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AMADOR FERNÁNDEZ CARNERO | Librero y galerista

"Volví a Gijón para ganar diez veces menos en una librería donde metí casi todo mi dinero"

"De 1990 a 2007 fueron años francamente buenos, pero llegó la crisis y esta época gris en que la electrónica acaba con las librerías y la cultura es maltratada"

Amador Fernández, en la escalera que lleva a su galería de arte. JUAN PLAZA

Amador Fernández Carnero, "Amador el de Cornión" (Ciaño, 1953), librero, galerista, editor de libros de arte, se jubila el 10 de junio. Alpinista en activo, durante 22 años presidió el Grupo de Montaña Torrecerredo y fue cinco años presidente de la Federación de Montaña del Principado.

Hijo de un minero sindicalista de CC OO en La Camocha, influido por el librero gijonés Eduardo Vigil, delineante de formación, está casado y tiene una hija y una nieta.

- ¿Por qué regresó a Gijón?

-Eduardo Vigil me llamó para decirme que se jubilaba y proponerme que cogiera la librería. Los tres últimos meses en la central nuclear de Almaraz había estado haciendo la comprobación de las tuberías en las pruebas en caliente del reactor. El presidente del Gobierno Leopoldo Calvo-Sotelo inauguró la central el 28 de febrero de 1981. No quedé a la comida. Pedí la cuenta en Idom y vine.

- Apuesta fuerte.

-Me disgustó con mi madre porque renunciaba a un trabajo seguro y mi mujer estaba embarazadísima. Abrimos el 11 de mayo y mi hija Elsa nació el 27 de julio.

- ¿Por qué dejó ese trabajo?

-Pensé que si seguía en ese ámbito lo que me esperaba era recorrer el mundo por centrales nucleares. En España éramos dieciséis los que hacíamos ese tipo de trabajo. Me decían que lo siguiente iba a ser Holanda. Les contesté que si me mandaban a Suiza, al sur de Francia o al norte de Italia, iba pero que Holanda me queda demasiado plano. Por los Alpes me hubiera ido, porque estoy todavía enamorado. Habré ido quince o veinte veces.

- Pero le pagaban muy bien.

-Llegué a tener sueldos estratosféricos, de medio millón de pesetas [3.000 euros] porque me pagaban las 24 horas del día porque debía estar siempre dispuesto. Mi cálculo fue: si vengo a la tienda y gano 50.000 al mes puedo vivir y será fantástico.

- Diez veces menos.

-Sí, pero yo estaba muy identificado con montaña, libro y cuadros. Abrimos Cornión con librería general, especialización en montaña, Asturias, arte y arquitectura y una galería en el altillo en 1981. Inauguramos con una colectiva donde estaban Redruello, Pelayo, Melquíades Álvarez, Alba, Sanjurjo, Mieres, Camín y Suárez. Eran los pintores padres y hermanos. Y tuve cerámica.

- Los pintores hermanos son los de su edad.

-Sí, era amigo de Pelayo Ortega y de Melquíades Álvarez, que aprovechaba nuestros viajes cuando estudiaba en Bilbao para venir a Asturias. Empecé a hacerme con obra suya y alguna le vendí para la oficina de Bilbao. Después llegaron otros de su edad, como Fernando Redruello. Ramón Prendes, Rodolfo Pico, José Arias...

- Abrió siguiendo su gusto, sin estudio de mercado.

-Por eso digo que soy mal comerciante, porque no sé vender un peine a un calvo.

- ¿Ganó 50.000 pesetas el primer mes?

-Por ahí anduve. Metí casi todo lo que había ganado. Hasta 1990 fue salir adelante, pero desde ahí hasta 2007 fueron veinte años francamente buenos. Desde la crisis, la época es más gris.

- ¿Qué cojea más?

-Todo. Las librerías están en crisis por la informática, pero no por el libro electrónico, sino por Amazon. No puedo competir con los porcentajes ni con los portes. A mí me cuesta ocho euros lo que a ellos 50 céntimos.

- ¿Y el arte?

-Tiene una crisis sectorial. En general la cultura ha sido maltratada por los políticos que tenemos.

