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JOSÉ MANUEL NAVIA | Fotógrafo

"Aprendí mucho trabajando a sueldo, algo que ahora no se logra"

"He conseguido el sueño de muchos padres, que mi hijo adulto sea mi amigo y nos llame para cenar cuando tiene algo de tiempo"

José Manuel Navia, en la calle García Lorca de Oviedo. IRMA COLLÍN

José Manuel Navia (Madrid, 1957), licenciado en Filosofía Pura, es un fotógrafo que ha llevado mucha de su obra hacia la literatura, con libros como "Un Madrid literario" o "Territorios del Quijote". Es un maestro, como autor y docente. Ha dado un taller en Oviedo dentro de la programación de las jornadas de Motiva que organiza la Escuela de Arte.

- ¿Cómo está?

-Tiendo a estar bien porque es más higiénico y decirlo ayuda. Mi madre y mi abuela, andaluzas y refraneras, decían que no hay que regodearse en el mal. Objetivamente, la vida me sigue sonriendo inmerecidamente.

- ¿Qué es lo objetivo?

-Mi amigo Eduardo Momeñe, que tiene buena salud pero algo más delicada, sabe de mi vida ajetreada y siempre me pregunta "¿El cuerpo te sigue respetando?". Y sí. Vivo en un entorno afectivamente muy rico, tengo a quien dar cariño y quien me lo da. El trabajo no me sobra, pero puedo hacer cosas que me interesan.

- Cuente su entorno afectivo.

-Conocí a mi mujer, Carmen, cuando ella tenía 20 años y yo 22. Era amigo de su hermana mayor y si existen los flechazos, el mío lo fue. Ella prefirió tener alguna experiencia antes, pero luego debió de pensar que los bajitos que hacemos reír también tenemos una oportunidad. Nuestro hijo, Miguel, vino con un pan debajo del brazo porque soy de las primeras quintas que libró de la mili por casado y con hijo. Es ilustrador, se independizó pronto y se ha emparejado con una chavala que se dedica a la ilustración y a la pedagogía. He logrado el sueño de muchos padres, que tu hijo adulto sea tu amigo. Si tienen un día libre nos llaman para quedar.

- Usted es fotógrafo, su mujer pintora y editora y su hijo ilustrador. ¿Influye que los tres viven de crear imágenes?

-Todo suma, pero algo no hicimos mal. Tuvimos un hijo con 20 años y a esa edad, por inconsciencia, no piensas que criar sea un oficio en el que licenciarse. Vivió nuestras vicisitudes, alguna vez se nos hizo tarde, se saltó el baño y no pasó nada. Tengo amigos de 50 años sufriendo con hijos adolescentes.

- O sea, la familia bien.

-Marta, que es como la familia, es una amiga de juventud a la que siempre interesó la fotografía. Era funcionaria y pidió una excedencia para formar equipo cuando dejé de ser editor gráfico de "El País Semanal". Nunca he estado cómodo en empresas porque llevo todo a lo afectivo, no sé separar el trabajo de la vida.

- ¿Le decepcionaron?

-No. En Ediciones SM aprendí mucho trabajando a sueldo, algo que ahora la gente no logra.

- ¿Qué aprendió?

-A ser persona y a viajar por España. Les vendí fotos para libros de texto hasta que les salió más barato contratarme. Hasta 1977 se compraban postales de ciudades para ilustrar y no se pagaban derechos. Me trataron de puta madre. Me pidieron que hiciera un departamento de arte, Carmen montó el archivo, aprendimos para nuestra empresa.

- Su madre era la fotógrafa.

-Tenía mucho gusto por retratar. Fui hijo único contra su voluntad. Mi madre perdía los hijos y yo fui el embrión más cabezón. Cuando nací gastó sus ahorros en comprar una cámara sencilla, alemana, enfocable, algo mejor que las frecuentes en Prosperidad.

- En los 60 se hacía poca foto.

