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"Noto todos los días cómo mi condición influye en mi trabajo"

Mari Cruz Rubio, jefa de personal de una empresa auxiliar de la industria con 3.000 empleados, relata las dificultades de trabajar en un sector laboral masculinizado

Mari Cruz Rubio, en el parque empresarial de Avilés. MARA VILLAMUZA

Mari Cruz Rubio García (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1970) tiene una poderosa razón para abanderar la causa de la igualdad entre mujeres y hombres en el ámbito laboral: una hija de 13 años para la que desea que nunca tenga que demostrar que vale más que un hombre para acceder a un trabajo, conservarlo o ascender de categoría. No como le ha ocurrido a ella, licenciada en Derecho, doble máster en gestión y asesoría laboral, exresponsable de recursos humanos de la multinacional Saint-Gobain y ahora jefa de personal de Daorje, el gigante de la industria auxiliar asturiana, con tres mil empleados a su cargo: "Sé en qué sector trabajo, sé cómo funcionan las cosas en la vida real y noto todos los días que mi condición de mujer influye en mi entorno laboral. Pese a todo, no me quejo; te acabas acostumbrado a pensar como una mujer y actuar como un hombre, aunque es estresante. Eso sí, que no me queje no significa que no luche por cambiar las cosas, de hecho están cambiando".

Esta mujer directiva, que no secundará la huelga feminista de mañana porque la ve "incompleta" al excluir a los hombres, autojustifica la "masculinización" de su comportamiento profesional por una mezcla de inmadurez de las estructuras laborales para asimilar la presencia de mujeres en ciertos ámbitos laborales, por la persistencia de tics machistas "que no desaparecerán de un día para otro" y por el convencimiento de que para cambiar las cosas "hay que estar dentro, aunque para ello tengas que mimetizarte con el entorno" al objeto de "ejercer el poder"; dicho de otra manera, ser punta de lanza de un movimiento de rebeldía femenina que trata de abrir camino, no sin esfuerzo, para que las generaciones venideras lo tengan más fácil: "Fue en 1981, ayer como quien dice, cuando la ley dejó de imponer el consentimiento del varón en los contratos de trabajo de las mujeres... Hay avances, pero seamos realistas: son lentos y el camino, largo".

Mari Cruz Rubio enmarca la gestión de la igualdad de sexos en el trabajo en una problemática más amplia a la que se enfrentan de un tiempo a esta parte las empresas: la gestión de las diversidades, ya sean de género, de identidad sexual (personas homosexuales, transexuales, etcétera), culturales o de discapacidad, entre otras. "Se pone en acento en la cuestión de la igualdad de la mujer, pero a mí y a mi organización nos importa tanto o más la diversidad en su conjunto; las empresas toman sus decisiones en función de números, pero detrás de estos siempre están las personas".

Los años de experiencia laboral en grandes empresas han expuesto a Mari Cruz Rubio a situaciones impensables para los hombres, una prueba más del diferente trato que reciben las mujeres en el seno de las organizaciones empresariales. Algunos ejemplos: "La preguntita de si la 'fábrica' está abierta o cerrada (en referencia a la gestación) es recurrente en los procesos selectivos, cuando tuve a mi hija renuncié a la mayor parte de la baja maternal porque estaba recién promocionada y algo dentro de mí me decía que tenía que demostrar que el hecho de ser madre no afectaba al trabajo, cuando negocias tus condiciones laborales suele haber un componente de exclusión puesto que la decisión suelen tomarla hombres y cuando ocupas, como es mi caso, un puesto de dirección es inevitable que te prejuzguen como una cuota y, en consecuencia, que te minusvaloren, algo que a los hombres no les ocurre".

Mujer ducha en torear micromachismos y curtida en negociaciones sindicales con paisanos de pelo en pecho "de esos que luego rematan la jornada tomando unos güisquis", Mari Cruz Rubio maneja el lenguaje de los hombres con fluidez suficiente como para trufar su discurso de tacos, ha desarrollado la habilidad de resistir sin sonrojo las miradas a su cuerpo y es experta en mantener una conversación informal sobre fútbol sin gustarle ese deporte. Son los peajes de trabajar en un mundo de hombres y mantener viva la esperanza de contribuir de cambiarlo. Un cambio que, a su juicio, pasaría por lo siguiente: "Las mujeres tenemos que tener claras tres cosas: formarnos con libertad para ser lo que queramos, hacernos valer cuando ofertamos nuestro trabajo y, una vez logrado éste, ejercer el poder intrínseco del puesto, sea el que sea, para transformar el mundo y hacerlo igualitario".

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