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La mujer ideal de Europa de 1970, maestra en Oviedo, sigue activa

Inmaculada Martínez, aunque ya jubilada, en Madrid, confía en que sus nietas logren "la igualdad de trato profesional y lleguen a los puestos directivos"

Inmaculada Martínez, mujer ideal de Europa de 1970

Inmaculada Martínez, mujer ideal de Europa de 1970

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Inmaculada Martínez, mujer ideal de Europa de 1970 Chus NEIRA

La "mujer ideal de Europa" de 1970, que entonces residía en Oviedo, es hoy una psicóloga jubilada metida en grupo de voluntarios del colegio profesional de Madrid, abuela de siete nietos, viaja con frecuencia a ver a su hija a Londres, sigue pintando, gana campeonatos nacionales de mus y trabaja en un proyecto de "cohousing" (alternativa cooperativista a las residencias de ancianos) en Trescantos con sus amigas. "Ahora", dice desde su casa en Madrid, "nos toca pasarlo bien".

Hace treinta y ocho años, Inmaculada Martínez vivía en Oviedo, tenía dos hijos, trabajaba como maestra para niños sordos en la Fundación Vinjoy y el reportaje del NO-DO con motivo del título que acababa de lograr en Montecatini Terme (Italia) la retrataba como una perfecta ama de casa de la época. El noticiario franquista omitía un detalle importante. El concurso mujer ideal estaba dedicado a profesionales de la época, y cada año se limitaba a una profesión. En 1970 fueron las maestras, e Inmaculada se presentó junto a otras 17 compañeras de toda Asturias a la primera selección. Su objetivo, en ese momento, era conseguir una escuela especializada en niños sordos.

Inmaculada, nacida en una familia de seis hermanos en Arnedo (La Rioja), había tenido que aprender muy pronto a ganarse la vida por su cuenta. Aunque su padre era trabajador en una fábrica de zapatos, siete de sus once tíos habían sido maestros y el abuelo, director de una escuela graduada en Irún. "Estaba destinada por familia", admite. Así que los veranos los pasaba de "au pair" en Francia para pagarse los estudios del resto del año.

Estudió Filosofía y Letras en Zaragoza, luego Pedagogía en Madrid y por el medio hizo las oposiciones de Magisterio, sacó el número dos y empezó a trabajar en Miraflores de la Sierra. A Asturias llegó por el que sería su marido, Roberto Moré, entonces directivo de Central Lechera Asturiana y más tarde, con los años, consejero delegado del grupo francés Lactalis. En su caso, el matrimonio no significó ninguna renuncia laboral. En Oviedo, donde vivió durante más de veinte años, estudió Psicología y empezó a trabajar con niños sordos en la Fundación Vinjoy.

Ahí fue donde Inmaculada se planteó el reto de "desmutizar" a aquellos niños. "En aquella época", explica, "se pensaba que no podían hablar, y mi misión era tratar de sacarles un lenguaje e integrarlos en el contexto laboral". Por eso lo del concurso. El premio era la financiación de una escuela e Inmaculada Martínez se vio capaz de conseguir establecer en Oviedo un centro especializado y pionero.

Ganó las pruebas en Asturias. Cincuenta maestras accedieron a la final nacional en Madrid y volvió a imponerse a todas. En el tribunal estaba, entre otros, un Julio Iglesias que ya acababa de tener su primer éxito con "Gwendolyne". Había pruebas de cocina o de arreglos florales, pero Inmaculada Martínez subraya, orgullosa, que no era ningún concurso de belleza y que si ganó fue, precisamente, porque ninguna otra maestra fue capaz de decir quién era, entonces, el vicepresidente de Estados Unidos.

El nombre de Spiro Agnew le dio pasaporte para Italia, donde se jugaba el título europeo de "Mujer Ideal", con varios premios especiales: un Fiat 850 y una audiencia privada con el Papa, Pablo VI. "Las pruebas volvieron a ser las mismas, pero la más importante era la de cultura, y como yo hablaba inglés, francés e italiano, me supe desenvolver en aquel contexto variopinto", resume. A la prensa italiana no le gustó que ganara la española, pero regresó con la audiencia papal y un sueño en la cabeza: "Ahora me darán la escuela".

Pero la mujer ideal de Europa lo fue tanto que aceptó renunciar a su propia empresa en favor de una maestra de León a la que las riadas le habían llevado la escuela. "Me insinuaron que estaría bien que le regalara el premio y, bueno, me quedé con lo que me había traído de Italia y el cochecillo, que luego me vino muy bien cuando estaba con los psicólogos de los equipos de orientación por Madrid, de Orscasitas a Usera". Pero antes de irse a Madrid y sacar la plaza de orientadora, aquel 850 le había dado ya mucho servicio por Oviedo y "no pocas multas". Andaba "de coronilla" todo el día, dice, repartiendo las ocho horas de trabajo entre las idas y venidas de los niños: colegio, casa, academia y natación en el Cristo.

- ¿Cómo se organizaba?

-Me organizaba mal, la verdad.

A su marido la puesta en marcha de Central Lechera Asturiana le absorbía muchas horas y muchos viajes. No obstante, explica, también encontró en él una alianza para progresar en su carrera profesional. Además de su trabajo como maestra, montó en Oviedo, con dos socios, un gabinete de Psicología Aplicada, Gapa. Fueron pioneros en Asturias y, entre otros trabajos, Martínez realizó la primera selección de puestos de trabajo técnicos de aquella incipiente Central Lechera.

"No ha sido fácil"

Han pasado más de cuatro décadas. La mujer ideal de Europa de 1970 echa la vista atrás y trata de sacar conclusiones ante la inminente celebración, mañana, del Día de la Mujer: "A mí me gusta mucho pintar, empecé a hacerlo en Oviedo, en la Escuela de Arte y con César Pola. Y cuando salía a pintar, por los pueblos, siempre he visto a las mujeres trabajando. Probablemente trabajando más que los hombres. Lo que pasa es que en nuestra época las mujeres no tenían trabajos técnicos, no eran profesionales. Esa fue nuestra labor. No nos ha sido nada fácil. Pero sigue sin ser fácil. Hoy en día las mujeres tienen casi las mismas dificultades. Las que íbamos primero allanamos un poco el camino, hemos puesto algún peldaño, pero hay que seguir conquistando la igualdad. Ahora ya vamos a la Universidad y nos formamos con mejores notas que ellos. Pero en los buenos puestos, en los directores, los presidentes, los ministros. Ahí todavía son muchos más los hombres que las mujeres. Espero que nuestras nietas consigan esa igualdad de trato a nivel profesional".

Más allá de las reinvindicaciones feministas, Inmaculada Martínez también reinvindica, para ella, como psicóloga jubilada, otras necesidades que esconden la de no parar. En el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid trabaja con un grupo de voluntarios que acompañan a los nuevos graduados y prestan su ayuda donde se les necesite. Con sus amigas está también muy volcada con ese proyecto de "cohousing" en Trescantos. Viaja, pinta, juega, organiza excursiones, visitas y todo tipo de actividades para su grupo de amigos. "Sigo en lucha y haciendo lo que me gusta, y ahora me toca pasarlo bien".

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