-Y menos en las casas en las que se estaba ajustado. Mi padre era panadero y mi madre modistilla, no se puede ser más madrileño. Antes de marchar de vacaciones iba a la droguería del segoviano a comprar el carrete de 36 fotos. En verano se hacían entre 20 y 30 y se dejaba el resto para Navidades o lo que se terciara. No se revelaba hasta la primavera. Mi abuela Ana guardaba las fotos en una lata de carne de membrillo. Era una narradora de historias sorprendente. Le gustaba la radio, pero no la televisión, que llegó a casa para callarla. Heredé de ella el gusto por hablar.

- Vivía mimado, a los 12 años le pagaron un curso de fotografía por correspondencia y empezó a fotografiar, pero se independizó muy pronto.

-En casa no lo decían, pero se sabía que me iban a mantener hasta el Bachillerato. El sueño de mi madre era que hiciera oposiciones a la banca privada y lo intenté porque tenía un enchufe, pero no pasé ni el test psicotécnico.

- ¿Cómo es posible?

-Una psicóloga sabia, con un test y una conversación que creí intrascendente, dedujo que despreciaba al banco y sólo lo quería para financiar mis estudios.

- Andaba en movimientos sociales.

-Sí, por la hermana de mi mujer y porque mi familia era de izquierdas. Estaban muy marcados por la guerra, pero no me transmitieron odio, sólo que no se podía repetir. Me vinculé a Vallecas y a movimientos cristianos de izquierda y por ahí entré en SM.

- ¿Por qué estudió Filosofía?

-Por dos profesores en sexto y COU, Tomás Calvo y Miguel Marín. Mi mundo era la filosofía, mis amigos eran estudiantes y tuve en Lógica a Alfredo Deaño, con el que hice un seminario sobre Wittgenstein, un autor que debería ser lectura obligatoria para fotógrafos. Durante tiempo creí que dejaría la fotografía.

- ¿Por qué no la dejó?

-Entre otras casualidades, llegaron a mis manos libros de fotógrafos como Walker Evans y Paul Strand, quien se había ido a París para ser escritor y volvió convertido en fotógrafo. En él empecé a entender la fotografía y la autoría y caí del caballo. Había convivido con lo que era mi verdadero amor y con él sigo a los 60 años.

- ¿Cómo siente esta edad?

-Mis amigas me decían "ya verás los 40, ya verás los 50". Cumplía y no me enteraba de nada. Los 60, sin que nada me lo haga notar, me han impresionado.

- ¿Qué edad cree tener?

-No sé... 60 bien llevados. Están muy bien las chicas jóvenes, pero me gustan las señoras de mi edad, estoy cómodo, no añoro y no volvería atrás para nada.

- ¿Se vive bien de ser Navia?

-No soy apocalíptico con las nuevas tecnologías, pero lo han devaluado todo de modo maquiavélico. El discurso de que "todos tienen talento y tienen que ser artistas" es una estrategia del capitalismo para no pagar. Cuando Marta, Carmen y yo recibimos una llamada de trabajo que empieza con muchos elogios ya sabemos que no vamos a cobrar. El mayor elogio a un autor es publicarle y pagarle su trabajo. Eso está jodido para la gente joven.

- ¿Cómo sacan rendimiento?

-Con el comisariado de las exposiciones, conferencias, talleres. Hay menos trabajos en las revistas, y de 2015 a ahora por un trabajo algo más complejo me han ofrecido la mitad. Hay la crisis de la prensa y esta otra que es trampa, en la que se ha sacrificado a las clases medias y bajas mientras los ricos suben un 40%. Es la caída de la socialdemocracia que viene de la Ilustración, de Kant, y ahora hay principios morales que ya no rigen.

- Le gustan las grandes llanuras. ¿A Asturias sólo puede venir a comer?

-No, pero soy muy cromático y aquí hay mucho verde, muy hermoso, pero que me cuesta. A cambio, me gustan la humedad y los días nublados, que aquí no faltan. Además, mi apellido es Navia y la familia de mi padre es de una aldea de Lugo lindante con Ribadeo. Sois muy acogedores y tengo amigos muy profundos desde hace 20 años en esa Escuela de Arte que en fotografía es de lo mejor de España.

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