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Sólo para ganar elecciones

El éxito del exalcalde le dio mando absoluto en un partido en el que nunca tuvo cargos y cuyas intrigas internas despreciaba en privado

Sólo para ganar elecciones

A Gabino de Lorenzo nunca le interesó el Partido Popular. Hasta el punto de que se afilió por descarte. Como no era socialista, se presentó en la sede del PP de Oviedo de la calle Independencia en 1983 y ofreció mil pesetas de cuota ante una estupefacta secretaria: "¡Eses no les pone ni Isidro!". El resto, es historia. Como en Asturias el PP nunca ganaba, los éxitos que Gabino de Lorenzo acabó cosechando en Oviedo le llegaron a dar poder absoluto en un partido donde, sin embargo, nunca figuró en los puestos directivos.

En privado, Gabino de Lorenzo despreciaba todo lo relacionado con la estructura del PP, los cuadros, el escalafón. Un partido, bromeaba, es un cascarón vacío, sólo vale para ganar las elecciones. En el de Oviedo, por ejemplo, sabía que Agustín Iglesias Caunedo podría llegar a levantarle un congreso local si hiciera falta. Porque él estaba en otras batallas. El poder en el PP asturiano lo ejercía de una forma natural, nunca estructural.

Pero sus apoyos, sus silencios y algún movimiento llegaron a ser decisivos. Todos los políticos populares consultados coinciden en que en la crisis Cascos-Marqués si Gabino de Lorenzo se hubiera puesto del lado del difunto presidente del Principado el exministro habría salido derrotado. Con los años, trató de que el actual secretario general de Foro encabezara la batalla electoral en Asturias. "Necesitamos un galáctico", le piropeaba. Pero cuando descubrió en un restaurante de Madrid, en esas interminables sobremesas que tanto disfrutó, su verdadero hábitat político, que Cascos quería que le sirviera en bandeja todas y cada una de las cabezas de los dirigentes populares regionales, De Lorenzo echó el freno y temió por su propia testa.

Antes, a principios de 2009, De Lorenzo había vivido su experiencia más próxima a la vida de hombre de partido de toda su trayectoria. Fue de cabeza de lista al Congreso y renunció al acta de diputado al momento. No había llevado nada bien la disciplina de una campaña de elecciones nacionales pero se tomó con humor la derrota. "¿Ves esta cicatriz de aquí?", decía luego señalando la cabeza. "Es de la que me di en las elecciones, que no me votó ni una novia que tuve en Gijón".

Su fortaleza en Oviedo, sus mayorías absolutas, fueron su auténtico poder, el que le permitió tener mando en Asturias y mano Madrid, donde fraguó fuertes alianzas con la cúpula del partido. Sin embargo, dicen los que trabajaron más cerca de él, nunca trabajó grandes amistades dentro del PP. La fraternidad la dejaba para otros. Muy poca gente. Un círculo de confianza de tan estrecho casi inexistente.

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