, treinta años después de la incorporación de la mujer, solo hay una coronel -y ninguna general-, así como 290 oficiales y 700 suboficiales. "No hay ninguna limitación, y trabajan en pelotones de fusiles, oficinas y tareas de mantenimiento como especialistas", indica el coronel.

Pérez López insiste en que "la igualdad se observa a rajatabla, no hay distinciones, no hay brecha salarial". El coronel viene de las fuerzas especiales, donde también hay mujeres, aunque en un porcentaje más reducido. Las pruebas físicas, añade, son exactamente iguales para hombres y mujeres, aunque la baremación varía en función del sexo y la edad. Todo ello le lleva a decir que "la integración de la mujer es plena", comenzando por la cúspide, ocupada por una ministra. "En breve veremos mujeres generales", confía.

Una de las cinco suboficiales del cuartel es la sargento primero Azucena Alonso, de Pola de Siero, con 19 años de servicio, y que se desempeña como habilitada auxiliar, algo así como la jefa de administración. "Soy la única de mis hermanos que ha hecho la mili", dice, con un poco de sorna. Cuando dijo que se iba al Ejército, en 1999, "quedaron a cuadros". Para su madre, "fue un gran disgusto", pero han pasado los años, ha regresado a Asturias y las aguas han vuelto a su cauce. "Es un mundo de hombres, indiscutiblemente, pero no es como se piensa. No he tenido jamás un problema, he encontrado mucho compañerismo y mucho respeto. No deja de ser un reflejo de la sociedad en que vivimos", añade Alonso, que ha estado destinada en Vitoria, San Sebastián, Calatayud... Lo bueno, que no hay diferencias: "Cobramos lo mismo, pero no es un buen sueldo".

Y de las más veteranas, a una recién llegada, que juró bandera en Cáceres hace mes y medio y el viernes -fecha en la que se realizó este reportaje- recibió su boina gris como símbolo de su ingreso en el batallón Toledo, tras un duro ciclo de preparación. La soldado María Fernández Peón, coruñesa de 29 años, era auxiliar de seguridad, pero siempre quiso entrar en el Ejército o la Guardia Civil. "Es un choque, el cambio de la vida civil a la militar", reconoce esta mujer, que se casó hace nueve meses. "Mi marido es vigilante y no lo lleva bien, pero acepta que es lo que me gusta", señala. Otro choque es el manejo de armas. "Yo estaba acostumbrada al revólver y la escopeta, pero no es lo mismo que un fusil y una ametralladora. En esta fase de preparación hemos pegado bastantes tiros", admite.

El teniente coronel David Cuesta, jefe del batallón Toledo, parte del cual irá destinado al Líbano el próximo mes de noviembre, indica que una de las partes más duras de ciclo ha sido los ejercicios de fuego y movimiento. Cuesta señala que precisa de mujeres en la unidad para la próxima misión, sobre todo para el trato con la población femenina.

La soldado Fernández Peón admite que le encantaría participar en esa misión. "Reconozco que hombres y mujeres no somos iguales físicamente, pero con esfuerzo todo se consigue", asegura. Su madre sufrió al saber que iba al Ejército. "Pensaba que iba a la muerte", indica esta joven.

Ninguna de las integrantes del regimiento se queja de machismo. El teniente coronel Cuesta cree que cualquier atisbo "se ataja rápido". Las soldados "tienen acceso con el teniente coronel para explicar cualquier circunstancia", y tanto los oficiales como la tropa están muy concienciados.

En este periodo de preparación, uno de los instructores de Fernández ha sido la soldado gijonesa Laura Pérez Monteserín, de la tercera compañía del batallón. Con 27 años, lleva nueve en el Ejército. En su caso, la familia influyó mucho. "Mi padre siempre tuvo mucha ilusión por ser soldado profesional, pero no pudo. Supongo que estará orgulloso de que yo lo sea. El resto de la familia no se lo creían", dice. Estuvo cuatro años en el "Garellano" número 45, con base en Munguía (Vizcaya) y cumplió una misión en Afganistán, en Qala-i-Naw. Asegura que no vivió situaciones de peligro bajo fuego enemigo.

Para instruir a los soldados nuevos se busca sobre todo "gente veterana y con capacidad de transmitir", señala el teniente coronel. Y la soldado Pérez Monteserín indica que, "más que mano dura, se transmite la idea de que hay que confiar y apoyarse en el de al lado". La soldado Monteserín se expresa de forma rotunda y contundente y el periodista plantea una pregunta que, mal entendida, podría resultar machista: "¿Está reñida la femineidad con la profesión de las armas?". La soldado no tiene duda: "Tendría que vernos a algunas cuando salimos del cuartel. Los compañeros no nos reconocen, ni nosotras a ellos". En Cabo Noval, las militares tienen que llevar el pelo recogido, pero el uniforme no está reñido con unas uñas largas. En el cuartel hay, por otro lado, una decena de matrimonios.

Las Fuerzas Armadas abren un amplio abanico profesional, sobre todo en las especialidades. También en ese campo se han integrado las mujeres sin problemas. Es el caso de la sargento Betsabé Lluesma, especialista en automoción de 27 años, y que lleva siete meses en Cabo Noval. Entró en el Ejército tras obtener el grado superior. "Mi familia no se lo tomó muy bien, y encima mi primer destino fue Canarias. Yo, como soy un poco más brutita de lo normal, no tenía ningún miedo, sabía que iba a encajar", asegura con cierto candor. Sorprende encontrarse con una suboficial tan joven, pero al parecer es muy normal que haya sargentos -y también tenientes- más jóvenes aún, de 22 o 23 años. "Hay compañeros con mucha antigüedad que ayudan", indica la sargento, cuya misión es mantener operativo la mayor cantidad de material posible. Y hablamos de vehículos como los BMR, los Vamtac o los Nyala RG-31, con piezas de gran peso y mecánica compleja. "Hace falta fuerza física, pero contamos con herramientas", admite.

La "herramienta" por antonomasia de los soldados del "Príncipe" es sin duda el fusil HK G-36, y ese lo maneja con prestancia la soldado del "San Quintín" Leidy Tatiana Ochoa Estrada, que está a punto de ascender a cabo. Esta joven de origen colombiano lleva 11 de sus 29 años en el Ejército, donde ha encontrado "compañerismo, gente que se convierte en familia, tras compartir momentos buenos y malos". En 2009 estuvo en el Líbano. Admite que tiene "dotes de mando", que no solo consisten en "saber imponerse", sino en "enfrentar las situaciones". Esta "buena tiradora" y niega que se deje de ser femenina por ser soldado.

El Ejército da buenos deportistas, como la soldado Isabel Curto, salmantina de 28 años, que lleva tres en el Ejército y forma parte del equipo de Orientación del regimiento, una compleja disciplina que conjuga el dominio de la cartografía y grandes dote física. Según dice, en su familia ya había antecedentes militares. "Si de algo me arrepiento es de haber entrado tan tarde. Antes estudié magisterio, en la modalidad de educación física", señala. La joven disfruta con la instrucción física y asegura que "hay que estar muy preparado". También está deseando tener su primera misión en el exterior.

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