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Las gallinas viejas alimentadas con semillas ecológicas contaminan menos

Un estudio de la Universidad de Oviedo sobre la industria del huevo indica que el reemplazo de ponedoras resulta muy nocivo para el medio ambiente

Gallinas en una explotación asturiana. F. GEIJO

Las granjas de gallinas también contaminan, pero podrían hacerlo mucho menos si los productores tienen en cuenta las conclusiones de un estudio llevado a cabo por la Universidad de Oviedo sobre la huella ambiental de la industria del huevo. Es decir, ¿cuánto contaminan las granjas de huevos? Para disminuir las emisiones al medio ambiente de la producción de una docena de huevos hay que aplicar cambios. Los principales serían alargar la vida de las gallinas y que coman alimentos cuyos cultivos sean respetuosos con el medio ambiente. Hoy, producir una docena de huevos en Asturias emite 2,7 kilogramos de dióxido de carbono.

El estudio se ha llevado a cabo en una granja intensiva de Asturias, con 55.000 gallinas ponedoras y una producción anual de 13 millones de huevos. La investigadora Amanda Laca explica que "si comparamos el valor que supone la producción de una docena de huevos en Asturias es similar al de otros países de Europa". Concreta Laca que desde el punto ambiental sería muy importante alargar la vida de las gallinas, sin embargo los productores ven inviable hacerlo. ¿Por qué? Lo explica Maximino Viejo, propietario de una granja en Porceyo, en Gijón, con 19.000 aves enjauladas. "Las gallinas entran con cuatro o cinco meses y en un año van al matadero de carne. No es capricho, es que dejan de ser rentables, merman su producción y los huevos que ponen presentan una cáscara muy blanda". La misma opinión tiene el productor de Pola de Lena Adrián Flores, quien cuenta con 2.500 gallinas que crecen al aire libre en Martino y que producen huevos camperos. "Las gallinas viven entre 13 y 15 meses, después hay que renovarlas. Yo nunca me marco una fecha exacta, pero cuando veo que los huevos comienzan a tener la cáscara blanda y que ponen menos hay que cambiarlas. Pero la naturaleza es muy sabia, y al final ninguna aguanta más de quince meses", dice Flores, que ve imposible alargar más sus vidas. Según los investigadores un incremento en la vida útil de las ponedoras contribuiría a reducir los impactos ambientales.

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