- ¿Y lo del valor refugio y lo de que los ricos han ganado dinero en la crisis?

-Pero eso es para galerías que juegan en otra división. Ésta es de provincias y nuestro cliente es la clase media asturiana, un médico casado con una profesora que pueden esconder 2.500 o 5.000 euros al año para arte. Tienes tres o cuatro ricos que te ayudan a llevar esto, pero Plácido Arango no compra en estas galerías, sino que acude a grandes subastas.

- Usted ha tenido grandes pintores.

-El último fue Eduardo Arroyo, uno de los dos pintores vivos que expuso en el Prado, y Pelayo Ortega, y éstos están colocados internacionalmente.

- Habla de los pintores padres, de los pintores hermanos. ¿Tiene algún pintor nieto?

-Edgar Plans es amigo de mi hija, pero no estoy muy cercano a ellos. Mis pintores Amancio, Pelayo eran amigos. Busco pero no veo mucho que me interese para mi concepto de galería.

- ¿Fue un padre presente en la educación de su hija?

-Sí. Cuando vinimos, teníamos una vivienda arriba, con baño, cocina y habitaciones, aunque no vivíamos en ella. Elsa nació aquí y estuvo con nosotros de forma intensa hasta que tiramos todos los tabiques. Cargué mucho con ella a la espalda montaña arriba. Elsa está casada y tiene una hija.

- Usted hace escalada.

-Mi compañero de viaje es Alberto Fernández. Hicimos muchos picos en los Pirineos, en los Alpes, hasta el año noventa. No hacía más porque a mi madre le daba pánico y no quería adelantarle la muerte con disgustos. Pero en 1992, ya fuimos a los Andes y luego al Tian Shan en 1995 e hicimos el Khan Tengri, que son 7.010 metros y en 1997 subimos el Pico Comunismo. Cuando hicimos esas dos cumbres creo que fuimos los primeros asturianos que coronamos dos "siete miles". Luego llegaron todo esos chavales que hacen "ocho miles". Fuimos al Himalaya y al McKinley.

- ¿No es incómodo subir por lo empinado hacia donde hay mucho frío y poco oxígeno?

-Sí, y no sé por qué se hace. Pero empiezas de niño a subir una montaña, al medio natural, entre árboles, con animales salvajes, los espacios abiertos y aumentas la actividad física y llegas a sitios desconocidos. No conocía los glaciares, llenos de grietas y de peligro pero enormemente atractivos. Son sensaciones, como la poesía.

- Pero el peligro lo ve.

-Sí, lo hay, pero veo más las dificultades e intento que no superen las condiciones. Ésa es la medida. Hay adrenalina a tope y cuando bajas, más. Cuando llegas a la cumbre estás contento; cuando llegas al campo base, eufórico.

- Es lo que hace la cocaína en un bar.

-Seguramente, pero eso nunca me atrajo. Por desgracia fumé desde 1971 hasta 1997. Lo dejé porque me congelé en el Pico Comunismo, en el Kirguistán.

- Cuente.

-Al bajarlo tuve que estar inyectándome oxígeno y vi la contradicción entre eso y fumar y tiré el tabaco. Fumaba un puro pero no me enganchaba.

- Se jubila, ¿qué va a hacer?

-Estoy en un mar de dudas. Voy a cerrar la librería pero mantener la galería porque no necesitamos tanto personal. La puede llevar mi mujer, a la que le quedan seis años de cotización y nuestra hija ahora trabaja en Cultura del Ayuntamiento pero puede seguir trabajando.

- ¿Piensa seguir escalando?

- Sí, volver a los Alpes. Nosotros vivimos en Deva y llevo diez años subiendo todos los días al monte, de 7 a 9 de la mañana, con la perra que tiene mi vecina.

- ¿Qué tal siente que le ha tratado la vida hasta ahora?

-Francamente bien. Si hubiera sido el peor de la Tierra esto sería el paraíso. Mis proyectos fueron saliendo adelante bien, con dificultades que se pueden superar. Estoy a gusto con el trabajo y con la vida que hicimos. Y de salud estamos todos bien.

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