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Carlos Martínez, el genio asturiano de la pantomima

La Organización Mundial del Mimo premia al actor praviano por sus 36 años sobre los escenarios

Carlos Martínez. BERND EIDENMÜLLER

Hay una sentencia de Ladislav Fialka, el gran mimo checo, que marcó a Carlos Martínez: "Espero que en el futuro siga habiendo alguien que se siga pintando la cara de blanco y siga llevando este arte por el mundo". Haciendo de este deseo un auténtico leitmotiv, el actor asturiano ha conquistado los escenarios de todo el mundo.

La trayectoria profesional de Martínez, nacido en Pravia en 1955 y que lleva 36 años sobre las tablas, ha sido reconocida por la Organización Mundial del Mimo, que le ha concedido su premio especial en el marco de la Primera Conferencia Mundial del Mimo, celebrada en Belgrado (Serbia). El reconocimiento le llega a Martínez en pleno resurgimiento de la pantomima, un arte que ha pasado una profunda crisis, pero que, a decir del mimo asturiano, está recuperando su lugar entre las artes escénicas.

"En los años ochenta del pasado siglo había muchos mimos, estaba muy de moda. Pero en los noventa, el mimo empezó a decaer, tocó fondo hacia 2007, cuando murió Marcel Marceau. Aquello nos dejó a todos un poco descolocados. Pero, curiosamente, a partir de su muerte se formaron organizaciones que intentaban promocionar el arte del mimo, entre ellas la Organización Mundial del Mimo, que es quizá la más relevante", explica Martínez, en conversación telefónica con LA NUEVA ESPAÑA. A partir de ese momento, señala, se inició un lento resurgimiento del arte de la mímica. "Ahora estamos en ese momento, pero en los noventa, cuando decayó, no lo dejé, seguí actuando. Por eso, supongo que la Organización Mundial del Mimo, que ha seguido mi trayectoria, se diría: 'Este asturianín necesita, por lo menos, que la gente sepa que existe'", afirma Martínez.

En este resurgimiento de la pantomima, el praviano, que reside en la actualidad en Barcelona, destaca la versatilidad de los artistas y la diversidad de los estilos del mimo de hoy: "Están trabajando artistas que utilizan el mimo de formas muy variopintas. Unos lo trabajan unido a la danza, otros al teatro. Incluso hay quienes hacen ópera, sin cantar, pero ópera. Otros siguen en las calles... el mimo ha cogido formas muy distintas para sobrevivir. Yo soy de los pocos que he seguido el mimo monologuista, sólo en el escenario".

No siempre fue así. En sus orígenes, el asturiano exploró otros estilos de la mímica. "Hice mimo en la calle para pagarme los estudios. También por probar, por ver cómo es. Y fue una buena experiencia, aunque es muy distinto al teatro, que es de donde yo vengo. Porque yo presento un espectáculo de base de 70 minutos, con una dramaturgia, sobre un escenario. En la calle, no se pueden hacer 70 minutos: ahí tienes que improvisar, que adaptarte al público", explica Martínez.

En la actualidad, el mimo asturiano hace una media de cien actuaciones cada año por todo el mundo. En 2017, completó 140, la mayor parte fuera de las fronteras españolas. He actuado en plazas como Bilbao, donde el público ha respondido, y en Asturias siempre me tratan muy bien. Pero donde más trabajo es en el extranjero, sobre todo en países como Alemania y Suiza, donde mi nombre ha cuajado. Y he recibido premios y reconocimientos en países como Portugal y Jordania", explica. De todos esos premios, el más importante ha sido quizás éste de la Organización Mundial del Mimo. Martínez valora la visibilidad que acompaña a estos galardones, y también aprecia lo que tienen de reconocimiento, aunque no deja que le distraigan: "El premio es actuar cada noche", sostiene.

El público le ha dado sus mayores alegrías, los momentos más hermosos de su trayectoria. Tras una gira en China, asegura, pudo confirmar que "la mímica es un idioma universal", pese a sus temores por las diferencias culturales: "Pensé: si los chinos lo entienden, lo puede entender todo el mundo". En Sudáfrica, ante un auditorio compartido por negros y blancos, comprendió que el humor puede romper barreras raciales: "Todos se reían al mismo tiempo". Por eso, Martínez no piensa en la jubilación. Sólo en seguir pintándose la cara de blanco, "mientras el cuerpo aguante", para compartir su arte con el público.

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