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JUAN JOSÉ DOMÍNGUEZ CARAZO | CRONISTA DE SIERO. GESTOR COMERCIAL JUBILADO Y ENTRENADOR NACIONAL DE PIRAGÜISMO

Siero y un millón de canciones

Juan José Domínguez en la plaza de Las Campas, en Pola de Siero.

Siero es un concejo singular. Todos lo son, pero Siero más. Dicen los sierenses que estos 209 kilómetros cuadrados son como una pequeña Asturias: capital de la leche -CAPSA se ubica en su territorio-, de tradición sidrera, con pasado minero en Valdesoto, Lieres y Carbayín; sede de la romería total -El Carmín-, que explica a todas las demás, y de la mayor concentración comercial del Principado. Tan singular que es el único municipio con dos cronistas oficiales, tras el nombramiento días atrás de José Antonio Coppen como cronista de Lugones.

Juan José Domínguez tampoco es un cronista al uso. Para perfilarlo, un par de datos: hijo de alcalde, emigrante en su día a la República Dominicana, integrante de un heterodoxo grupo musical, entrenador de piragüismo, aficionado filatélico y coleccionista de belenes (más de mil de todo el mundo). "Vivo en La Pola desde hace treinta años y este, se lo aseguro, es un buen lugar para vivir".

"Nací en el año 1949. Uno de mis primeros recuerdos tiene que ver con las navidades. Había un cura, don José, de los que todavía andaban con aquella especie de bonete negro, que celebraba una rifa para los niños: el premio gordo era un paquete de revoltijo. Los más pequeñinos se llevaban premio seguro, unos cuantos caramelos. La anécdota da idea de lo que eran aquellos años en los que la calle era el lugar de juego. Nos entreteníamos a pie de carretera contando las matrículas de los coches que pasaban. Uno sumaba las pares y otro las impares. El que llegaba a cien, por ejemplo, ganaba. Había tan poco tráfico que igual echabas toda la tarde".

Lo cuenta junto a ese monumento de asturianos metalizados y negros como el carbón que conforman el grupo escultórico alegórico a la fiesta. Dice la placa: "En este mismo lugar junto a la ermita de la Virgen del Carmen y bajo los añosos castaños que aquí existieron nació el Carmín de La Pola en el año 1695".

La fiesta une a un municipio dispar. Lugones es un alter ego de la capital, con vida propia y más cosas. El Berrón es cruce de caminos, como una tercera pata demográfica. La Fresneda es una localidad en sí misma, ya con raíces que superan el mito de lo residencial guay. Van a tener hasta Instituto.

"Aquí explota la rueda de un coche y la gente cree que son voladores y se pone a bailar", explica Juanjo Domínguez en formato metáfora. "Algunas parroquias celebran siete fechas festivas al año". La fiesta, efectivamente, une y reune a estas 52.000 almas que se desperdigan por el municipio cantarín, hospitalario y atomizado, "lleno de industrias sin chimenea", punto de paso de peregrinos del ramal interior del Camino de Santiago, desde Villaviciosa a Oviedo, y un tanto asaeteado por la red vial que acerca pero a la vez constriñe.

Domínguez habla de Siero desde La Pola, como alternativa a un ir y venir mareante por una tierra que tiene mucho que ver. Lamenta el cronista que la plaza cubierta haya perdido la savía del mercado. Es un edificio imponente, el lujo de tener en campo propio una obra de Sánchez del Río, el mago de las estructuras laminares. Junto al Ayuntamiento, el rehabilitado quiosco de la música. Tertulia futbolística en las inmediaciones, llena de inevitables, pero no por ello menos celebrados tópicos. Por el momento, los del Oviedo a batirse en retirada aunque a decir verdad los sportinguistas disparan con balas de fogueo. No hay sangre.

Juan José Domínguez cuenta una historia entre musical y nostálgica. "Éramos cuatro amigos a los que nos había unido el "exilio". Pepe Montes vivía en Tenerife, Juan Ovín en Badajoz, y Ramón Somonte en Madrid. Una vez al año, en verano, nos reuníamos en Siero a una comida que solo se celebraba con una condición: empezaba a las doce de la mañana y terminaba, como mínimo, a las doce de la noche. Ramón, Pepe y Juan ya se murieron, están enterrados en el cementerio municipal y yo siempre les llevo tres flores, una junto a cada lápida" para recordar que nadie se marcha del todo mientras el recuerdo arraigue.

Juan José Domínguez hizo mucha carretera. La amistad con el fundador del grupo El Árbol (hoy Grupo Meana), José Luis García Meana, le convirtió en gestor comercial, abriendo tiendas. Las primeras, en Siero, y después en distintas comunidades autónomas. Antes, un pequeño periodo de trabajo en Almacenes Botas, en Oviedo "donde me encontré con un manual rígido. Tuteos, cero". Domínguez se casó en El Berrón y vive en La Pola desde hace treinta años.

Su padre le inoculó la pasión por el piragüismo. "Lo acompañaba a las pruebas, una vez en el Descenso del Sella me dio una peritonitis y casi me muero. Ayudé a crear el Club los Pepitas, a mediados de los 70 y del que salieron campeones, y años más tarde el actual Kayak Siero. Tengo el título nacional y trabajar con críos es una grandísima satisfacción. Remamos por toda España".

Cuando se tercia, suena la música. "Soy componente del grupo Los Ñerbatos y actuamos por ahí, donde nos llaman. Lo pasamos genial porque esto va mucho más allá de cantar y tocar. Somos amigos, no ensayamos salvo para alguna actuación familiar, porque ensayar es de cobardes".

En el parque que rodea al Ayuntamiento hay bullicio infantil. "Este es un concejo con mucho niño, con mucha pareja joven y por tanto con futuro".

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