Cosme Sordo, el "eterno" presidente del Centro Asturiano de Madrid, preguntó un día a Antonio Trevín si no podía abandonar al político "al menos por un par de meses" para que el Centro pudiera concederle su máximo galardón, la "Manzana de Oro", ya que estatutariamente no puede otorgarse a políticos en activo. Hoy, años más tarde y con Cosme Sordo ya fallecido, el Centro Asturiano de Madrid cumplió el deseo de su presidente y entregó ayer la "Manzana de Oro" a Antonio Trevín, una vez que éste renunciara a su escaño en el Congreso.

Y no estuvo solo en la ceremonia de entrega. Además de su esposa Luisa Fernanda, el salón Príncipe de Asturias registró una afluencia de relumbrón, comenzando por el "padrino" de Trevín, Alfredo Pérez Rubalcaba, exvicepresidente del Gobierno y secretario general del PSOE; Carlos Osoro, cardenal de Madrid y exarzobispo de Oviedo; Gustavo Suárez Pertierra, exministro y presidente de UNICEF España; el Padre Ángel; los exdiputados socialistas Álvaro Cuesta y Jaime Lissavetzky; Paz Fernández Felgueroso, exalcaldesa de Gijón y presidenta del Consejo de Comunidades Asturianas; los diputados en ejercicio Ignacio Prendes (Cs), Ramón García Cañal (PP) y Natalia González, diputada socialista que ocupó el escaño de Trevín tras su dimisión. Asistieron también la directora de Emigración, Begoña Serrano, y otras personalidades como Mari Paz Pondal, Francisco Rodríguez, Manuel Villa Cellino, José Luis Casas, Andrés Menéndez o Gerardo Sanz además de representantes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil de Asturias, instituciones que Trevín tuvo a sus órdenes como delegado del Gobierno.

El galardonado agradeció el reconocimiento "con un nudo en la garganta. Tiene más que ver con la amistad que con el mérito pero estoy muy orgulloso de recibir la Manzana". Aunque en su discurso sólo tocó en una ocasión la Política, lo hizo para enviar "recadito" a la actual dirección del PSOE: "He pasado a la categoría de clásico dentro del PSOE; soy del PSOE de Ramón Rubial, que defendía primero a España, luego al partido y después a los militantes; de Felipe González, que nos advertía que el partido no es de los militantes, sino de la sociedad española y a ella se debe; de Alfonso Guerra, que defiende la necesidad de los perfiles políticos pero acompañados de una formación solvente; de Rubalcaba y Zapatero, que supisteis aunar voluntades tras congresos muy apretados; de Javier Fernández, que considera que un partido como el nuestro tiene que saber llegar a acuerdos con quien gobierna". De Pedro Sánchez y de la actual dirección, ni una palabra más allá de decir que "desde posiciones discrepantes, respeto la legitimidad de quien ahora tiene la mayoría y para evitar siquiera molestar, doy un paso atrás".

Fuera ya de todo cariz político, Trevín alabó el asturianismo de los emigrantes del Principado quienes "cuando nos trasplantamos, nos adaptamos bien". Trevín trabaja ahora en una empresa privada y confesó no echar en falta la política "pero sí el factor humano". Pérez Rubalcaba destacó que las trayectorias políticas de ambos transcurrieron paralelas. Contó con él como Ministro de Educación, de Interior, nombrándole delegado del Gobierno y como candidato al Gobierno de España: "Llamé a Javier Fernández y le dije que quería a Antonio en el Congreso, a pesar de que sabíamos que íbamos a la oposición".